Indios, criollos y británicos en la formación surera argentina (I)

Entrega introductoria a una serie enmarcada en lo que el autor define como revisionismo geográfico, a través de la cual se abordará la formación territorial del sur argentino en clave geocultural e identitaria.
Por Ernesto Dufour *

 

El presente ensayo, que se despliega en una serie de cuatro capítulos1, se enmarca, en términos amplios, en el horizonte de sentido que abre el todavía innominado revisionismo geográfico. Una dimensión de análisis que, en rigor, no se encuentra “en formación”, ya existe, aunque no haya sido tematizado así. Pensadores de la talla de Arturo Jauretche, Manuel Ugarte, Methol Ferré, Rodolfo Kusch, Enrique Guglialmelli, Amelia Podetti, Juan José Hernández Arregui, Juan Domingo Perón, entre otros, incluyen elementos fecundos para la revisión de las categorías sobre el espacio geográfico nacional moldeadas, desde mediados del siglo XIX, después de Caseros y Pavón. Este revisionismo se manifiesta de manera nítida en las zonceras sobre el espacio de Arturo Jauretche, como aquella que sostiene que “el mal que aqueja a la Argentina es la extensión”; en el ideal movilizador de Patria Grande de Manuel Ugarte, que establece un “salto de escala” del sentido de nacionalidad; en la categoría Geocultura de Rodolfo Gunther Kusch, entendida como “el umbral de arraigo o punto de apoyo espiritual que toda cultura debe tener” y en las categorías de periferia y conciencia ecuménica de Amelia Podetti en tanto herramientas potentes que permiten revisar los llamados imaginarios geográficos y sentidos de pertenencia territorial que asumen a la Argentina como “sucursal de Europa en América”, con sede en el centro civilizador de Buenos Aires y su orgullosa pampa gringa frente a la “barbarie” americana que la circunda. Un horizonte de sentido de escasa o prácticamente nula penetración en los desarrollos académicos de la geografía humanística y social argentina.

De esta manera, a toda historia oficial de cuño liberal, portuario y oligárquico le corresponde una concomitante geografía oficial (y viceversa) en tanto tiempo y espacio constituyen dos carillas de una misma hoja que se reclaman mutuamente, dado que no hay presente sin presencia que configura un sentido de nacionalidad argentina “distinto y distante”, ontológicamente hablando, del resto de la realidad continental de la cual surge y es parte constitutiva, configurando una relación de contraposición (“somos argentinos en la medida que no somos latinoamericanos”) antes que de raíz común, confluencia, mancomunión, o bien, de destino compartido.

La recuperación del pensamiento nacional latinoamericano en el ámbito académico, incluida su medular labor revisionista, no implica claro está la repetición mecánica de los postulados y citas de sus principales maestros en incesante letanía (como falsamente es acusado desde el formalismo académico y sus derivas de cuño liberal o progresista ante la supuesta obsolescencia de esta rica corriente de pensamiento)2, sino remozar un insumo intelectual y vitalmente desbordante, que impulsa a repensar hoy lo propio acá.

Se trata de recuperar el legado ético-político, geoestratégico y espiritual del pensamiento original americano en el intento de superar la penosa tradición de pensar sin arraigo en tanto constituye un cimiento sólido para el relanzamiento del proyecto político y cultural (y, por ende, territorial, lo cual incluye la representación del espacio en él consustanciado) argentino, en el marco del presente escenario geopolítico cada vez más complejo y lacerante que nos atraviesa dramáticamente como comunidad nacional y continental.

 

Fuente: Pixabay.

 

Desde este punto de partida, se abordará en cuatro entregas sucesivas la llamada “cuestión mapuche” que es, en la actualidad, y de manera creciente, tapa de los principales diarios y medios de comunicación, incluidas las redes sociales en Argentina. Una cuestión que conlleva consecuencias y derivaciones potencialmente fragmentadoras en términos de disgregación territorial de la Patagonia continental en un contexto geopolítico en el cual ya no resuena como “conspiranoica” dicha posibilidad, dimensión crítica de cara a la todavía vigente usurpación británica del Atlántico Sur y del escenario post Tratado Antártico en pleno curso3. En suma, un problema que pone en jaque, una vez más, la integridad territorial argentina.

No es objeto del presente trabajo abordar el problema de tenencia de la tierra de las comunidades indígenas en la actual coyuntura argentina sino interpelar (es decir, revisionar) las matrices interpretativas predominantes tanto en la esfera pública como en el ámbito político y académico, a propósito de aquello que comúnmente aparece bajo el rótulo de “los mapuches”. Y esto con el fin de brindar una mirada más amplia que busca restituir la riqueza y complejidad al incesante proceso de formación territorial argentino con foco en el sur de la vasta frontera pampeano-patagónica desde fines del siglo XVIII hasta finales del siglo XIX.

Aquellas matrices se encuadran casi exclusivamente dentro del llamado “pensamiento indigenista”, que encuentra su raíz en las categorías de la antropología anglosajona que comenzaron a ser parte de las agendas académicas argentinas desde inicios de los años 90 (en concomitancia con el surgimiento del nuevo orden global atlantista en ciernes) obliterando los fructíferos desarrollos de vasto alcance de la antropología, la filología y etnografía de cuño nacional americanista, las cuales quedaron subsumidas al ostracismo, el ninguneo y/o a la admonición ideológica ante la supuesta superación intelectual de dicho legado por parte de los desarrollos académicos posteriores.

Profusos trabajos de autores como Enrique Stieben (Diamante, 1893-1958), José Imbelloni (Lauría, Italia 1885-1967), Salvador Canals Frau (Mallorca, España 1893-1958), Ángel Ronseblat (Wegrów, Polonia, 1902-1984), Rodolfo Casamiquela (Ing. Jacobacci, 1932-2008), Guillermo Magrassi (Ciudad de Buenos Aires, 1936-1989) pasando por Carlos Martinez Cerasola (Ciudad de Buenos Aires, 1949-2018), Irma Bernal (América, provincia de Buenos Aires, 1955-) e incluso Raul Mandrini (Ciudad de Buenos Aires, 1943-2015), confluyeron en diferentes períodos y desde diversas perspectivas teóricas e ideológicas en la recuperación y reivindicación del legado y presente indígena como expresión legítima e ineludible de la formación nacional argentina. Todos aportes que resultaron nutrientes esenciales para el despliegue de una filosofía netamente nacional, de carácter nativista y telúrico (esto es, indisociable de la comunidad y el paisaje en el que surge y se inserta) en su indagación sobre el ser y el estar nacional, a través de las obras de pensadores como Carlos Astrada (Córdoba, 1894-1970), Bernardo Canal Feijoó (Santiago del Estero, 1897-1982) y Günther Rodolfo Kusch (Ciudad de Buenos Aires, 1922-1979).

El rescate de una tradición que aborda la cuestión desde adentro es un aspecto nodal. No en el sentido de suscribir a libro cerrado todos sus postulados por el solo hecho de compartir residencia locacional sino por oficiar de insumo fecundo en la comprensión a cabalidad de la geografía ontológica efectiva del flanco surero de la patria, sin estigmatizaciones ni romantizaciones de carácter exógeno a los procesos territoriales realmente existentes, en sus múltiples dimensiones y escalas indisolublemente involucradas.

Se trata de fecundos aportes al interior del campo simbólico del saber nacional que ponen el foco, antes que en la defensa de una imaginaria “pureza étnica intocada de carácter ancestral” (a priori epistémico de la matriz indigenista) de la cual los pueblos indígenas serían portadores, en las fuerzas históricas y espaciales tangibles en terreno, que fueron forjando una dinámica sociedad fronteriza4 asentada en la vasta región pampeano-patagónica incluidos sus espacios ribereños desde fines del siglo XVII en adelante. Lo que Graciela Maturo (Santa Fe, 1928- 2024) denomina, con justicia, una sociedad indiana (es decir “de indias”, no exclusivamente indígena) conformada vitalmente por la fusión de sangres, saberes y valores entre españoles, indios, criollos y descendientes de africanos junto a otras “parcialidades” europeas (por ejemplo, galeses) que fueron deviniendo en el largo histórico, todo ellos, en americanos y, luego, argentinos o chilenos, independientemente de su condición étnica. Todo lo anterior se encuentra atravesado por las determinaciones geopolíticas en la parte más meridional del continente a partir del advenimiento de la modernidad occidental. Una región patagónica (esa “daga que se clava en el continente blanco”) que devino locus en las estrategias de las potencias marítimas consolidadas y emergentes, según el periodo histórico que se considere, con el Reino Unido de la Gran Bretaña como su epítome más acabado.

Luego de cuatro siglos de presencia española en América, se conformó un fenomenal mestizaje étnico y cultural. Un nuevo ethos cultural de carácter multígeno inédito a escala planetaria donde ya no hay (si acaso alguna vez existió) compartimentalización étnica posible, presentada esta como valor positivo en sí mismo por parte de las “taras” del pensamiento occidental de raíz anglosajona. Esto no significa, naturalmente, considerar el proceso histórico y geográfico exento de disputas violentas, inequidades, desigualdades e injusticias de todo tipo (incluidas las de base étnico-racial), presentes en todo proceso histórico a escala universal. No se trata, por tanto, de negar el conflicto asumido como movimiento histórico inacabado e irresuelto en la arena social actual sino, antes bien, recolocarlo en un nuevo entramado de sentido que no busca calificar, clasificar y/o juzgar de manera apriorística, en términos morales o ideológicos, la realidad ontológica efectiva. Una realidad geocultural inextricablemente ligada al campo de fuerzas reales (es decir, a las necesidades, intereses y cosmovisiones de sujetos políticos concretos) que confluyeron en la vasta frontera pampeano-patagónica desde fines del siglo XVII en adelante y que terminaron constituyendo, a partir del siglo XIX, la argentinidad realmente existente, más allá de toda mistificación que pretenda sustituir lo real por lo racional, pensando junto a Fermín Chávez.

Por el contrario, el planteo permite, por un lado, dar cuenta de la reverberación multidimensional y multiescalar inherente a todo conflicto histórico y sus concomitantes problemas territoriales al tiempo que erosiona cualquier intento de normatización teleológica de la realidad por venir a través de una “estética de lo social” o de la “elegancia conceptual” de marcos teóricos que son, en rigor, siempre inacabados e “impuros”, es decir, históricos. Y, por otro y fundamentalmente, abordar a “nuestros paisanos los indios”5 en clave nacional, con foco (ético-epistémico-empírico) en la integración de pleno derecho de las comunidades indígenas al cuerpo e identidad nacional.

Para ello, se torna necesario abordar, a fuerza de realidad, la categoría central de mestizaje antes que promover en el plano del pensamiento científicamente validado una radical particularización y desconexión ontológica de los pueblos indígenas respecto de la formación nacional argentina, la cual suele ser asumida maniqueamente por parte del pensamiento antropológico de raíz anglosajona como mera estructura de poder, intrínsecamente “opresora”, “genocida”, “racista” y, por tanto, ilegítima en sí misma.

 

¿Indios o Gauchos? Indios amigos con sus lanzas en Choele Choel, circa 1868, del grupo de Miguel Linares, quien disponía de grado militar en el ejército nacional y era sobrino de Sayhueque. Luego de 1879 terminó persiguiendo a su propio tío por encomienda de las autoridades nacionales. Fuente: Archivo del Museo Roca – Instituto de Investigaciones Históricas.

 

Concomitantemente, la “cuestión mapuche” en Argentina es leída, no obstante, dentro del marco estrecho de los postulados del “nacionalismo de patria chica”, cultivado asimismo por lo que el pensador nacional Arturo Jauretche (Lincoln, 1901-1974) llamaba la intelligentzia6 y sus renovadas zonceras espaciales: “Mapuches chilenos malos, Tehuelches argentinos buenos” y viceversa, en simétrica reciprocidad, a ambos lados de la cordillera. Ambas concepciones (el indigenismo y el nacionalismo de patria chica) provienen (y confluyen), a pesar de su aparente antinomia, en una misma matriz fundada en el racionalismo abstracto occidental que tiende a ratificar y transpolar al terreno las propias categorías que lo sustentan. Una vez más, la dicotomía sarmientina de “Civilización o barbarie”7 bajo el formato de nuevos eufemismos acordes a las coordenadas geopolíticas vigentes y las renovadas narrativas del poder blando de las potencias atlantistas, ahora aggiornadas en clave etnoglobalista.

Un modo dominante de pensar que se encuentra constreñido a una suerte de “mesianismo invertido”, siguiendo una vez más a Jauretche, en el que solo varían quiénes son los buenos y quiénes son los malos. Ora blancos, ora indios, ora argentinos, ora chilenos, así, sin más. Concepciones que poco explican y todo estigmatizan al tiempo que invisibilizan lo medular: las proyecciones de poder neoimperial anglosajón que se vehiculizan a partir y a través del espacio surero del Atlántico Sur, la Patagonia continental, el corredor magallánico y el territorio antártico todos territorios críticos desde el punto de vista geoestratégico so pretexto de demandas de tipo reivindicativo de carácter “ancestral” o, bien, de defensa “nacional”, en el sentido restringido de patria chica. Demandas, todas ellas, funcionales al histórico redespliegue de poder británico fundado en el principio de “divide et impera”.

Este tipo de abordajes dicotómicos, dentro y fuera de la academia, escaso honor hacen a la verdad histórica y a los procesos territoriales realmente existentes en el terreno con todos sus meandros, estribaciones y rugosidades pero que también ofrece aguadas, prados y valles fértiles los cuales suelen desbordar, por fuerza de los acontecimientos vitales “aluvionales”, cualquier encorsetamiento de tipo teórico y /o ideológico con los que se los pretenda aplanar, encausar o domesticar.

Como resaltan Sara Ortelli8 y Julio Vezub9, el estudio de los pueblos indígenas suele estar dominado por abordajes provenientes mayormente del campo de la etnología y la antropología, ámbitos en los cuales las dimensiones étnico-racial y culturalista adquieren absoluta primacía en detrimento del rico y complejo entretejido sociopolítico, territorial, ético-cultural y geoestratégico de mayor alcance que se fue sedimentando en el espacio pampeano-patagónico-magallánico durante siglos, en el que intervienen no solo los pueblos indígenas e hispano-criollos, aquende y allende la cordillera, sino además otras “parcialidades” europeas, entre ellos galeses y muy particularmente británicos, a uno y otro lado del charco, como sujetos históricos activos. Por el contrario, este trabajo hace foco en el proceso de confluencia y fusión que no implica armonía ni ausencia de conflictos, tensiones e injusticias (incluso raciales, insistimos) entre las parcialidades indígenas entre sí tanto como con el mundo hispano-criollo, antes que en la supuesta desconexión existencial entre ambos, en el marco de las determinaciones de poder mundial que a todos entrelaza.

Los trabajos que completan esta serie son tres además del presente. El primero apunta precisamente a restituir la complejidad en la formación territorial argentina y el papel que le cupo a la constelación de pueblos indígenas en la región pampeano-patagónica en clave nacional americanista. Luego, a la luz de lo anterior, se desmenuzará “la cuestión mapuche” en la Argentina actual, presentando al indigenismo como nueva zoncera espacial. Por último abordaremos, a modo de punto focal del planteo aquí sostenido, la participación indígena durante las invasiones inglesas de 1806-1807, como un ejemplo elocuente del papel decisivo que les cupo a los “naturales de la tierra” en la formación nacional en tanto sujetos políticos de primer orden; hecho trascendental que es invisibilizado (o desustanciado) por la historiografía y la antropología académica.

* Geógrafo (UBA). Diplomado superior en Cultura Brasileña (UDESA-FUNCEB) y en Desarrollo, Políticas públicas e Integración regional (FLACSO). Doctorando en Geografía (UBA). Docente-investigador CEIL y Ob. Malvinas (UNLa). Coord. Red Federal Malvinizar.
Notas

1. Este trabajo surge como producto de las reflexiones desarrolladas en el seminario “Debates en torno de la formación nacional y el nacionalismo en Latinoamérica”, dictado por la Dra. Ana Jaramillo en la Especialización en Pensamiento Nacional latinoamericano de la UNLa durante el año 2018. Una aproximación preliminar del mismo puede encontrarse en Di Vincenzo, F.- Dufour, E., (2020). Indios, criollos, transnacionales y británicos: reflexiones sobre la nacionalidad argentina. Disponible en https://nomeolvidesorg.com.ar/archivo/indios-criollos-transnacionales-y-britanicos-reflexiones-sobre-la-nacionalidad-argentina-por-facundo-di-vincenzo-y-ernesto-dufour/

2. Ver por ejemplo Halperin Donghi, Tulio: El revisionismo histórico argentino como visión decadentista de la historia nacional. Buenos Aires Siglo Veintiuno, 2005. El autor denosta, de modo apriorístico, al revisionismo acusándolo de “simplista, esquemático y monocausal”. Según su mirada reduccionista y sesgada, la matriz revisionista se encuentra constreñida a la vuelta de un pasado imposible (los tiempos de Rosas) signando el desarrollo histórico posterior a una “condición decadentista” respecto de ese pasado (glorioso) perdido. Sin embargo, en esta operación de repulsa intelectual fundada en una supuesta autonomía radical del campo historiográfico, se oscurece de manera intencional, por un lado, las relaciones de poder realmente existentes en el terreno y, por otro, se excluyen las premisas ético-políticas que sustentan sus propias categorías con base en la supuesta neutralidad de la empresa racional, “ilusoriamente emancipada”, de toda determinación política o geocultural más amplia. Específicamente, su obra invisibiliza y desustancia muy particularmente el papel del poder británico en la historia argentina —núcleo medular del revisionismo— a cuyas críticas les asigna un carácter meramente tangencial o las reduce a un infundado “delirio nacionalista”. Resultando así una denostación antes ideológica que estrictamente científica o intelectual.

3. Si bien formalmente el Sistema del Tratado Antártico (STA) tiene vigencia hasta el año 2048, nadie está en condiciones de asegurar que —dada la actual reconfiguración del orden mundial en pleno curso que modificó dramáticamente las condiciones que lo posibilitaron— las potencias en pugna ratifiquen su firma hacia esa fecha.

4. La geografía contemporánea tematiza la diferencia entre límite y frontera. El primero presume la línea de contacto entre conjuntos espaciales diferenciados. Frontera, en cambio, implica la configuración de un lugar de encuentro, transición, fricción, solapamiento y/o intercambios de “fijos y flujos”, al decir del geógrafo brasileño Milton Santos, provenientes del interior de los espacios contiguos.

5. Tal como denominó San Martín a los pehuenches en una proclama suya: “nuestros paisanos los indios”, expresión que dio nombre al notable trabajo de Carlos Martínez Sarasola (1998) Nuestros paisanos los indios. Vida, historia y destino de las comunidades indígenas en la Argentina (EMECÉ, Buenos Aires)

6. “La ‘intelligentzia’ es el fruto de una colonización pedagógica y esto es muy distinto a la espontánea incorporación de valores universales a una cultura nacional, y recíprocamente como pretenden los asépticos expertos en el tema, que prescinden del análisis de las condiciones objetivas.” En: Jauretche, Arturo, Los profetas del odio y la yapa. La colonización pedagógica, Buenos Aires, Peña Lillo Editor, 1967, pp. 143-144.

7. Domingo Faustino Sarmiento, Facundo. Civilización y barbarie [1845], Buenos Aires, Hyspamérica, 1974. Una lectura en profundidad sobre las bases filosófico-políticas que sostienen el ensayo de Sarmiento se encuentra en el libro de Chávez, Fermín, Civilización y barbarie. El liberalismo y el mayismo en la historia y en la cultura argentinas, Buenos Aires, Editorial Trafac, 1956.

8. Ortelli, Sara, “La araucanización de Las Pampas: ¿Realidad histórica o construcción de los etnólogos”, en: Anuario IEHS. Instituto de Estudios Histórico-Sociales “Prof. Juan Carlos Grosso”, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos, Tandil, 1996, pp. 203-225.

9. Vezub, Julio Esteban: Valentín Saygüeque y la gobernación indígena de Las Manzanas, en: Poder y etnicidad en la Patagonia septentrional (1860-1881), Buenos Aires, Prometeo, 2009.


Imagen de portada: "Ramblas", de Oswaldo Guayasamín (tomada de internet https://x.com/LaHJCK/status/1369780008672243721/photo/3).