La creación de la bandera nacional
En la historia hay hechos que perduran en la memoria colectiva, estos remiten al origen de la identidad de un pueblo y su evocación no sólo tiene como objeto rendir homenaje al sacrificio de los predecesores, sino también reafirmar los ideales y valores de pertenencia a una entidad histórica.
En la antigüedad, la formación de una identidad cultural, en muchas ocasiones, hacía referencia a un mito fundacional, frecuentemente sacralizado por la intervención directa de los dioses. En los albores de la modernidad, el surgimiento de las nacionalidades también responde a un hecho del pasado que, por su significación y trascendencia, señala un antes y un después en una sociedad.
El año 2020 conmemora el "bicentenario" del fallecimiento de Manuel Belgrano: abogado, economista, escritor, político, diplomático y militar, una figura cuyo reconocimiento en nuestra historia, compleja y complicada, despierta pocas controversias, siendo Manuel un ícono popular que, como pocos, supo interpretar y conducir a su pueblo y también supo transmitir a la posteridad valores y conductas que, encarnadas en símbolos, nos identifican como nación.
Tal vez haya sido el cacique Cumbay quien describiera mejor el espíritu de Belgrano, cuando al conocerlo le dijo: “…Que no lo habían engañado, que era muy lindo, y que según su rostro así debía ser su corazón…”1.
La gesta de la independencia americana fue una lucha prolongada que conmovió a toda Hispanoamérica y al concierto de naciones fundadas sobre valores que aún eran una aspiración en el Viejo Mundo, como la soberanía popular, la república, la emancipación de los pueblos como también un sentido social que puso fin de hecho a la esclavitud y al trabajo forzado de los pueblos originarios. Belgrano fue parte de ese proceso histórico de ruptura del vínculo colonial, que abrió paso a la fragmentación de un espacio común que dio origen, en su devenir, a las actuales identidades nacionales.
Siempre una revolución es una tarea inconclusa y la República Argentina de hoy, es una construcción histórica en desarrollo, seguramente mejor que su pasado colonial, donde se encadenan los sueños y sacrificios de nuestros mayores de distintas generaciones, que ganaron con su lucha un patrimonio de derechos y recursos que heredamos y debemos garantizar a las generaciones venideras.
Manuel Belgrano
La bandera nacional, creada por Manuel es, junto al himno, un símbolo fundamental de nuestra historia. El diccionario de la Real Academia española define símbolo, como una representación de un concepto moral o intelectual que es decodificado por quienes comprenden su significado a través de insignias o emblemas.
Los símbolos encarnan ideales y luchas y, por lo tanto, reflexionar acerca de su significado, estudiar sus raíces y quienes fueron sus creadores, constituye un componente importante para comprender una época que pervive en nosotros.
Manuel Belgrano nació en Buenos Aires en 1770, en el seno de una próspera familia de origen genovés dedicada al comercio ultramarino. Por su acomodada posición social, pudo trasladarse a España a recibir una sólida formación académica en abogacía y economía. A su regreso al Río de la Plata, en 1794, fue nombrado por el Rey Secretario del Consulado de Buenos Aires, una institución cuyo propósito fue fomentar políticas destinadas al bienestar general mediante la producción de frutos de la tierra y el comercio.
También son reconocidos sus esfuerzos en el ámbito educativo promoviendo la fundación de la Escuela de Náutica y la Academia de Geometría y Dibujo. Belgrano, a través del Consulado, también abogó por la creación de la Escuela de Comercio y la de Arquitectura y Perspectiva. Estas escuelas fueron cerradas, en 1803, por el ministro Godoy por ser consideradas un lujo para una colonia.
En 1796, según nos cuenta en sus memorias, el Virrey Melo lo invitó a formar parte de las milicias de la ciudad, destinadas a complementar las tropas regulares en caso de que la ciudad fuera atacada. Así, comenzó un rudimentario entrenamiento militar que, años más tarde, con motivo de las Invasiones Inglesas, lo llevó a ser elegido “por mis paisanos” como Sargento Mayor del Regimiento de Patricios.
De este período, podemos concluir que Manuel Belgrano poseía la formación académica más sólidas de su tiempo, un interés permanente por el bienestar general como también la frustración de un funcionario que constata que dentro del orden colonial no hay espacio para el desarrollo de su pueblo.
Como decíamos, después de la Reconquista de Buenos Aires en agosto de 1806, un Cabildo Abierto promovió la formación de un ejército de la ciudad y nombró a Liniers como jefe militar del mismo. La movilización ciudadana conformó regimientos por origen de nacimiento y cada sector eligió a sus propios jefes. Belgrano expresó: “…después que se creó el cuerpo de Patricios, mis paisanos, haciéndome un favor que no merecía, me eligieron Sargento Mayor y, a fin de desempeñar aquella confianza, me puse a aprender el manejo de armas, y tomar sucesivas lecciones de milicia….”2.
En esta frase, estamos observando el nacimiento de otro Belgrano, el líder popular y revolucionario, quien elegido por sus hermanos toma las armas, teniendo su bautismo de fuego en la Defensa de Buenos Aires contra la invasión inglesa y que, más allá de su vocación personal, va a mantener su condición de miliciano dado que le permitía “…ponerme, alguna vez el uniforme, para hermanarme con mis paisanos…”3.
Son permanentes las referencias al sujeto social que está promoviendo los cambios, el pueblo organizado en milicias, del cual Manuel aceptó con orgullo ser un representante activo de sus intereses. En 1810, reiteró que la condición de Patricio, fue la causa por la cual “…mis paisanos me eligen para uno de los vocales de la Junta Provisoria …”4.
Toda revolución es un tiempo tormentoso, donde sus líderes, frecuentemente, son superados por acontecimientos vertiginosos. En pocos meses, a Belgrano le fue conferido el empleo de general para llevar adelante la Campaña al Paraguay de principios de 1811, en la cual fue derrotado. Fue transferido al frente de la Banda Oriental, donde fue relevado del mando para ser juzgado su comportamiento por el nuevo gobierno conocido como la Junta Grande. En pocos meses, la revolución devoró a líderes como Liniers, Moreno, Alzaga y Saavedra, entre otros.
Belgrano logró superar estos primeros tiempos tormentosos de la guerra de emancipación y, a principios de 1812, fue nombrado al frente de unas baterías de artillería organizadas para custodiar el Río Paraná en Rosario. Fue en este ámbito que decidió darle a la revolución un sentido que, hasta el momento estaba implícito, pero no manifestado: la lucha de los pueblos por su emancipación.
En Rosario, denominó a las baterías Libertad e Independencia y, el 27 de febrero de 1812, enarboló una bandera blanca y celeste, “conforme a los colores de escarapela”5, según manifiesta en su carta al Triunvirato. El gobierno, sujeto a las indicaciones de Lord Strangford6 contestó rápidamente, “haga pasar como un rasgo de entusiasmo el suceso de la bandera blanca y celeste enarbolada, ocultándola disimuladamente y sustituyéndosela con la que se le envía…”7.
Según varios autores, compendiados por el Ing Eduardo Pérez Torres, la Bandera de Belgrano tiene la disposición de los colores de la escarapela con fondo blanco y centro azul celeste, siendo, según su investigación ésta la bandera creada a orillas del Paraná.
Belgrano, que previamente había sido designado Jefe del Ejército Auxiliar del Perú, partió hacia el norte el 1° de marzo, sin recibir la respuesta de rechazo del Triunvirato, reemplazó al general Pueyrredón a fines de ese mes y estableció su cuartel general en la ciudad de Jujuy. Allí, conmemoró el segundo aniversario de la Revolución de Mayo, presentando la Bandera creada en Rosario, arengando al pueblo y la tropa expresó: “…Por primera vez veis la bandera nacional en mis manos, que ya nos distingue de las demás naciones del globo…”8.
Cuando el gobierno se enteró de este segundo acto, acusó a Belgrano de desobediencia al poder político. Este respondió sorprendido nunca haber recibido la primera orden del gobierno y guardó la bandera, dedicándose de lleno a la preparación del Ejército frente a una inminente invasión realista, tras la toma de Cochabamba por parte del general Goyeneche9.
En estas circunstancias, comienza a gestarse una de las páginas más heroicas de nuestra historia, donde se puso de manifiesto el sustento social de la Revolución y el liderazgo de Manuel Belgrano como conductor de un pueblo en armas, dispuesto a dejar arrasada su propia tierra, quemando todo lo que pudiera serle de utilidad al invasor.
El “Éxodo jujeño” comenzó a principios de agosto de 1812 y el Ejército inició su retirada hacia Tucumán varios días después. Los choques con la vanguardia realista eran frecuentes, por lo cual Belgrano decidió reforzar la retaguardia y librar un combate que frenara su avance. El choque se produjo en el Río Piedras, el 3 de septiembre, sorprendiendo a los realistas ganando el tiempo necesario para organizarse en Tucumán.
Las instrucciones del gobierno a Belgrano eran claras: no exponer al Ejército a una batalla en situación desfavorable. Sin embargo, el pueblo tucumano estaba decidido a pelear y reforzar con milicias a un Ejército mal preparado y en inferioridad numérica. Belgrano asumió el desafío de dar batalla.
Batalla de Tucumán
En 12 días, se dio la instrucción posible, se reforzó con paisanos la infantería y los cuerpos de caballería para pelear. El general Paz, protagonista de esos hechos como joven teniente, expresó en sus memorias: “…Nuestro ejército, que tendría como nueve cientos infantes y seis cientos caballos, incluida la milicia..."10.
El general realista Pío Tristán nunca creyó que Belgrano estuviera en condiciones de presentar batalla, por lo cual buscó rodear la ciudad a fin de cortar su retirada. Belgrano por su parte, atrincheró la ciudad y formó al Ejército para enfrentarse en el Campo de las Carreras, previendo que la fuerza enemiga vendría desde el Norte. La consecuencia de estas decisiones encontradas fue una gran confusión en ambos bandos. La lucha duró todo el día, la infantería criolla al mando de Dorrego derrotó al enemigo en su frente, mientras el resto del combate fue indeciso. Recién a la mañana siguiente, cuando los realistas se replegaron hacia Salta, se constató una victoria de alcance estratégico para la causa de la emancipación.
Una de las consecuencias de la Batalla de Tucumán fue la caída del Primer Triunvirato y la designación de otro que convocó a la Asamblea General Constituyente del Año XIII. En estas circunstancias, Belgrano ya en marcha hacia la ciudad de Salta, volvió a enarbolar la Bandera blanca y celeste y la hizo jurar al Ejército, el 13 de febrero, a las orillas del Río Pasaje. Por primera vez en nuestra historia, una bandera que no era la española guiaba las tropas en campaña y a un pueblo en revolución. Dicho río, desde entonces, se lo conoce como Juramento.
En su avance hacia Salta, Belgrano condujo al Ejército por la quebrada de Chachapoyas, un camino que le permitió eludir al Ejército realista, sorprender a Tristán y obligarlo a cambiar de dispositivo en poco tiempo. El ímpetu del ataque patriota fue tal que su fuerza se desbandó y derrotado pidió la rendición. En esta batalla Doña Martina Silva condujo una partida de gauchos al combate y Juana Moro fue otra mujer que luchó con valor en esa jornada.
Mientras tanto en Buenos Aires, ya sesionaba la Asamblea del año XIII, la cual dispuso cambiar la enseña española por una bandera celeste y blanca, con los mismos colores pero en distinto ordenamiento de la creada por Belgrano, enviando una al Ejército Auxiliar del Perú que debió haber llegado antes de su partida hacia Potosí.
El Sol recién se insertará por disposición del Directorio en 1818.
Ya en Jujuy próximo al 25 de mayo, Belgrano en reconocimiento al sacrificio de su pueblo, creó una bandera blanca con el recientemente creado Escudo Nacional. A esta enseña, los jujeños la denominan la bandera de la Libertad Civil.
Actualmente esta bandera se encuentra en la Casa de Gobierno de la Provincia de Jujuy.
A principios de agosto de 1813, Belgrano ya se encontraba instalado en Potosí, en donde se sabe que ingresó con la bandera celeste y blanca remitida por la Asamblea.
La acción de Belgrano en el Alto Perú fue activa y decidida. Según refiere Pérez Torres: “…Dividió en 8 las provincias del Alto Perú…y colocó a la cabeza gobernadores de fuste, como Álvarez de Arenales en Cochabamba, Ortiz de Ocampo en Charcas, Ignacio Warnes en Santa Cruz…”, todos ellos fueron la base de la resistencia de la llamada “Guerra de las Republiquetas” que hasta 1816 detuviera la ofensiva realista. Su relación con los pueblos originarios, andinos y guaraníes, fue de vital importancia en esa región para sostener el Ejército y, posteriormente, para negar apoyos al enemigo.
Sin embargo, la suerte de las armas sería esquiva al Ejército Auxiliar del Perú, siendo derrotado por Pezuela en la batalla de Vilcapugio, el 1 de octubre de 1813. Se retiró hasta Macha, desde donde comenzó a reorganizar sus fuerzas con un gran apoyo indígena, llegando a remontar 3.400 efectivos, pero casi sin preparación militar. En esta situación, acudieron en su ayuda el terrateniente de Chuquisaca, Manuel Asencio Padilla y su esposa Doña Juana Azurduy, quienes asistieron a las tropas con 300 corderos, cebada y otros sustentos11.
La batalla final se produjo el 14 de noviembre en Ayohuma. La superioridad realista se tradujo en una cruenta derrota del Ejército patriota que inició su retirada desde el Alto Perú hacia el Sur. Sobre esta marcha, expresó el general Paz: “…No hubo entonces riñas fratricidas, no pueblos sublevados para acabar con los restos del ejército de la Independencia; nada de escándalos que deshonran el carácter americano, y manchan la más justa de las revoluciones…”12.
Así finalizó la campaña de la segunda Expedición Auxiliadora y la presencia del general Belgrano en el Alto Perú. Sin embargo, las banderas de Belgrano tendrían una historia por contar.
Capilla de Macha donde fueron encontradas las dos banderas que Belgrano mandó a ocultar para que no cayeran en manos de los realistas.
En el año 1885, en la capilla de Titiri fueron encontradas dos banderas de seda celestes y blancas: una con la franja celeste al medio, y la otra, con la blanca en esa disposición. Finalmente, las banderas fueron llevadas a Sucre. “…Agregó (el cura párroco) que perteneciendo dichas banderas al Ejército Auxiliar, enviado al Alto Perú por el gobierno del Río de la Plata, bajo el comando del ilustre general Belgrano, a sostener la gloriosa guerra de la independencia colonial, experimentaba verdadera complacencia en acceder a la reiterada petición de S. S el señor Alberto Blancas, encargado de negocios ad interin de la Argentina, entregando una de las banderas mencionadas en este acto, sin embargo de que su gobierno y la República boliviana había deseado mantener entre sus recuerdos históricos tan valiosos objetos que simbolizan los esfuerzos comunes empleados por ambos pueblos a favor de la causa americana…”13.
El ingeniero Pérez Torres, recopilando opiniones y documentos de historiadores bolivianos como Alfredo Jauregui Rosquellas y Joaquín Gantier y otros argentinos, concluye que, en el desenlace de la batalla de Ayohuma, Belgrano buscó evitar que las banderas cayeran en poder realista y mandó al coronel Cornelio Zelaya a ocultarlas y éste habría sido quien las depositó en la capilla de Titiri, donde permanecieron preservadas por 72 años14.
Hoy, la llamada “Bandera de Macha”, se encuentra en Sucre en el Museo Casa de la Libertad y, según varios historiadores nombrados en este artículo, sería la bandera creada por Belgrano a orillas del Paraná en 1812. La bandera enviada a la Argentina por la República de Bolivia, se encuentra en el Museo Histórico Nacional, es conocida como la “Bandera de Ayohuma” y según, éstos mismos historiadores sería la remitida al Ejército del Norte por la Asamblea del Año XIII.
La historia de las banderas de Belgrano, es la historia de un símbolo de nuestra emancipación. Belgrano, San Martin, Güemes, Moldes, Pueyrredón, Álvarez de Arenales, Warnes, Juana Azurduy son mucho más que próceres de los argentinos; son Héroes de la Patria Grande, como lo son Bolívar, Sucre, O'Higgins, Artigas, Méndez, Arraya, y Padilla. Los ideales que ellos encarnaron, no estaban circunscriptos por las actuales fronteras como tampoco lo estaban las luchas de los pueblos que son el sujeto de la historia que intentamos recrear.
1. AA.VV. (1977). Crónica Argentina. Buenos Aires: Ed Codex. Tomo 2, p. 55.
2. Belgrano, Manuel, Fragmentos de sus Memorias en: Paz, José María (1892). Memorias Póstumas. La Plata: s/f. p. 49.
3. Op. Cit., p. 49.
4. Op. Cit., p. 50.
5. Pérez Torres, Eduardo. (2010). Bandera de Macha. Salta: Ed Hanna, p. 22.
6. “Mayo Documental”, Universidad de Buenos Aires, Tomo XI, pp. 318 y 319, y “Correspondencia de Lord Strangford”, Archivo General de la Nación, pp. 13 y 14.
7. N del A: Bandera de Macha que se encuentra en el Museo Histórico de la ciudad de Sucre, República de Bolivia.
8. Pérez Torres, Eduardo, Bandera de Macha, Salta, Ed Hanna, p 32
9. N del A: Según varios autores, compendiados por el Ing. Eduardo Pérez Torres, la Bandera de Belgrano tiene la disposición de los colores de la escarapela con fondo blanco y centro azul celeste, siendo, según su investigación ésta la bandera creada a orillas del Paraná.
10. Paz, José María (1892). Memorias Póstumas, La Plata: s/d, p. 56.
11. Pérez Torres, Eduardo (2010). La Bandera de Macha. Salta: Ed Hanne. p. 74
12. Op. Cit. p. 17.
13. Carta del Ministro de Relaciones Exteriores de Bolivia Emeterio Cano del 24 de noviembre de 1902, publicada en: Jauregui Rosquellas, Alfredo Bandera de Belgrano, citada en: Pérez Torres, Eduardo (2010). La Bandera de Macha. Salta: Ed Hanne.
14. Pérez Torres. Op. Cit., p. 74.