Pedagogía descolonizadora en tiempos de desintegración
Hacia finales del siglo XX y principios del XXI, en América Latina, emergieron nuevos movimientos nacionales y populares que reimpulsaron los procesos de integración. La construcción de nuevas organizaciones regionales (tales como UNASUR y CELAC) y la revitalización de otras ya existentes (como el MERCOSUR), fueron expresión de este fenómeno. La confluencia política de Argentina, Brasil, Venezuela (acompañados por Uruguay y Paraguay), Bolivia y Ecuador constituyó un eje aglutinador desde el cual se configuró una fuerza centrípeta que convocó también a América central y el Caribe.
El Preámbulo del Tratado constitutivo de la Unión de Naciones suramericanos del 23 de mayo de 2008 sintetiza la propuesta de quienes retomaron las banderas americanistas de Bolívar y San Martín. El mismo, enuncia que esta unión se encuentra “apoyadas en la historia compartida y solidaria de nuestras naciones, multiétnicas, plurilingües y multiculturales, que han luchado por la emancipación y la unidad suramericana, honrando el pensamiento de quienes forjaron nuestra independencia y libertad a favor de esa unión y la construcción de un futuro común”.
Recientemente, Brasil, Argentina, Colombia, Paraguay y Perú han anunciado su retiro de la UNASUR. ¿Qué implicancias tiene para la región esta decisión? Consideramos que constituye un fuerte retroceso no solo en las políticas integracionistas sino también en la defensa de la soberanía nacional y regional.
Tal como afirmaba el pensador argentino Manuel Ugarte, América Latina constituye una nación desmembrada, resultado de las pugas internas del siglo XIX en el marco del accionar del imperialismo británico y estadounidense. La balcanización, al decir del historiador Abelardo Ramos, fue requisito necesario para la instauración del orden semicolonial en la región. La tarea de reafirmación de la soberanía, entonces, se encuentra íntimamente ligada a la posibilidad de construir lo que Methol Ferré llamaba un Estado continental. Recientemente Álvaro García Linera sostuvo: “Soy un convencido de que América Latina sólo va a poder convertirse en dueña de su destino en el siglo XXI, si logra constituirse como una especie de Estado continental, plurinacional, que respete las estructuras nacionales de los Estados pero que, a la vez, tenga un segundo piso de instituciones continentales en lo financiero, en lo económico, en lo cultural, en lo político, en lo comercial…” (Buenos Aires, el 17 de mayo de 2016).
Una de las mayores dificultades para avanzar en este camino radica en las limitaciones en la construcción de una identidad latinoamericana. Una identidad que permita fortalecer una ciudadanía regional, y que no se halle anclada solamente en los Estado-nación, ficticiamente construidos bajo el sistema semicolonial. Para esto, entendemos que resulta indispensable una reforma educativa que permita construir las herramientas para que todos los latinoamericanos y latinoamericanas conozcamos nuestras raíces históricas. La integración educativa debe constituirse entonces, en una prioridad al interior de las políticas públicas nacionales y en la agenda de trabajo de las organizaciones regionales.
En el proceso de integración de inicios del siglo XXI se han realizado diversos avances. Entre 2010 y 2012 se conformó el Consejo Suramericano de Educación, Cultura, Ciencia, Tecnología e Innovación (COSECCTI) devenido en el Consejo Suramericano de Educación (CSE); se crearon asimismo, una Red de Instituciones de becas de UNASUR y los programas e iniciativas de Movilidad académica regional y desarrollo de investigaciones implementados. Estas acciones se sistematizaron dentro del Plan estratégico quinquenal (2013-2017) donde se enunciaban como objetivos: la integración regional, la defensa de los Derechos humanos, la equidad e inclusión social, la equidad de género, la intraculturalidad e interculturalidad; la participación ciudadana y la conciencia ecológica y sustentabilidad.
Estas acciones se enmarcan en lo planteado por los Estados miembros de la UNASUR cuando “afirman su determinación de construir una identidad y ciudadanía suramericanas y desarrollar un espacio regional integrado en lo político, económico, social, cultural, ambiental, energético y de infraestructura, para contribuir al fortalecimiento de la unidad de América Latina y el Caribe…” (Tratado Constitutivo de la UNASUR, 2008).
En este contexto, con el propósito de brindar herramientas para la formación de esta nueva ciudadanía la Dra. Ana Jaramillo impulsó la creación de un grupo de estudio que encarara la tarea de construir un Atlas Histórico de la Patria Grande. En el prólogo de esta obra, publicada en 2016 (Tomo 1) y 2017 (Tomo 2 y 3) Jaramillo sostiene: “Hace tiempo que comenzaron a realizarse atlas históricos mundiales o particulares, de regiones, de culturas o de diversas actividades del hombre. Sin embargo, pocos han realizado el esfuerzo también titánico de hacer un Atlas histórico de nuestro continente (…) América Latina aparece en los atlas universales como un remoto y desconocido pequeño espacio del fin del mundo (…) Sin embargo, consideramos que esa historia es posible de revertir”.
El Atlas se organiza en tres tomos. El primero, aborda la historia desde el poblamiento de América hasta la Revolución Mexicana; el segundo, desde principios del siglo XX hasta nuestros días. En los capítulos que componen estos tomos, se desarrollan los principales procesos políticos, económicos, culturales y sociales, pero también estudios específicos de algunos ejes considerados imprescindibles tales como la historia de los nombres de América Latina, de las representaciones cartográficas, de la lucha de los campesinos, del movimiento obrero y de las mujeres. Se estudian temáticas centrales para reflexionar sobre quiénes somos, hacia dónde vamos y cuáles son nuestros principales desafíos, en terrenos tales como la salud, la educación, el urbanismo, la defensa, la música, la religión, las lenguas, la comunicación y la cultura jurídica.
Ahora bien, en el actual contexto de debilitamiento de la UNASUR a partir del retiro de parte de sus miembros, se han puesto en cuestión todos los proyectos vinculados a la agenda de integración cultural. Este debilitamiento debe ser entendido como una decisión estratégica de los gobiernos conservadores de la región, funcional a los proyectos oligárquicos de las patrias chicas. Nos encontramos ante la histórica disyuntiva de recolonización o independencia, en un contexto complejo donde el orden mundial se encuentra en una etapa de redefinición. El lugar que ocupará nuestra región en la geopolítica mundial dependerá, en gran medida, de la capacidad de retomar las sendas de la unidad y profundizar los avances logrados por los gobiernos populares del siglo XXI. Si prima el desmembramiento, no habrá cumplimiento efectivo de la soberanía, la avanzada recolonizadora no podrá ser detenida y con ella, el aumento de la desigualdad y la injusticia social. Por la dimensión de los desafíos que América Latina enfrenta, esperamos que el Atlas de la Patria Grande, realizado desde el territorio más austral de Nuestra América, pueda convertirse no solo en una herramienta pedagógica sino también en una herramienta de formación política para continuar la lucha por la justicia y la emancipación definitiva de nuestros pueblos.