La misión de la Universidad al servicio del pueblo y de la Nación
Ana Jaramillo nació el 30 de enero de 1949. Licenciada y doctora en Sociología por la Universidad de Buenos Aires, doctorada en igual disciplina por la Universidad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, Jaramillo obtuvo además la maestría en Sociología en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales - México (revalidada por la UBA). En paralelo a este recorrido académico, tuvo un importante paso por el periodismo.
Cuando se produjo el golpe de Estado de 1976, debido a su militancia y compromiso con el movimiento peronista, Jaramillo se vio obligada a exiliarse en México como tantos otros de sus compañeros. Allí conoció a Rodolfo Puiggrós, de quien fue discípula, y participó del Comité de Solidaridad con el pueblo argentino, agrupación de exiliados políticos latinoamericanos, denunciando las detenciones y desapariciones en nuestro país. Permaneció en la ciudad hasta 1983.
En la actualidad, es una de las mujeres más reconocidas de la matriz de pensamiento nacional y popular latinoamericano. En su etapa como rectora de la Universidad Nacional de Lanús (UNLa), impulsó carreras, centros de investigación y encuentros académicos para estudiar y dar a conocer los aportes de las y los pensadores pertenecientes a dicha tradición, con cuyos nombres, a su vez, bautizó a los edificios de esa casa de estudios.
La utopía como el camino de la enseñanza
El gran tema que trabaja Ana Jaramillo en La universidad frente a los problemas nacionales (2003), es la misión de la Universidad en la comunidad. La autora sostiene que la Universidad como servicio público debe tener ojos para mirar a la Patria, con un enfoque situado desde y para aquí.
Jaramillo señala que la enseñanza no solamente consiste en brindar una técnica para mirar y analizar la realidad sino, y sobre todo, reside en despertar en los estudiantes la posibilidad de transformar y mejorar dicha realidad. Por eso destaca el despertar de la conciencia crítica en los estudiantes, acaso una forma de reivindicar a aquellos que dieron la vida para optimizar las condiciones de vida del pueblo.
Fuente: Internet.
Ana Jaramillo cuestiona el aislamiento al que la Universidad se redujo en algunas etapas históricas del país. Para evitar el encierro del claustro de los profesores, propone abrirse a la comunidad y sus problemas para que definan la currícula universitaria. Su maestro Rodolfo Puiggrós, en Historia crítica de los partidos políticos argentinos, señala que en lugar de “conceptuar conceptos hay que conceptuar hechos”. Del mismo modo, Jaramillo, señala que hay que textualizar los problemas en lugar de problematizar los textos.
Finalmente, Jaramillo cuestiona a Juan Bautista Alberdi, el padre de la Constitución de 1853, quien sostenía que el ferrocarril sólo podía ser manejado por un maquinista inglés. Por el contrario, la autora y todo el pensamiento nacional latinoamericano sostienen que el conocimiento es una construcción que debe estar libre de todo tutelaje o colonialismo.
Describe dos épocas: una que no termina de morir y la otra que no termina de nacer. Jaramillo sostiene que vivimos una época de crisis histórica, sostenida en políticas económicas como las privatizaciones, la apertura de importaciones en detrimento de la producción nacional, el endeudamiento, que provocan a su vez desesperanza, miedo, atomización de la sociedad. Por ello, argumenta que la construcción de Universidades va acompañada de la construcción de utopías en busca de una sociedad más justa. “Abdicar de los sueños y las utopías es abdicar del futuro. Renunciar a la esperanza es fortalecer la anomia y la desintegración social, con todos los peligros que ésta conlleva. La salud de una sociedad reside en el permiso de la esperanza” (p. 16). La socióloga se refiere a la utopía como la coincidencia de la acción del Estado con la voluntad de la sociedad civil. Si la sociedad demanda más derechos, salud, educación, vivienda, trabajo, alimento, entonces el Estado debe cumplimentar dicha demanda.
De acuerdo a Jaramillo, la nueva era se caracteriza por el desarrollo del conocimiento, las informaciones, la tecnología y ya no por las riquezas naturales o materiales. Sin embargo, con los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, y habiendo vivido políticas a favor del pueblo y de la Nación, la autora recupera el pensamiento y las políticas de Juan Domingo Perón para darle a los recursos naturales la importancia que se merecen.
La socióloga expone también las ideas de José Martí y Paulo Freire. Retoma las ideas de Martí en tanto sostiene que la universidad tiene que ser un taller. Se refiere a un conocimiento práctico, de oficios, del hacer, porque considera que la educación prepara a las personas para la vida con las herramientas con las que luego debe luchar. Jaramillo se apropia de tres elementos de la Universidad taller:
- La praxis como categoría fundamental del conocimiento: “La praxis se transforma en la categoría fundante para el proceso del conocimiento. Creemos entonces en la diferencia que existe entre el conocer, que involucra la experiencia de la conciencia al enfrentarse con la realidad, al mismo tiempo que se transforma a sí misma, y la acumulación de la información, la contemplación pasiva o la especulación abstracta” (p. 26).
- La razón inescindible del momento de la decisión: es el conocimiento en acción. No solo de la conciencia crítica sino de la transformación de la realidad en pos de su mejora, de la construcción de una sociedad más solidaria y equitativa.
- La ciencia inescindible de su función y de la razón social: frente a la cibernética, que es el conocimiento de la actualidad adorado como el nuevo Dios, sea transformado en un conocimiento con valores y moral —no solo de información. La universidad debe cumplir la misión de construir conocimiento con valores: solidaridad, paz, dignidad, descolonización, integración regional, etc.
Jaramillo enuncia las siguientes ideas centrales: “no puedo imaginarme un docente que no tenga utopías” y “no puedo imaginarme un estudiante que no quiera cambiar el mundo”. En este sentido, considera que el pensamiento utópico es central en el proceso de aprendizaje en tanto implica creer que un mundo justo es posible.
La utopía, así, es tomada como el principio de la esperanza sin el cual no es posible vivir, lo que no significa desconocer la realidad que no coincide con nuestros sueños. Jaramillo entonces menciona el ejemplo de la Universidad Nacional de Lanús, un terreno ferroviario lleno de chatarra que terminó siendo el sitio de una hermosa Universidad.
Campus de la UNLa. Fuente: Internet.
La autora formula algunas preguntas claves para la enseñanza. ¿Qué función cumple el docente en la distribución social del saber? ¿Cómo debería ser un docente en el mundo de hoy? ¿Qué y cómo debería enseñar? ¿Para qué mundo estamos formando a los jóvenes y niños?
Frente a una sociedad anómica, carente de sentido y de valores, regida por las leyes del mercado del neoliberalismo, Jaramillo sostiene que es necesario educar con una moral y con los valores de la esperanza y, nuevamente, la utopía.
La autora sostiene que la educación no se transmite solamente desde los docentes hacia los estudiantes sino que se edifica con los demás. Es una construcción colectiva y dialéctica, donde todos se transforman: el docente y el educando elaboran juntos un imaginario nuevo, personal y colectivo que orienta a su vez hacia la construcción de un mundo mejor, más justo y solidario.
Jaramillo destaca que el pensamiento y el lenguaje, producto del relato único instalado a través de internet y la proliferación de las redes sociales, implica la derrota de la razón crítica. Esto constituye la amenaza a una de las principales funciones de la Universidad, que es la de la formación de la conciencia crítica. Además, la socióloga argumenta que el monopolio del discurso dominante debilita el bien común, la solidaridad y la participación democrática imponiendo la cultura del individualismo, el aislamiento y la pasividad o expectación.
La doctora insiste en que los docentes, académicos e investigadores no podemos dejar de preguntarnos con qué fin hacemos ciencia, a quiénes les sirve, y si la ciencia o la técnica implica un bien o un mal para la sociedad, para la Nación y para la humanidad.
Es la misión de cualquier educador, despertar a los individuos de sus perezas privadas, de opinión pública, para reflexionar críticamente sobre su estar en el mundo, al mismo tiempo que sobre los distintos usos posibles de las herramientas que está aprendiendo a manipular, por más abstractas que parezcan. Es la misión de todo docente, incentivar el deseo y la esperanza de construir un mundo mejor. (p. 55)
La función ética de la Universidad es construir una sociedad más justa y equitativa sin aceptar como dadas las injusticias sociales, la mala distribución de las riquezas, económicas y espirituales. Jaramillo insta a despertar el deseo del educando en esperanza y utopía.
Ana Jaramillo hace hincapié en el malestar de la realidad capitalista, de marcado carácter individualista, y en la globalización y el pensamiento único. Insiste en la necesidad de despertar el deseo, la pasión, el impulso, la praxis para poder cambiar ese escenario de pobreza, de desocupación, de hambre, de deserción escolar, de cifras alarmantes de niños en situación de pobreza, etc.
“¿Será la imagen de los niños que mueren de hambre en nuestro país suficiente para generar el malestar creativo de los argentinos, para tomar la decisión de hacer coincidir las voluntades de la sociedad civil con la acción del estado y hacer de la realidad lo que debe ser?” (p. 63). El pensamiento utópico existe para transformar la realidad que nos duele, que no deseamos y que nos produce incomodidad. Allí donde los niños viven hacinados y no tienen espacios de esparcimiento, se crea el Programa “Los derechos de los niños no se toman vacaciones”. Allí donde se ejerce la violencia de género, se crean programas y posgrados sobre el tema. Allí donde se violan los derechos humanos, se crean seminarios y posgrados para la defensa de los mismos. Allí donde las personas de la tercera edad no tienen donde recrearse, se crean espacios específicos del Adulto Mayor y el cine Tita Merello. Es la universidad la institución y la fuerza creadora de esas dimensiones transformadoras.
Ana Jaramillo destaca que:
Se trata de indagar el camino del logaritmo nacional o, dicho de otra forma, descubrir cuál es el camino que nos lleve a encontrar y realizar nuestro destino como Nación partiendo de nuestra realidad nacional. Conocemos la base y la potencia, se trata de calcular cómo llegar a su realización. Aquello que nos lleve a darle contenido a esos ideales universales que implican la conjugación de la libertad con la equidad social pero siendo conscientes que se trata de una realidad única, particular e incomparable. (p. 76)
El logaritmo nacional es la base elevada a la enésima potencia: es la Nación por la Nación combatiendo con el pensamiento único hegemónico que enaltece a potencias como Estados Unidos, que se apropian de nuestros recursos, nos avasallan culturalmente y nos imponen sus condiciones económicas.
Si la comunidad define a la currícula, la Universidad Nacional de Lanús decidió de forma interdisciplinar construir, desde hace 29 años, cuatro Departamentos enfocándose en los problemas locales, nacionales y regionales: Planificación y Políticas Públicas, Salud Comunitaria, Desarrollo Productivo y Trabajo, y Humanidades y Artes.
Una universidad que trabaje para el pueblo
En Intelectuales y académicos, un compromiso con la nación (2004) comienza con una polémica bastante común en distintos ámbitos, pero, sobre todo, en el universitario, en torno a la pregunta sobre si los intelectuales o académicos tienen que participar o no de los problemas nacionales que aquejan al pueblo. Para ello, toma el ejemplo de la discusión que se establece entre los filósofos Julien Benda y Paul Nizan. Mientras el primero sostiene que el que se deja llevar por las pasiones traiciona su función, el segundo, por el contrario, señala que el que no se compromete con sus ideales, es un traidor. Jaramillo y todo el pensamiento nacional latinoamericano consideran que la ciencia no puede ser objetiva, ni neutral. Consideran, en cambio, que el intelectual se mueve por las pasiones, que su tarea es la transmisión de valores y la idea de que transformar la realidad es posible, si hay voluntad de hacerlo. Por otra parte, acentúa que las universidades no solo forman técnicos sino, y por sobre todas las cosas, estudiantes con conciencia social. Para Ana Jaramillo la ciencia no puede ser ni es apolítica, sino su reverso.
Fuente: foto de la autora.
A lo largo de la historia, y debido al despliegue de las teorías eurocéntricas o norteamericanocéntricas, las instituciones educativas locales y regionales, en particular las universidades, se aislaron de la sociedad. Por esta razón, los pensadores y las pensadoras nacionales cuestionan a la intelligentzia, como denominó Arturo Jauretche a aquellos intelectuales que se encerraban en bibliotecas y laboratorios sin poner los pies en el barro. Esa actitud, fomentada por la importación de ideas sostenida en el tiempo, no permite el análisis de la realidad en y desde nuestro continente.
Jaramillo reflexiona que a pesar de que intelectuales y académicos consideraban que la Universidad debía servir al pueblo y a la Nación, en los hechos, le daban la espalda al país. Por ello, el pensador mexicano, José Vasconcelos, proponía unificar la currícula de toda Latinoamérica para poder lograr ser aquella potencia a la que los libertadores en el siglo XIX y los conductores de los movimientos nacionales y populares del siglo XX aspiraban.
En Argentina, el hecho histórico que permitió que las universidades se llenaran de pueblo fue el Decreto 29.337 que estableció la gratuidad universitaria en noviembre de 1947. En ese contexto, Juan Domingo Perón insistía en que la ciencia debía estar destinada a lograr la felicidad del pueblo. La gratuidad universitaria implicó, desde luego, un proceso de movilidad social ascendente.
En pleno golpe de Estado contra Juan Domingo Perón, paradójicamente —ya que pertenecían a proyectos políticos diferentes—, Risieri Frondizi, filósofo y antropólogo, rector de la Universidad de Buenos Aires en 1957, sostenía que la universidad debía ponerse al servicio del país y contribuir al desarrollo de la comunidad. Para ello la universidad debía auscultar las necesidades del medio y, en algunas ocasiones, anticiparse a ella.
En su período como presidente, el desarrollista Rogelio Frigerio desplegó cuatro estrategias para lograr que las universidades se ocupen del país y de la comunidad. La primera consiste en la creación de universidades y sus respectivas carreras de acuerdo a las necesidades de cada región. La segunda estrategia consiste en la formación de los estudiantes en torno al amor al pueblo y no por una obsesión sobre el estudio en sí mismo. La tercera consiste en articular a las universidades con, por ejemplo, entidades como YPF o plantas industriales, con otras instituciones públicas o privadas, como hospitales o escuelas. La cuarta y última estrategia que propone Frigerio es la de despojar a las universidades de su sentido libresco y artificioso para vincular el estudio a la vida, la realidad, las necesidades del pueblo, a la cultura autóctona y la nación en su conjunto.
Ana Jaramillo reivindica estas posiciones respecto al rol de la universidad. Sobre este punto, vuelve a rescatar a Rodolfo Puiggrós, su maestro: “Una universidad popular es la que mira hacia adentro del país y hacia Latinoamérica, no hacia modelos extranjeros, ya sean ingleses, franceses o rusos. Es la universidad puesta al servicio de la realidad nacional. Lo que nosotros pretendemos es que la ciencia, la técnica, la filosofía y el arte sean reinterpretados y puestos al servicio del ser nacional”.
Al mismo tiempo, Jaramillo denuncia la globalización que incluye la pretensión de un pensamiento único en tanto ‘universo neoliberal’ en lo económico y lo político para cuyo logro, los países poderosos y las corporaciones financieras internacionales no escatiman ni esfuerzos ni presiones políticas, económicas, culturales y finalmente militares” (p. 130).
La socióloga insiste que con la esperanza no basta, sino que hay que agregarle de forma permanente la voluntad de construir un mundo mejor. “Más que nunca, las universidades públicas deben poner la investigación científica, su articulación de ciencia y técnica, sus hombres y mujeres de la salud, y todas sus innovaciones técnicas, en función de la solidaridad con el pueblo argentino y el Estado Nacional, ya que a las universidades públicas las financia todo el pueblo argentino a través del Estado”.
Universidad y proyecto nacional como razón decidida
Como en las obras anteriores, en Universidad y proyecto nacional (2013) Jaramillo analiza cuál fue, es y debe ser la función de la Universidad. En este texto en particular, pone de relieve a diferentes pensadores, académicos y dirigentes que a pesar de las diferencias ideológicas o las discrepancias por pertenecer a proyectos políticos diferentes y hasta antagónicos, coinciden en que la misión de la universidad debe estar al servicio del pueblo y de la Nación: desde Domingo Faustino Sarmiento, el padre de la zoncera “civilización y barbarie” —que tanto daño hizo no solo en lo cultural a través de la discriminación sino que fue la justificación de matanzas durante los siglos XIX y XX— hasta Juan Domingo Perón; desde Rogelio Frigerio o Risieri Frondizi hasta los integrantes de la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina, dos fuerzas radicales que respondieron a diferentes proyectos.
En Universidad y proyecto nacional se propone una reforma universitaria que tenga en cuenta la agenda de la comunidad para la construcción de su currícula. Además, se sostiene que la formación de los estudiantes no sea solo en torno a la interpretación de los textos sino y por sobre todas las cosas, que logren ser protagonistas de la historia.
Jaramillo utiliza el concepto de universidad comprometida o ciudad de conocimiento para detectar problemas cercanos y poder ofrecer una solución mediante la creación de carreras específicas, programas, institutos, etc.
Por otra parte, la socióloga sostiene que hay que romper con la falsa antinomia entre razón crítica —el análisis reflexivo— y la razón decidida —los planes para la acción—. Con las ideas de Juan Domingo Perón en la cabeza, Ana Jaramillo promueve una universidad no solamente del saber decir, sino del saber hacer. Ambos están pensando que la única salida para poder ser un país económicamente libre, es la industrialización. Por eso, proponen una enseñanza orientada a ese desarrollo. A tal punto que Jaramillo crea una escuela de oficios llamada “Felipe Vallese”, en homenaje al primer desaparecido en nuestro país con talleres de panadería, carpintería, industria automotriz, fabricación de bandoneones modelado e impresión de 3D para motos, etc.
Otra de las misiones de la universidad es la expansión de la democracia. Estudiantes y docentes, a lo largo de la historia, se constituyeron como un bastión de sostenimiento y defensa de las instituciones democráticas, en tanto son ellos quienes se dedican a la investigación, la docencia y la asistencia técnica, abocados a resolver problemas como la pobreza, la violencia de género, la violencia policial o la desocupación.
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Primero Puiggrós, en 1973, en la Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires propuso un seminario de historia de los movimientos nacionales y populares, creando el Centro de Integración Manuel Ugarte. Un tiempo después, Jaramillo replicó esas ideas, tanto el seminario como el centro de integración, en la Universidad de Lanús. También se creó un posgrado como la Especialización en Pensamiento Nacional Latinoamericano. La función primordial de estos espacios es hacer un diagnóstico atinado de qué profesionales se necesitan en nuestro país.
A su vez, se pensaron en otras estrategias de profesionalización para brindar títulos intermedios, con el fin de que los estudiantes no tengan que realizar carreras eternas hasta obtener un título, instituir políticas de inclusión y retención escolar, otorgar becas, etc.
Textualizar los problemas nacionales
Como se dijo, para Ana Jaramillo es imperiosa la textualización de la realidad ágrafa del mundo que conocemos. Para llevar a cabo la lectura del mundo y de las problemáticas nacionales se precisa de “una hermenéutica social que [interprete] signos no escritos, huellas diversas que dejan impresas las acciones de los hombres”.
En El saber y el poder (2023) la autora vuelve a enfocarse en la misión de la universidad. A su vez, realiza un importante diagnóstico de la realidad actual y expone tres observaciones sobre la sociedad en la que vivimos y explica hacia dónde giró el destino político de nuestro país en la última década.
Por un lado, denuncia la creciente aporofobia, definida como el miedo, rechazo, desprecio, repugnancia, hostilidad u odio hacia el pobre. Esta aporofobia, que permeó en sectores del tejido social, se ve también legitimada por discursos políticos de quienes nos gobiernan. No es extraño escuchar a dirigentes hablar en términos de “limpieza” para referirse a “sacar de las calles a la gente sin hogar”. Frente a estos discursos de odio, Jaramillo propone otros, opuestos, de amor al prójimo, de solidaridad y mayores derechos para quienes menos tienen.
Por otro lado, durante el proceso de escritura de este título la autora recoge información de actualidad. Menciona, porque le parece un dato no menor, el “déficit 0”, una propuesta política realizada por quien entonces era candidato a presidente por el partido libertario, Javier Milei, y se pregunta por el significado de ese déficit: “Para nosotros, que entendemos más allá y más acá de lo que quieren los economistas, existe déficit habitacional, déficit educacional, déficit de salud, déficit laboral y ahora déficit alimentario. Ya nos dijeron varios contadores que se puede hablar de ‘gasto’ o de ‘inversión’. Parece que tampoco los que cuentan números carecen de ideología” (p. 51). Tras la victoria de Javier Milei, todos los indicadores que contribuyen a alcanzar ese superávit fiscal fueron trastocados: se recrudeció la pobreza, hay más gente en situación de calle, aumentó la desocupación, y hay más hambre en un país extremadamente rico en alimentos.
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En tercer lugar, la rectora fundadora, retoma la declaración de más de 60 universidades que componen el Observatorio del Derecho a la Alimentación de América Latina y el Caribe (ODA-ALC) preocupados por las nuevas cifras del hambre y la malnutrición comprometiéndose a apoyar la implementación de políticas públicas tendientes a garantizar el derecho a la alimentación. En Argentina, actualmente, la falta de entrega de alimentos a comedores populares potenció la cifra de los hambrientos y malnutridos. Un caso hiperbólico de estas políticas contra el pueblo es el del Ministerio de Capital Humano que, pese a la decisión de la Justicia, se rehúsa a entregar alimentos a comedores populares de todo el país.
En este sentido, la rectora fundadora de nuestra universidad puso el saber y el poder en las causas nacionales y populares que nos preocupan en la actualidad. Jaramillo auscultó y previó la realidad que se venía, supo efectiva y acertadamente textualizar los problemas que nos aquejan en este período histórico para poder reflexionar sobre posibles soluciones.
A modo de cierre
Recapitulando, la propuesta recurrente que hace Ana Jaramillo en La universidad frente a los problemas nacionales es la de pasar de la antigua universidad claustro a la universidad como ciudad del conocimiento o universidad urbana comprometida, fundada en la idea de que el conocimiento se construye en un ida y vuelta con la comunidad a través de la revisión de sus problemas. La Universidad Nacional de Lanús fue pionera en integrar el Consejo Social Comunitario en el Consejo Superior con voz y voto. Además, como la praxis es fundamental, la Universidad Nacional de Lanús forma gestores sociales para, precisamente, transformar la información en conocimiento constructivo y que los estudiantes se formen en el decir, pero sobre todo, en el hacer.
En el caso de Intelectuales y académicos, un compromiso con la Nación, la socióloga encara un interesante debate acerca de si los pensadores deben llevarse por sus pasiones —sus valores, sus ideas políticas— o, en cambio, regirse por la objetividad, la apolítica, la neutralidad. También cuestiona que, a lo largo de la historia, las universidades impartieron conocimientos de otras latitudes ajenas a América Latina y por ello es necesario recuperar a nuestros pensadores y pensadoras para poder abordar los problemas propios en una clave geopolítica adecuada.
En Universidad y proyecto nacional Jaramillo hace un recorrido por el pensamiento de varios dirigentes políticos y académicos que, a pesar de sus diferencias ideológicas, sostienen que la universidad debe estar al servicio del pueblo y la Nación.
En el caso de El saber y el poder además de realizar un acertado diagnóstico de la actual realidad, propone salir de una hermenéutica de interpretación de textos hacia una hermenéutica social.
Ana Jaramillo escribió más de cuarenta libros, fundamentalmente centrados en la misión social que debe cumplir la Universidad. Mientras construía su obra, construía también una Universidad en el conurbano bonaerense, con estudiantes primera generación de universitarios, y adoptando una agenda compartida con la comunidad.
Como socióloga, doctora en Sociología y pensadora nacional, Jaramillo tiene un corpus teórico que abarca desde los clásicos de la sociología hasta los clásicos del pensamiento nacional latinoamericano, y recurre a teóricos, filósofos y analistas de todos los países y de diferentes ideologías para enriquecer y robustecer su obra, entendiendo que la apertura teórica contribuye a generar un marco conceptual fructífero.
Marcha en defensa de la Universidad pública, gratuita y de calidad del 23 de abril de 2024. Foto: AFP / Emiliano Lasavia, tomada de france24.com
En tiempos donde la Universidad pública y gratuita corre riesgos por falta de financiamiento a causa de la quita de presupuesto por parte del gobierno nacional, es necesario fundamentar la importancia de su rol, destacando descubrimientos científicos para curar enfermedades, como el laboratorio de cannabis de la Universidad Nacional de Lanús, o la creación de herramientas tecnológicas al servicio de la comunidad, como fue el caso del auto tecnológico para personas con discapacidad creado por el estudiante de diseño industrial de la misma universidad. También es preciso señalar alumnos destacados en deportes, como uno de los niños que participó del “Programa de los Niños no se toman vacaciones” (para chicos que viven en barrios populares) y hoy se destaca en alguna disciplina como el ajedrez.
Biografía de Ana Jaramillo: Ver en línea: https://www.unla.edu.ar/investigadores/rectorado/jaramillo-ana
Jaramillo, Ana (2003) La universidad frente a los problemas nacionales. Colección: Pensamiento nacional. Edunla. Remedios de Escalada, Lanús, Buenos Aires.
Jaramillo, Ana (2004) Intelectuales y académicos, un compromiso con la nación. Colección: Pensamiento nacional. Edunla. Remedios de Escalada, Lanús, Buenos Aires.
Jaramillo, Ana (2013) Universidad y proyecto nacional. Edunla. Remedios de Escalada, Lanús, Buenos Aires.
Jaramillo, Ana (2023) El saber y el poder. Edunla. Remedios de Escalada, Lanús, Buenos Aires.
Puiggrós, Rodolfo (1986) Historia crítica de los partidos políticos argentinos. Tomo I, II y III. Editorial Hyspamérica. Buenos Aires.