Los silencios y las voces de la patria inconclusa

En un nuevo aniversario del fallecimiento de Alcira Argumedo, el texto nos invita a recorrer una de sus obras más emblemáticas, la cual configura, para la autora, un pilar fundamental de la matriz de pensamiento nacional, popular y latinoamericana.
Por María Villalba *

 

Breve biografía de Alcira Argumedo

En un nuevo aniversario del nacimiento y muerte de una de las principales pensadoras nacionales latinoamericanas de nuestro país, decidimos hacerle un pequeño homenaje a través de una breve biografía y de una lectura de su obra principal: Los silencios y las voces en América Latina. Notas sobre el pensamiento nacional y popular (2004, Colihue). 

Alcira Argumedo nació el 7 de mayo de 1940 en la ciudad de Rosario. Estudió Sociología en la Universidad de Buenos Aires. Formó parte de las Cátedras Nacionales que se dictaban en la carrera de Sociología de la Facultad de Filosofía y Letras de la misma casa de estudios entre los años 1967 y 1972. Estas cátedras estuvieron integradas por grandes mujeres y hombres del pensamiento nacional y popular como Amelia Podetti, Horacio González, Roberto Carri, Gunnar Olsson, entre otros. Estos intelectuales fueron y son considerados fundamentales para la construcción de un corpus teórico nacional y popular latinoamericano frente a las corrientes eurocéntricas y norteamericanocéntricas. 

Entre otras represalias, el golpe de Estado instaurado por Juan Carlos Onganía en 1966 rompió con la autonomía universitaria mediante la intervención de la Universidad de Buenos Aires. Frente a estos atropellos, los estudiantes, docentes y autoridades se organizaron para ofrecer resistencia en la institución y Onganía respondió con represión enviando policías que lastimaron a la comunidad educativa con bastones. De ese triste hecho proviene el nombre “La noche de los bastones largos”. Además de los heridos, hubo 400 detenidos y muchos otros docentes debieron exiliarse.

En este contexto, se crearon las Cátedras Nacionales como una manera de sistematizar el pensamiento nacional y popular latinoamericano. Ya había existido un intento previo de los integrantes de la Fuerza Orientadora Radical de la Joven Argentina en los trece cuadernos escritos por sus integrantes en plena Década Infame, en 1935. Además de dictar clases, Alcira Argumedo y sus compañeros sistematizaron sus reflexiones, sentires y acciones en la revista “Antropología del 3er Mundo”. En esta publicación no solamente aparecieron notas y documentos de los integrantes de las Cátedras Nacionales sino de otros militantes, periodistas y académicos reconocidos como Rodolfo Walsh y John William Cooke, entre otros. 

La pensadora rosarina, asimismo, fue Secretaria de Cultura de la Provincia de Buenos Aires entre los años 1973 y 1974. Al instaurarse por la fuerza el golpe de Estado de 1976, Alcira Argumedo, como tantos otros, se exilió en México junto a su compañero Gunnar Olsson, con quien tuvieron dos hijos. Allí trabajó en el Instituto Latinoamericano de Estudios Transnacionales y permaneció hasta 1983, cuando retornó a la Argentina.

 

Alcira Argumedo en su juventud. Fuente: lacapital.com.ar

 

En 1989, obtuvo el Doctorado de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, ejerció la docencia en aquella facultad, en la materia “Teoría Social Latinoamericana” y fue investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas — CONICET. 

En 1993, Argumedo formó parte del grupo político Proyecto Sur liderado por Francisco Pino Solanas, el cual cuestionaba las políticas económicas de privatización llevadas a cabo por Carlos Saúl Menem durante su presidencia. Muchos años después, entre los años 2009 y 2017, se convirtió en Diputada Nacional de aquel espacio político creado en los noventa.

Durante todos sus años de actividad, Alcira escribió numerosos artículos y libros. Falleció el 2 de mayo de 2021 en la ciudad de Buenos Aires.

 

La autonomía inconclusa de América Latina

Argumedo inicia Los silencios y las voces en América Latina con una pregunta provocadora: ¿los habitantes de los sectores populares de América Latina son humanos? Desde que comenzó la conquista por parte del Imperio español en Nuestramérica, los colonizadores sostenían que los pueblos originarios y los negros traídos como esclavos desde África no tenían alma. Desde esta concepción se produjeron las matanzas más atroces: durante la ocupación del Imperio español los setenta millones de habitantes se redujeron a tres millones y medio. Del siglo XVIII no hay cifras exactas, pero es conocido que asesinaron y descuartizaron a Túpac Amaru y a Micaela Bastidas por luchar contra el colonialismo español. Durante el siglo XIX se produjeron las guerras civiles por el enfrentamiento de los proyectos políticos en favor de los sectores populares y en favor de las elites y hubo numerosas muertes como la de Martín Miguel de Güemes, Ángel Vicente Peñaloza —conocido como el Chacho—, las del pueblo paraguayo y la de todos los hombres y mujeres que quedaron en el olvido. En el siglo XX, no solo se produjeron exterminios sino que comenzó un plan macabro que incluía métodos tales como la desaparición física.

La fundadora del pensamiento nacional y popular ironiza. Sostiene que mientras Estados Unidos se presenta como el paladín de la sociedad democrática, republicana, independiente, federativa e igualitaria cuando declara su Independencia, los negros seguían siendo esclavos. “La lógica del pensamiento liberal tuvo la misma constante: iguales, libres, propietarios y blancos. Mientras que los hindúes, vietnamitas, argelinos, chinos o negros no eran verdaderos humanos. Sólo podían aspirar al privilegio de ser civilizados por el dominio blanco, transformándose en pueblos deudores y pagando los costos correspondientes” (p. 50). 

 

Jóvenes que participan de los talleres de verano de la Universidad Nacional de Lanús, tallando el nombre de Alcira Argumedo en un quebracho que perteneció a los viejos talleres del ferrocarril donde está emplazada la institución. Fuente: imagen provista por Daniel López, director de Patrimonio Histórico de la UNLa.

 

La Revolución Francesa promovía la igualdad, la libertad y la fraternidad y, sin embargo, “La Asamblea Constituyente había definido al tráfico de negros como ‘comercio nacional’ y sólo anuló las diferencias de sangre entre aristócratas y plebeyos franceses, pero no la de libres y esclavos en las colonias” (p. 150). Por eso Argumedo, en una conferencia que dio en el año 2018 en el Congreso “Desafíos de la Educación Superior en Nuestra América: a cien años de la Reforma Universitaria” realizado en la Universidad Nacional de Lanús, sentenció que en el marco de la Revolución Francesa se otorgaba “la libertad a los blancos pero a los negritos, no”. 

La idea de que los negros no tenían alma y los indios eran faltos de razón fue el sustento ideológico de las potencias imperialistas para reforzar la superioridad racial y cultural, que provoca la deshumanización y el exterminio en nuestra región.

En otro artículo escrito para Pensamientos Nuestroamericanos en el siglo XXI. Aportes para la descolonización epistémica, editado por la Universidad Nacional de Lanús, Argumedo vuelve a retomar las ideas expuestas en su libro Los silencios y las voces en América Latina: “En las primeras etapas de la independencia, se forjaron en Nuestra América las ideas humanistas más avanzadas del mundo: el Haití de los esclavos rebeldes creó en 1806 la primera democracia integral, política, económica y social, sin esclavitud y con el reconocimiento como ciudadanos plenos, seres hasta entonces —y durante un siglo y medio más— considerados menos que humanos por las concepciones del Occidente central. En 1815, Artigas impone una democracia integral, con eliminación de la esclavitud y la servidumbre indígena y el reconocimiento como ciudadanos plenos de las llamadas «castas inferiores» de indígenas, mestizos, negros y mulatos. En la gran democracia del norte —que suele utilizarse como ejemplo de democracia— la esclavitud fue anulada en 1865; pero los afrodescendientes recién pudieron votar como ciudadanos plenos en 1965, cien años más tarde” (págs. 23 y 34).

Al mismo tiempo, otra idea fundamental del libro en cuestión es que el pensamiento nacional y popular latinoamericano es una matriz autónoma, auténtica y creativa. Que no se trata ni de un eclecticismo, ni de una mezcla de corrientes ajenas, sino de un corpus propio nacido desde y en las entrañas de América Latina con bases sólidas y específicas de nuestra región. Frente a las corrientes liberales, el nacionalismo aristocratizante y el marxismo ortodoxo, Argumedo sostiene con énfasis que es necesario el pensamiento nacional y popular latinoamericano.

Una de las bases de dicho pensamiento es el concepto de pueblo, a diferencia del liberalismo que se centra en el individuo. En este sentido, Argumedo pone en tensión las ideas contractualistas de Jean-Jacques Rousseau con las ideas de José Gervasio Artigas. Mientras que para el intelectual francés se establece un contrato entre individuos, el rioplatense propone la fraternidad popular. Por eso para el primero la propiedad es privativa del individuo y para el segundo la tierra es del pueblo, de quien la trabaja.

Durante la Conquista española en América Latina y luego con las oligarquías latinoamericanas en el poder, se dio el proceso de usurpación de tierras. Frente a estas maniobras, los pueblos originarios sostenían y sostienen “la tierra no nos pertenece, nosotros somos de la tierra”. Lo mismo sucede con el agua y el aire, que son elementos, según Argumedo, de toda la humanidad.

Para las vertientes populares, la propiedad es concebida como un derecho natural individual y, por consecuencia, el sistema de propiedad debe derivarse del consenso. Tal es así que la distribución de tierras entre los esclavos que realizaron Alexandre Petión en Haití, las reivindicaciones promovidas por Miguel Hidalgo, José María Morelos, José Gervasio Artigas, Simón Bolívar cuestionan el carácter inviolable de la propiedad privada sustentada por las corrientes liberales. 

En esta dirección, Alcira Argumedo sostiene que “la idea de una propiedad que sólo se legitima en función de su capacidad para garantizar la dicha de los ciudadanos, el bienestar de las mayorías, la justicia social, la ley de las leyes, la igualdad, constituyen las bases de estas concepciones” (p. 226). La tierra, desde una concepción nacional y popular, está vinculada sí o sí a una función social. Esta aproximación es retomada por el peronismo en la reforma de la Constitución en el año 1949, a la que incorporó la función social del capital y la tierra a favor de quienes la trabajan.

Es muy interesante cómo Argumedo plantea no solamente la diferencia entre concepciones eurocéntricas y concepciones propias, sino los contrastes de realidades tan diferentes entre los Imperios y los continentes colonizados. En el caso de América Latina, lo hace para dar cuenta de que las situaciones que se suceden en nuestro continente son tan disímiles que no pueden ser leídas desde el liberalismo o el marxismo ortodoxo.

De este modo, Argumedo pone en contraste a los intelectuales europeos de la Ilustración con las guerras anticolonialistas que se daban en simultáneo en nuestra región. Así ejemplifica que mientras Immanuel Kant se preguntaba por el significado de Ilustración, Túpac Amaru y Micaela Bastida morían descuartizados luchando por la liberación de la rebelión indígena. Mientras Max Weber exponía sus ideas en Friburgo, José Martí moría en el combate de Dos Ríos peleando por la Independencia de Cuba. Estas viñetas de historia, simples y sencillas, muestran no solo dos realidades sino también dos continentes muy diferentes: Europa era un continente libre cuando América Latina peleaba por no ser oprimida por las potencias imperialistas. Argumedo argumenta así que no es confiable seguir explicando la realidad latinoamericana desde corrientes de pensamiento eurocéntricas. Como sostuvo Martí “el buen gobernante de América no es el que sabe cómo se gobierna el alemán o el francés sino el que sabe con qué elementos está hecho su país”. 

La socióloga hace una reivindicación interesante de Karl Marx, a quien señala haberse puesto del lado de los débiles. Sin embargo, lo cuestiona por su mirada eurocéntrica colonialista. Marx observaba al mundo desde Europa y consideraba que el desarrollo de las fuerzas productivas justificaba la expansión de las metrópolis capitalistas sobre las áreas coloniales, casi como un costo ineludible para sacar a esas regiones de la barbarie y sumarlas a la civilización. Tal es así que apoyó la expropiación del territorio mexicano por parte de Estados Unidos, la penetración de Inglaterra en la India o la dominación de los imperios sobre China. Al mismo tiempo, Argumedo destaca que Marx desprecia a Simón Bolívar como militar y como representante de los sectores populares.

La perspectiva de Karl Marx se acotaba a la lectura y la lucha de clases en una Europa libre. Este diagnóstico resulta, bajo todo concepto, insuficiente para analizar las situaciones regionales. Ya Gunnar Olsson, en “Notas sobre el pensamiento nacional”, publicado en el quinto número de la Revista Antropología del 3er Mundo, sostenía que, para nuestro continente “la política no es la liberación de las fuerzas productivas, sino la liberación de la capacidad creadora del pueblo, la defensa por su autodeterminación” (p. 143).

La matriz de pensamiento nacional y popular latinoamericano se diferencia del nacionalismo imperial de Alemania, Italia y Japón pero también lo hace del supuesto nacionalismo “democrático” de Inglaterra, Holanda, Francia, Bélgica o Estados Unidos —que también son imperialistas. Mientras una posición es claramente defensiva, porque intenta deshacerse de los influjos de los imperios, la otra es ofensiva. 

 

Jóvenes que participan de los talleres de verano de la Universidad Nacional de Lanús, tallando el nombre de Alcira Argumedo en un quebracho que perteneció a los viejos talleres del ferrocarril donde está emplazada la institución. Fuente: imagen provista por Daniel López, director de Patrimonio Histórico de la UNLa.

 

Argumedo también destaca que “la literatura ha sido más valiosa que las ciencias sociales convencionales para penetrar en los sutiles matices de las conciencias y las prácticas populares en América Latina” (p. 235). En esta dirección, señala una función preponderante en el ejercicio emancipador de los pueblos y, tal como lo hacen pensadoras y pensadores nacionales, Alcira también sostiene que “los poetas ven la verdad antes que nadie” (p. 49). Fermín Chávez, en Epistemología de la Periferia, hace un estudio exhaustivo de la literatura argentina a favor de las élites, como El Facundo de Domingo Faustino Sarmiento o El Matadero de Esteban Echeverría, y de los anti facundos a favor del pueblo, como El Martín Fierro de José Hernández o la poesía gauchesca. Por su parte, Juan José Hernández Arregui, en Imperialismo y cultura, destaca que “Cuando un pueblo se plantea críticamente el problema de su literatura nacional, puede asegurarse que ha tomado conciencia de su destino histórico” (p. 63). También podemos analizar los tangos de Homero Manzi y Enrique Santos Discépolo o la obra de Roberto Arlt, que denunciaban la Década Infame en 1930. Los artistas populares son revalorizados por Argumedo y sus colegas por tener una profunda percepción del clima social en el que se vive. 

En América Latina, hubo momentos en los cuáles los sectores populares triunfaron ya sea por adquirir derechos, obtener soberanía o lograr la independencia económica. Así fueron los movimientos nacionales y populares del siglo XX, con Juan Domingo Perón en Argentina, Getulio Vargas en Brasil y Lázaro Cárdenas en México. Al mismo tiempo, Argumedo señala que también hubo “repliegue después de derrotas, hostigamientos, traiciones, distorsiones de sus identidades políticas que suelen dar la imagen de una aceptación sumisa de los proyectos dominantes. Sin embargo, continúa un proceso subterráneo de concepciones y resistencias culturales que como tendencia general, antes o después en el tiempo y según las particularidades de cada país, han vuelto a rearmarse en nuestras propuestas de corte nacional-popular, constituidas tal vez alrededor de otras identidades y otros proyectos políticos pero que reconocen sus raíces en las experiencias históricas precedentes” (p. 65). 

Dicho repliegue empieza con los golpes de Estado del siglo XX que implicaron la matanza, la desaparición, el apresamiento y el exilio de miles y miles de latinoamericanos. Después vinieron los proyectos neoliberales de privatizaciones, flexibilización laboral y endeudamiento externo para que esas tendencias populares subterráneas populares, que mencionaba Argumedo, vuelvan a renacer a principios del siglo XXI. Con Néstor Kirchner en Argentina, Luiz Inácio Lula Da Silva en Brasil, Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador. 

En la actualidad, nos encontramos en un período de retroceso pos pandémico donde otra vez hay contramarchas perjudiciales para los sectores más necesitados: extrema pobreza, desocupación y endeudamiento. Por eso, Argumedo sostuvo que aún falta mucho tiempo para que América logre la liberación regional y termine con su dependencia crónica de empréstitos e influencias. En una palabra, que la autonomía de América Latina aún es inconclusa.

 

A modo de cierre

Hemos hecho un profundo recorrido por una de las obras principales del pensamiento nacional latinoamericano de una de las referentes centrales de esta matriz. Los silencios y las voces en América Latina. Notas sobre el pensamiento nacional y popular es una lectura obligatoria para quienes quieran acercarse a esta corriente epistemológica. 

Las ideas principales giraron en torno a la deshumanización por parte de las potencias imperialistas fascistas y las autodenominadas “democráticas”, en cuyo nombre se cometieron los peores exterminios y genocidios desde una superioridad económica, política, social, cultural y racial ficticia. 

Por otra parte, Argumedo realizó un estudio pormenorizado de las corrientes eurocéntricas liberales y marxistas ortodoxas para sostener que el Pensamiento Nacional y Popular Latinoamericano es una matriz autónoma, auténtica y creativa, propia de nuestra región. No se trata ni de eclecticismos ni de mezclas ni de corrientes ajenas, sino que es una vertiente nacida de las entrañas populares latinoamericanas. De este modo, rescató las luchas de Túpac Amaru, Simón Bolívar, José Gervasio Artigas, Miguel Hidalgo, José María Morelos, Alexander Petión, José Martí. Mientras ellos luchaban contra el colonialismo, los intelectuales europeos se escondían en sus bibliotecas para construir una teoría colonizadora que justificara las ocupaciones económicas por parte de los Imperios en las colonias. Así, Argumedo trae a colación la concepción de la tierra entendida desde el liberalismo y desde el Pensamiento Nacional Latinoamericano.

 

Obras de un nuevo edificio de la Universidad Nacional de Lanús que llevará el nombre de la sociológa argentina. Fuente: imagen provista por la autora.

 

Subrayó que en la historia hay marchas y contramarchas y que a pesar de que los pueblos sufren derrotas, la cultura popular sigue latente y a la larga vuelve a renacer. Sin embargo, los retrocesos históricos se suceden en nuestra región y por eso aún América Latina, a pesar de sus épocas de avances a través de los movimientos nacionales y populares, a pesar de sus esfuerzos y complicidades, no logra la verdadera autonomía. Por eso Argumedo habló de una región “inconclusa”, porque entendió que la tarea y el destino latinoamericano siguen abiertos.

Finalmente, puso de relieve —y esto también es un elemento central del Pensamiento Nacional y Popular Latinoamericano— el rol preponderante de los artistas, que se anticipan a observar lo que pasa en la realidad antes que los cientistas sociales. Mientras aquellos conviven con el pueblo, los segundos se encierran en los claustros, las bibliotecas, los laboratorios y se alejan de la realidad. Como dice nuestra Rectora fundadora Ana Jaramillo, en Intelectuales, académicos, un compromiso con la Nación, hay que “textualizar los problemas nacionales en lugar de problematizar los textos. En este sentido, se debe invertir la herencia escolástica”. Esta es una invitación a que la universidad rompa con la institución universitaria como torre de marfil que se aísla del país y le da la espalda a los problemas nacionales y del pueblo. Alcira Argumedo, en esta misma dirección, apeló a que la universidad y las ciencias sociales se ocupen de los problemas nacionales y populares. Es por ello que uno de los edificios de nuestra Universidad hoy lleva su nombre en su homenaje. 

 

* Socióloga de la UBA. Especialista en Pensamiento Nacional y Latinoamericano del siglo XX de la UNLa y docente adjunta del Seminario de Pensamiento Nacional Latinoamericano y de la Universidad en la Argentina en dicha casa.
Imagen de portada: Wikipedia.


Bibliografía

- Argumedo, Alcira (2004) Los silencios y las voces en América Latina. Notas sobre el pensamiento nacional y popular. Colihue. Buenos Aires.
- Argumedo, Alcira (2020) Las ciencias sociales y la filosofía en la perspectiva popular latinoamericana en Pensamientos Nuestroamericanos en el siglo XXI. Aportes para la descolonización epistémica. Ediciones UNla, Remedios de Escalada, Lanús, Buenos Aires.
- Jaramillo, Ana (2004) Intelectuales, académicos, un compromiso con la Nación. Edunla. Remedios de Escalada, Lanús, Buenos Aires.
- Olsson, Gunnar en Revista de Antropología del Tercer Mundo (2009) dirigida por Guillermo Gutiérrez. Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Buenos Aires. 2da edición.
- Villalba, María y Espasande, Mara (2017) Educar para la Patria Grande. Sobre la enseñanza de la historia latinoamericana. Revista Viento Sur de la Universidad Nacional de Lanús. Remedios de Escalada, Buenos Aires. Ver en línea: http://vientosur.unla.edu.ar/index.php/educando-para-la-patria-grande/