¿La libertad es previa a la fraternidad y la igualdad?
En su discurso de asunción, el presidente Javier Milei (2023) repitió una idea que siempre estuvo presente en la campaña electoral; citando a Alberto Benegas Lynch hijo, profesó:
el liberalismo es el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo, basado en el principio de no agresión, en defensa del derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad, cuyas instituciones fundamentales son la propiedad privada, los mercados libres de intervención estatal, la libre competencia, la división del trabajo y la cooperación social.
Por la tarde de ese mismo día, en su visita protocolar a la Catedral de Buenos Aires, Milei escuchó la invocación religiosa por parte de Mons. Jorge García Cuerva (2023), Arzobispo de Buenos Aires, quien sostuvo:
Uno de los cimientos más golpeados, que necesitamos forjar nuevamente es la fraternidad. Es insistir una y mil veces con trabajar la unidad entre los argentinos. Una fraternidad que reconozca e inclusive valore las diferencias, y que estas no sean usadas para fragmentar, dividir, o enfrentarnos más, sino para encontrar nuevas respuestas a los problemas que hoy acucian. Las heridas y urgencias de nuestro pueblo piden a todos, pero especialmente a la clase dirigente la capacidad de comprometerse con la fraternidad social. Una fraternidad que no es un slogan, sino que exige la radicalidad de no enfrentarnos unos contra otros.
Y más adelante, en su discurso afirmó el obispo:
El segundo cimiento a recuperar para que ese sueño llamado Patria siga inspirando a las nuevas generaciones, es la libertad. Como hermanos en la fe, todos los aquí presentes, compartimos la creencia en un Dios liberador. Un Dios que nos quiere liberar de la opresión, de la codicia y la avaricia, de la injusticia y la iniquidad, y de toda forma de violencia; un Dios que nos hace libres, sí, pero para ser más dignos y solidarios. Un Dios que, libres, nos impulsa a comprometernos especialmente con los que más sufren. Como nos dice el Papa Francisco: “la verdadera libertad se expresa plenamente en la caridad. No hay libertad sin amor. (…) Sabemos que una de las concepciones modernas más difundidas sobre la libertad es esta: “mi libertad termina donde empieza la tuya”. ¡Pero aquí falta la relación, el vínculo! Es una visión individualista. Sin embargo, quien ha recibido el don de la liberación obrada por Dios no puede pensar que la libertad consiste en el estar lejos de los otros, sintiéndoles como molestia, no puede ver el ser humano encerrado en sí mismo, sino siempre incluido en una comunidad. La dimensión social es fundamental y nos permite mirar al bien común y no solo al interés privado” (Francisco, 2021).
Dados estos pronunciamientos nos preguntamos: ¿qué es primero: la libertad o la fraternidad?, ¿La libertad o la igualdad? ¿Cómo se comprenden estos principios en el marco de un proyecto político? ¿Qué ocurre cuando prima la libertad por encima de la fraternidad y la igualdad?
Desde la Revolución francesa hasta nuestros días tres grandes pilares o principios han marcado la historia social y política como fundamentos: el famoso tríptico libertad-igualdad-fraternidad. Claro que si bien dicha experiencia se conceptualizó a partir del tríptico, cada uno de los pilares estaba presente desde los comienzos de la historia de la humanidad aunque no fueran reafirmados como tales a través de estas palabras. Cada pueblo de la tierra y cada revolución o gran cambio acontecido ha asumido, en definitiva, un modo propio de vivenciar la libertad, la igualdad y fraternidad.
El lema de la República Francesa estampado en la fachada de un edificio en Avignón. Fuente: Pixabay.
Aun así, desde 1789 en adelante, cada uno de los principios se ha manifestado en diversos proyectos políticos. Hay quienes sostienen que la libertad y la igualdad se han manifestado cabalmente en sistemas políticos y económicos, y en algunas expresiones específicas, una por encima de la otra. La libertad primando con más rigor en el liberalismo y la igualdad por encima de la libertad con más ahínco en el comunismo (aunque no hay una sola experiencia de cada una de estas formas sino muchas). Y en esta dirección se sostiene que la fraternidad es un “principio olvidado” (Baggio, 2010). Esta corriente comprende que la fraternidad no ha sido asumida en toda su magnitud por una sistema económico y político, de hecho en muchos sentidos se ha prescindido de nombrarla.
Sin entrar en polémica con esta corriente que consta de argumentos sólidos para expresar el olvido de la fraternidad, nos gustaría afirmar que ésta ha estado presente de manera previa o concomitante en términos ontológicos y existenciales, dando forma a cada proyecto político antes y después de la Revolución francesa. Es decir, postulamos un olvido previo al olvido de la fraternidad: siempre ha habido un “nosotros” con sus respectivas particularidades dando forma a los sistemas elegidos. Lo interesante es revisar qué nosotros, qué tipo de fraternidad es la que se asume y con qué orientación e intereses se la concibe.
Esto resulta clave para revisar, a su vez, los modos en que los otros dos principios se han implantado en las culturas. La idea de libertad no es asumida del mismo modo por las primeras comunidades cristianas, por los señores feudales de la Europa medieval, por los pensadores del iluminismo o por las y los habitantes de las misiones jesuíticas en América Latina. Evidentemente la idea de libertad es situacional (al igual que los otros dos principios del tríptico), aunque claro está, puede ser impuesta por una cultura dominante como sucedió con la libertad exportada por el Atlántico Norte asociada a la idea de progreso que, como afirma mi compañero de investigación Facundo Di Vincenzo, no era otro que el progreso del capital que además se podía conseguir mientras se aniquilaban comunidades originarias o bien se las explotaba para obtener lo necesario (Di Vincenzo, 2022). Ahora bien, siguiendo nuestro postulado anterior, detrás de esta idea de libertad hay un “nosotros” (fraternidad) que se constituye con fines de supervivencia y progreso por encima de otros, e incluso, eliminando a esos otros. Pero ¿puede haber fraternidad detrás o concomitantemente a esta idea de libertad? Lo que se muestra es que la libertad, en este contexto, prima por sobre una fraternidad universal que incluya y acepte las diversidades.
Cabe decir que si la fraternidad es solamente un fin ético a alcanzar, es decir un ideal comunitario, no se podría afirmar que esté presente en el llamado “capitalismo salvaje” o en el imperialismo colonizador. Sin embrago, hay al menos una comunidad que bajo determinados intereses elige y lleva adelante estos sistemas. La fraternidad es también conflicto, porque quienes habitamos una misma casa como hermanos y hermanas podemos pelearnos incluso hasta la eliminación del otro ser humano. ¿Allí no está la fraternidad? La hay en el fin ético y la hay en el origen como conflicto (Del Percio, 2013).
Además, postulamos que también hay fraternidad en el “método”, es decir: en el (o los) camino(s). Entre el conflicto y el fin ético comunitario hay caminos posibles, alternativas y modos de ejercer proyectos políticos para alcanzar un sentido de comunidad que no devenga en la extinción del otro sino en la aceptación de las diferencias y la construcción de la unidad en la diversidad. Pero siguiendo la misma reflexión, la fraternidad también puede ser camino a la inversa: desde el fin ético hacia el conflicto profundizando y exacerbando las diferencias al punto que el antagonismo se vuelva insalvable y no quede más que buscar la eliminación del contrario.
Por si no bastara esta propuesta de comprensión, damos un paso más y postulamos la necesidad de repensar la fraternidad desde y con la sororidad. Como hemos sostenido en otro artículo (Mattalini y Duffard, 2023), la sororidad se abre camino en medio de una historia plagada de exclusiones de las mujeres en la vida política, en las decisiones centrales, en la conducción de las instituciones y las organizaciones. Lo que aparece como novedad es esta condición de apertura universal que no quiere dejar a nadie atrás, a nadie afuera, que no quiere ni descartadas ni descartados, en palabras de Francisco. De esta forma, lo expresa Rita Segato (2016: 105):
(…) No es para nosotras, no es parcial, no es particular, no es de minoría, sino una estrategia plenamente política y un proyecto histórico de interés general y valor universal, que al romper la estructura minorizadora introduce precisamente desde su margen otra respuesta y otra política. Cada vez más se demuestra que las estrategias creadas y puestas en práctica por las mujeres son las que marcan el rumbo e indican el camino para todos.
Desde la sororidad es posible reinterpretar aquella solidaridad (o fraternidad) universal de la que habla el Papa Francisco (2020). Ensayamos entonces el término sorfraternidad. Lo proponemos como un camino programático y el asidero de diversas visiones y proyectos. Es un principio que rige las relaciones hacia una nueva comprensión de la institucionalidad política basada en la comunidad, la construcción de la paz y la defensa de la justicia. Es una senda reflexiva y activa que no suprime las diferencias, sino que las respeta estableciendo relaciones de reciprocidad entre las y los actores que intervienen en múltiples proyectos e instancias de organización compartida. Pero no sólo genera responsabilidad y compromiso por el otro, sino que conlleva un modo de regir junto a otras y otros a partir de una visión común, aunque no sin lucha y puja de intereses (Mattalini, 2021).
Una mujer sostiene la encíclica Fratelli Tutti durante una multitudinaria misa realizada por curas villeros en el barrio 21-24 de Buenos Aires en septiembre de 2023 con el objeto de desagraviar al Papa Francisco, blanco de reiterados ataques verbales de Javier Milei. Foto: Enrique García Medina (tomada de El País).
Volviendo a las preguntas del inicio, sostenemos que la sorfraternidad ha de considerarse un principio previo o concomitante en términos ontológicos al de la libertad. Si es a la inversa la fraternidad podría transformarse en un camino que desemboque en la eliminación del otro, porque aunque se afirme que lo que prima es el “respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo”, lo que realmente se asume es que “mi libertad termina donde empieza la del otro” sin posibilidad alguna de considerar un camino común que implique la necesidad de ceder en pos de la unidad.
En efecto, la sorfraternidad como ideal ético y camino programático obliga a compartir lo propio e incluso a entregarlo en pos del bien común. En cambio, si la libertad prima y es previa en términos existenciales, la institución “propiedad privada” conlleva que lo propio (“lo de uno”, lo que cada uno se ganó trabajando casi con prescindencia total de los otros y hasta del sistema) no se comparte porque el individuo está primero y la comunidad después, o bien se comparte como dádivas.
Por último y en este sentido, lo que está de fondo es una concepción diversa de la igualdad. Una igualdad formal que desconoce el punto de partida de cada individuo no es capaz de reconocer la situación socioeconómica de la que cada integrante de la comunidad parte para poder desarrollarse. Desde la sorfraternidad como camino hacia el bien común, por el contrario, se considera la situación de cada persona, cada colectivo y su contexto, buscando generar las condiciones de posibilidad para que puedan desplegar todo su potencial y contar con los mismos derechos. En esa dirección, es que se afirma y reafirma la idea de “justicia social”, como una consecuencia de acciones y decisiones políticas que promueven el acceso y la garantía de un piso mínimo de derechos para el conjunto de la población. Claro que ello conlleva que los actores más poderosos deban ceder en sus intereses en pos del bien común. Dado que ello no sucede, las sociedades democráticas (aún con todas sus falencias) asumen la necesidad de una intervención estatal capaz de orientar recursos según las principales necesidades y demandas de la comunidad. Desde ya, la orientación de la intervención puede favorecer la igualdad o la desigualdad.
Nuevamente nos interpela, al finalizar este artículo, la pregunta: ¿la libertad es previa a la fraternidad y la igualdad (interpretadas bajo la perspectiva situacional)? Sus respuestas posibles serán una guía para comprender decisiones políticas y construcción de relatos así como generar propuestas comunitarias que tiendan al bien común haciendo frente a cualquier tipo de injusticia que nos toque vivenciar en tiempos del actual gobierno nacional argentino liderado por Javier Milei.
Bibliografía:
- Baggio A. (Comps.) (2006). El principio olvidado: la fraternidad. Buenos Aires. Ciudad Nueva.
- Del Percio E. (2014). Ineludible fraternidad. Conflicto, poder y deseo. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Fundación CICCUS.
- Di Vincenzo F. (2022). “La idea de libertad impuesta por el Atlántico Norte y la tradición nacional”. Revista Rebelión Ver: https://rebelion.org/la-idea-de-libertad-impuesta-por-el-atlantico-norte-y-la-tradicion-nacional/
- Francisco (2020). Fratelli Tutti. Sobre la fraternidad y a amistad social. Buenos Aires: Conferencia Episcopal Argentina.
- García Cuerva (2023). Invocación religiosa. Catedral de Buenos Aires, 10 de diciembre de 2023. Arzobispado de Buenos Aires.
- Mattalini M. (2021). “Sorfraternidad y cogobernanza: reflexiones a partir de una experiencia conceptualizada de construcción política “desde abajo”. En: Silva Brito R., Mattalini M., Dal Pozzo F. y Ropelato D. (Organizadores). Cogovernança como processo de construção de fraternidade na política, a partir das cidades. Caruaru-PE: Editora Asces. Ver: http://200-98-146-54.clouduol.com.br/bitstream/123456789/2767/3/10.47306978-65-88213-16-2.33-52.pdf
- Mattalini M. y Duffard I (2023). “Sorfraternidad y políticas públicas”. Revista Cidade Nova, Brasil, edición Julio. Ver: https://drive.google.com/file/d/1iQfUVLc1gnVGjJeWf-WtFY6hdUfqPThP/view?usp=sharing
Milei Javier (2023). Discurso. Asunción del Presidente Electo Javier Milei Ver: https://www.youtube.com/watch?v=TWkRoC0nKBY
- Segato, R. L. (2016). La guerra contra las mujeres. Madrid: Traficantes de sueños.