OEA y situación internacional de América Latina

El embajador argentino ante la Organización de Estados Americanos (OEA) repasa el papel histórico y presente del organismo, la situación regional y mundial actual y el papel que le cabe a nuestro país en el nuevo escenario latinoamericano.
Por Carlos Raimundi *

 

Presentación

La OEA tiene una historia mucho más plagada de sombras que de luces en lo que se refiere a su relación histórica con la Democracia en la región. En primer lugar, responde al sistema de poder mundial y regional que deriva de los resultados de la Segunda Guerra Mundial, que finalizó en 1945. Como es obvio, el mundo ya no es el mismo. La OEA nació poco después del movimiento social y político de protesta de 1948 conocido como “el Bogotazo”, que fue en reacción al asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, un dirigente que, de haberse mantenido con vida, seguramente hubiera hecho una presidencia similar a la del General Perón en Argentina o Getulio Vargas en Brasil.

Se trataba de movimientos que intentaban autonomizarse de la pertenencia de nuestros países al campo ideológico de los EEUU, y los EEUU no podían tolerarlo. De allí la hostilidad de éste país hacia los gobiernos populares hasta que lograron derrocarlos. Y la OEA, por acción u omisión, fue una herramienta de esa estructura de poder.

Fuente: Wilson Center.

A principios de los 60, cuando la Revolución Cubana decidió alinearse con la Unión Soviética, es expulsada de la OEA y todos los países son obligados por los EEUU a romper relaciones diplomáticas con Cuba, inclusive la Argentina. El único país que siempre tuvo una actitud bastante neutral en materia de relaciones internacionales y no rompió relaciones con Cuba fue México. Y a partir de ese momento viene el bloqueo y todo lo que se desencadena con él. A esto deben sumarse golpes de estado, invasiones y asesinatos en Guatemala, Dominicana, Panamá, Nicaragua, El Salvador, etc.  Además, los EEUU concentran más del 80% del PBI total de la región, a la que ellos llaman “hemisferio”.

El hecho de que yo esté representando a la Argentina en esta organización no quiere decir que no sepa dónde estoy y de cuál sistema de poder ha sido instrumento este organismo. Justamente por eso es que durante los doce años de gobiernos kirchneristas, en consonancia con el resto de los gobiernos populares que convergieron en la región durante todo el primer tramo del siglo XXI, la región ensayó otro tipo de integración.

En 2005 se le dijo que no al ALCA en una señal clara de autonomía. Contemporáneamente con eso se crea UNASUR, que primero había sido la Confederación Sudamericana de Naciones, y después se crea CELAC que es la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe, sin Estados Unidos ni Canadá y sí con Cuba, que ocupó su primera presidencia.

Lamentablemente, cambió el mapa político de la región. Hubo un retroceso de gobiernos populares, y a partir de allí estas estructuras se fueron desintegrando, especialmente UNASUR, y volvió a tomar cuerpo la OEA, por ser la organización más antigua y por lo tanto, más enraizada. Uno podría preguntarse cuál es el sentido de pertenecer a la OEA, pero hasta tanto no sea remplazada por una nueva organización que responda a los intereses de nuestros Pueblos, no estar allí podría llevarnos a cierto aislamiento. Hasta recobrar la presencia de gobiernos populares en los países hermanos, nuestra silla debe hacer la voz de los humildes y postergados de toda la región.

Protesta contra el rol injerencista de la OEA. Fuente Alainet.

Lamentablemente, la OEA se hizo mucho más conocida en estos últimos tiempos por haber colaborado con el clima de golpe en Bolivia o por sostener posiciones injerencistas en Venezuela, y no por haber utilizado las herramientas que las nuevas tecnologías nos proveen para haber coordinado las políticas migratorias u organizado una compra a gran escala de insumos sanitarios de primera necesidad.

Fuerte disputa geopolítica

Sabemos que el mundo se encuentra en medio de una fuerte disputa geopolítica entre dos modelos de gobernanza global: el que sostiene la voluntad de los Pueblos expresada por el Estado y el capital financiero globalizado. Este último trasciende las fronteras nacionales de los EEUU, por más poderoso que aún sea este país. Desde luego que el capital globalizado tiene allí su origen y es el principal aportante de instituciones como FMI, Banco Mundial, CIADI, OMC, etc. Pero cuando se observa el comportamiento de los grandes conglomerados del comercio de armas, del petróleo, de medicamentos, etc., este supera los límites de un Estado en particular. Inclusive, los estragos que origina la concentración económica y financiera ha deteriorado las condiciones de vida de millones de personas al interior de los propios países centrales como los Estados Unidos o muchos Estados europeos. 

Se trata, pues, de un eje noratlántico que gobernó el mundo primero a través del imperio británico y luego del imperialismo estadounidense durante los últimos tres o cuatro siglos, cuyos indicadores están en franco descenso. Esto no quiere decir que se va a terminar mañana, pero no está en ascenso como en los años 80 y 90. Esta declinación se debe a errores propios, y también a la emergencia de otro eje geopolítico que en términos económicos tiene centro en China y en términos militares tiene la colaboración estrecha de Rusia, y ese eje eurasiático está en este momento no sólo disputándole sino ganándole esa disputa en muchas áreas del planeta a los Estados Unidos.

Los presidentes de EEUU y China, países que protagonizan la puja de poder global. Fuente Getty images

Esto hace que los Estados Unidos tengan que reforzar su control sobre lo que consideran su “patio trasero”, y de allí la restauración conservadora en nuestra región. Si esto lo combinamos con la campaña electoral de Trump, vemos que este necesita asegurar los votos de un gran estado como la Florida, por lo cual le ha entregado el control de América al senador anti-cubano Marcos Rubio, a Carlos Trujillo (ex representante en la OEA y propuesto para ocupar la Subsecretaría de Estado para América Latina), a Mauricio Claver Carone (flamante presidente del BID), de quienes Luis Almagro aparece como uno de sus representantes, junto a algunos gobiernos como los de Colombia y Brasil.

La campaña presidencial en los EEUU trascurre en medio de un clima que se ha radicalizado. Un hombre tan moderado como Biden se ve obligado a escoger como candidata a la vicepresidencia a una mujer, afrodescendiente y con cierto perfil de izquierda (dicho dentro del contexto político de los EEUU) como Kamala Harris. Había que cubrir el grado de sensibilidad social creado por la muerte violenta de George Floyd en Minnesota, mientras el actual presidente hace gala de su desprecio por la vida de los más vulnerables, ya sea debido a la represión, a la pobreza o al covid-19.

De todos modos, creo personalmente que ninguno de los candidatos a presidir los EEUU va a modificar sustancialmente la relación de los Estados Unidos con América Latina. La mayor diferencia entre ambos tiene que ver con la política interna, pero ninguno es capaz de detener la potencia que tiene el capital globalizado sobre nuestra región. A lo sumo, lo que podría incidir en nuestros países es ese clima de efervescencia social, por la influencia cultural de los EEUU. 

El factor central de la disputa geopolítica está centrado en quién liderará la tecnología de quinta generación, el 5G. Creo que esto tiene la misma relevancia que en el siglo XIX tuvo la revolución industrial, para modificar las condiciones de trabajo y el sistema de producción, o que después de la caída de Wall Street en 1929 tuvo el Estado de Bienestar, o, durante los años 80 cuando se combina la revolución tecnológica con la desregulación financiera y se reconfigura el capitalismo de productivo a financiero.

En este momento estamos también en un punto de inflexión respecto del cambio de paradigma productivo, porque es tal la velocidad con la que se va a modificar el sistema de comunicación con la tecnología de quinta generación, con la multiplicación de los satélites, su menor distancia de la tierra, su combinación con la investigación cuántica, que va a permitir que un cirujano de alta complejidad esté en una punta del planeta y pueda hacer una intervención quirúrgica a un paciente que está en la otra punta del planeta con más precisión que si lo estuviera haciendo presencialmente. Y esto va incidir en la manera que van a organizarse todas las relaciones de producción, de trabajo, educativas, de comercio, e incluso interpersonales.

Al observar las posiciones geopolíticas que han tenido China y Rusia, por ejemplo en defensa de la autonomía de Irán para manejar su tecnología nuclear, o por ejemplo en defensa de Siria o en el reconocimiento del estado de Palestina o de la autonomía de Venezuela, se nota un compromiso con un valor fundamental para nuestra región: la estatalidad.

El secretario general de la OEA, Luis Almagro, junto al diputado venezolano Juan Guaidó, a quien brindó apoyo cuando se autoproclamó presidente de Venezuela. Fuente Cartamaior.

Un país que sufre un bloqueo como Venezuela y con la crisis generada por el desabastecimiento y la injerencia permanente que tiene de Estados Unidos desde el Norte, Colombia en su frontera occidental y el Brasil de Bolsonaro en su frontera sudoriental, si todavía se mantiene independiente responde a dos órdenes de causas: una interna, que es su unidad cívico-militar y la elevada conciencia social y política de su población, y la otra externa, que es el apoyo recibido por el bloque eurasiático mencionado. Este apoyo no intervencionista es fundamental para sostener la autonomía que necesita nuestra región para ser un integrante más de la multipolaridad en construcción.

Los nuevos comportamientos de la derecha

El capitalismo financiero ha creado determinadas formas de organización social que se aceleraron con el virus. Por ejemplo, el teletrabajo, la educación a distancia, algo que ya venía con anterioridad como es la terciarización de la producción, todos elementos que fragmentan a la sociedad, la hacen replegar hacia el individualismo, quiebran lazos y debilitan la construcción del sujeto social y político capaz de interpelar las maniobras de los poderes concentrados.

También nos perjudica la imposibilidad de ocupar los espacios públicos, que son una herramienta fundamental de la democracia participativa. Si, ante recientes hechos destituyentes ocurridos en nuestro país, hubiésemos podido movilizar cientos de miles de personas como lo veníamos haciendo, estos hubieran tenido mucho menos repercusión de la que tuvieron. Este debilitamiento de los lazos sociales crea condiciones favorables para la confusión y el malestar, para apelar a los sentimientos más bajos de la condición humana y no a los más altruistas. Y eso es lo que buscan los sectores que conspiran contra una democracia integral, con pensamiento crítico e independencia económica. Crean el caos y luego culpan al gobierno por ese caos.

Algo similar está sucediendo en todo el mundo. Entonces, si unimos esta fragmentación del sujeto social con el permanente llamado al individualismo y al quiebre de los lazos sociales manejado por las redes que hoy ocupan un lugar tan preponderante sobre todo para las personas más jóvenes, y sumamos mensajes que instan al malestar, la angustia, el odio y la incertidumbre, la consecuencia es la desorganización de la sociedad como sujeto político. Su única coherencia reside en la intención de quebrantar la capacidad del Estado para mantener la organización social.

Si no han caído las bolsas internacionales pese al desplome del petróleo, de las commodities y de la industria aérea es porque lo compensó la toma de ganancia de los grandes servidores de la tecnología digital. Lo que aparenta ser una democratización de la comunicación, está manejado en su vértice por grandes monopolios exentos de toda regulación. Cuando las personas se tornan más rentables para este sistema cuanto más horas estén pendientes de una pantalla, la sociedad corre el riesgo de convertirse en una mercancía al servicio del mismo.

Argentina y la región

Termino vinculando Argentina con América Latina. Más allá de los comentarios de distinto orden que podamos hacer respecto de nuestro gobierno, debemos ser conscientes de que ha tratado de hacerse cargo de la situación de millones de personas afectadas, no sólo por la situación sanitaria sino también económica. Y eso, en un contexto de deslegitimación sistemática del rol del Estado, debe ser valorado de manera principal, respecto de otras observaciones que se pudieran hacer.

Ante la movilización popular que están viviendo otros países de la región como Chile, Bolivia, Colombia o Ecuador, es necesario tomar conciencia de la necesidad de sumarle a ello la organización política, sindical y de los movimientos sociales y culturales para disputar y reconquistar la administración del Estado. Porque si la movilización se torna crónica termina siendo caldo de cultivo para que el poder opere intentando generar contradicciones secundarias al interior de la misma. Y se corre el riesgo de lesionar nuestra condición de zona de paz, convirtiéndonos en un algo similar a lo que fue la “Primavera árabe”, que terminó en la mayoría de los casos debilitando la estatalidad. 

Si la Argentina está un paso más adelante en esa lucha en la región, es, entre otros factores, porque la memoria histórica y social ha quedado definitivamente marcada por el peronismo. Difícil de entender desde las categorías intelectuales europeas, pero sencillo a la hora de medir el estándar de derechos y de organización social de nuestro Pueblo.

* Abogado y docente universitario. Embajador argentino en la OEA. Ex diputado nacional.