40 años de liberalismos latinoamericanos
40 años después
“Soy el primer presidente liberal libertario”, declaró Javier Milei al conocer los resultados de las elecciones nacionales en la República Argentina. El 10 de diciembre, cuarenta años después del retorno democrático en el país y de la asunción de Ricardo Alfonsín, asumió el excéntrico economista adepto a la escuela austríaca.
En contraposición al candidato peronista, Milei prometió en campaña evitar el ingreso de la Argentina a los BRICS y tomar distancia de las políticas integracionistas que reimpulsaron al MERCOSUR y dieron origen a la UNASUR y la CELAC en la década precedente. A pesar de las pocas definiciones, en el campo de la política exterior el “presidente derechista” sostuvo que la Argentina tendrá un alineamiento automático con los EE.UU. En este sentido, la Canciller Mondino declaró que la primera decisión sería comenzar las gestiones para que el país ingrese a la OCDE. Los invitados internacionales presentes en la asunción confirman esta orientación y los dichos de los referentes de La Libertad Avanza. Ante la ausencia de Ignacio Lula Da Silva, participó del acto el ex presidente Jair Bolsonaro, además de los presidentes –también liberales– de Uruguay Lacalle Pou; de Paraguay, Santiago Peña y de Ecuador, Daniel Novoa.
Junto con la del rey Felipe VI, la visita más llamativa fue la del presidente ucraniano Zelenski que, en pleno conflicto bélico, llegó a la Argentina con la expectativa de recibir el apoyo diplomático y militar del país; apoyo que, como lo anticipaban las definiciones previas, no tardó en llegar. En la misma línea, estuvo presente el ministro de Asuntos Exteriores de Israel, Eli Cohen, y el primer ministro húngaro, el derechista Viktor Orban. Gabriel Bóric, presidente chileno, fue el único disonante dentro de aquel concierto de liberales extremistas pronorteamericanos.
No es la primera vez que el liberalismo llega al poder en América Latina de la mano del “alineamiento automático” con los EE.UU. La más reciente en nuestro país, fue durante la década menemista (1989-1999) donde se entablaron –en palabras de funcionarios de aquel gobierno– “relaciones carnales” con la potencia del norte.
1983, Raúl Alfonsín ganaba las elecciones que marcaron el retorno de la democracia. Fuente: Filonews
De esta manera, el festejo por los cuarenta años del retorno democrático que siguió a la finalización de la dictadura genocida, evidentemente no fue el esperado por parte de la sociedad argentina que aun mira con extrañeza a una fuerza política gobernante que tiene tan solo dos años de historia. La jornada histórica de asunción de Raúl Alfonsín en 1983, se había producido en una fecha que había sido elegida en conmemoración del 35º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos promulgada por la ONU. No solo la defensa de los derechos humanos había sido una de las banderas del gobierno radical sino también, en un primer momento, el acercamiento a América Latina. Frente a la Asamblea Legislativa –a la cual Milei le dio la espalda– Raúl Alfonsín había manifestado: “…somos conscientes de que el destino argentino está indisolublemente unido al de los pueblos hermanos de América Latina, que en difíciles y dolorosas circunstancias de reciente memoria nos acompañaron con su solidaridad y su invalorable apoyo moral y político…”1. En plena “segunda guerra fría” el gobierno buscó alejarse del conflicto Este-Oeste y promovió relaciones con diversos países europeos y, en particular, con América Latina. El Canciller de entonces, Dante Caputo reflexionaría tiempo después que el país se “había latinoamericanizado con Malvinas”2 pero que había que generar políticas concretas para dar solución a los problemas comunes que aquejaban a la región.
Sin embargo, a pesar de la reapertura de los actos eleccionarios, América Latina enfrentaba enromes dificultades que complicarían la consolidación de sus sistemas democráticos. Tal como analiza Ana Jaramillo, “…la democracia no empieza ni termina en el acto eleccionario. La búsqueda de una verdadera democracia en Latinoamérica implica la participación permanente de los ciudadanos no sólo para ampliar los derechos civiles, sino sociales, multiculturales y plurinacionales, sino que implica enseñar nuestra democracia en forma permanente ya que no se enseña a sí misma”3. En este sentido, las consecuencias económicas y sociales de las reformas neoliberales aplicadas por las dictaduras latinoamericanas –profundizadas luego por la segunda oleada de los años 80 y 90– dejaron fuertes condicionantes estructurales para el ejercicio de una auténtica democracia y el cumplimiento de los derechos.
Ante la urgencia de los problemas causados por la política neoliberal de los años precedentes, en particular aquellos generados por la deuda externa, Alfonsín propuso negociar regionalmente con los acreedores; también promovió la creación de un grupo de apoyo a los países centroamericanos a fin de denunciar el intervencionismo norteamericano en la región. Desde su concepción social-demócrata, convencido de que la misión fundamental era la defensa del sistema democrático, a finales de 1985 impulsó la firma de un acuerdo de integración con su par brasileño, José Sarney, sentando las bases del MERCOSUR, constituido formalmente en 1991. Subyacía, además del objetivo de la integración económica, la necesidad de aunar esfuerzos en pos de la defensa de las democracias recientemente conquistadas. El contexto regional aún era inestable. Recién en 1985 se produjo el retorno de la democracia en Brasil y en Uruguay; la larga dictadura en Paraguay –iniciada en 1954– llegaría a su fin en 1989; y en Chile, la dictadura de Pinochet se extendería hasta 1990–y el dictador conservaría su banca de Senador hasta 1999–.
Alfonsín y Sarney, firmantes del Acuerdo de Foz de Iguazú, que sentó las bases del Mercosur. Fuente: Perfil.
Una vez en funcionamiento, el MERCOSUR comenzó a funcionar desde la lógica de una unión aduanera y de la búsqueda de la liberalización de la economía, en consonancia con la creación de otros bloques regionales impulsados por la potencia del norte (tal como el NAFTA). La integración regional llegaba de la mano de la aplicación del neoliberalismo, impulsado por los EEUU en el marco de la construcción del mundo de posguerra unipolar. La formación de bloques económicos no se contrapone con la lógica neoliberal de la creciente mundialización, ya que constituyen instancias claves para realizar una mayor liberalización comercial, un proceso de ajuste estructural y un medio por el cual vincularse en forma más competitiva y efectiva con el mercado mundial. La Unión Europea fue la pionera de este proceso que se extendió hacia otras regiones del mundo (MERCOSUR, NAFTA, ASEAN, entre otros). El regionalismo abierto nació como propuesta funcional al neoliberalismo y sentó las bases para la apertura comercial y la integración al mercado mundializado, promoviendo el desmantelamiento de la protección industrial y la transnacionalización de las economías.
En este contexto, América Latina comienza a marchar al compás de las políticas de ajuste y liberalización: privatización de recursos naturales y empresas públicas, achicamiento del estado, desregulación de los mercados, preminencia del capital privado, flexibilización laboral, todas ellas llevadas adelante por presidentes de distinto signo ideológico pero que compartían la creencia de la “inevitabilidad del destino liberal”: Fernando Collor de Melo y Fernando Henrique Cardoso (Brasil), Carlos Menem (Argentina), Carlos Salinas de Gortari (México), Víctor Paz Estenssoro (Bolivia), Alberto Fujimori (Perú), Luis Alberto Lacalle (Uruguay) y Sixto Durán-Ballén (Ecuador).
Las reformas neoliberales aplicadas por las dictaduras latinoamericanas –a excepción de Brasil que tuvo rasgos desarrollistas– habían modificado los modelos de producción de la región dando origen a un nuevo bloque de poder vinculado al “gran capital” transnacionalizado con fuerte asiento en el sistema financiero. En la nueva correlación de fuerzas, las políticas vinculadas a la protección de la pequeña y mediana industria, de los sectores medios y populares, encontraría límites tanto en las posibilidades económicas como en los apoyos políticos necesarios para sostenerlas.
El liberalismo y la democriacia en cuestión. Entre la recolonización y la independencia
¿Qué democracia, entonces, se construyó en estos años? Ana Jaramillo nos dice “… Con el fetichismo del voto basado además en la pedagogía de las mentiras y la manipulación de la opinión pública, se pretende legalizar todas las ilegalidades que se cometen ante la impotencia del poder legislativo, aduciendo la legitimidad de origen de la democracia (…). El fetichismo del voto nos hace creer que ganar las elecciones es per se o equivalente a la esencia de la democracia. Pero un gobierno democrático no habilita al poder ejecutivo a transgredir incluso la legalidad jurídica y constitucional existente como si tuviera una patente de corso”6. Frente a la crisis social, el avasallamiento de los derechos sociales –conquistados durante el siglo XX– y la deslegitimación de los partidos políticos, la democracia fue “achicándose” y quedando circunscripta al mero acto electoral.
Las consecuencias sociales de las políticas de ajuste no tardaron en llegar y a finales del siglo XX se profundizaron las luchas populares en toda la región: movimiento obrero, movimientos sociales, de desocupados, de campesinos-indígenas, entre otros, protagonizaron jornadas de resistencia que pondrían en jaque a los gobiernos liberales. La llegada de Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela en 1999 marcó un cambio de época. En 2003, accedió a la presidencia Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil y Néstor Kirchner en la Argentina; y en 2005 Tabaré Vázquez en el Uruguay. Los cuatro mandatarios se opusieron a la implementación del ALCA –el corolario de los procesos de integración subordinada que proponía la creación de un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) de Alaska a Tierra del Fuego– en la Cumbre de las Américas realizada en Mar del Plata en 2005. Este acto señaló la nueva política internacional regional, desplazando a Estados Unidos del lugar dominante que ostentaba.
Presidentes Luis Inácio Lula da Silva (Brasil), Hugo Chávez Frías (RB Venezuela) y Néstor Kirchner (Argentina). Fuente: larepublica.ec
La sintonía política e ideológica entre los gobiernos de la región delineó el nacimiento de una nueva etapa para América Latina donde la integración regional formó parte de las políticas de Estado desde una perspectiva autonómica, en defensa de las soberanías nacionales. La Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) fueron ejemplos de esto.
Sin embargo, a finales de la primera década del siglo XXI, en pleno contexto de avanzada de los proyectos populares, se produjeron cambios profundos en la configuración geopolítica mundial. La crisis financiera de 2008 puso de manifiesto la crisis de acumulación dentro del sistema capitalista y de la globalización financiera y, también, de la hegemonía de los EEUU a nivel mundial. Promediando la segunda década del nuevo siglo, el declinismo norteamericano no sorprendió ni a propios ni a ajenos. El especialista en geopolítica y asesor de Henry Kissinger, Zbigniew Brzezinski, ya lo había expresado en 2005: “…el dominio global de Estados Unidos acabará por desvanecerse. Así pues, no es demasiado pronto para que los estadounidenses decidan qué forma quieren que tenga el legado final de su hegemonía”7. En el marco de una nueva fase de revolución tecnológica e industrial –que marca el paso del capitalismo digital al capitalismo cognitivo–, tuvo lugar la emergencia de un nuevo bloque de poder encabezado por China (y en términos militares también por Rusia).
Los debates en torno a cuál será el nuevo modelo de gobernanza mundial se encuentran abiertos: ¿avanzamos hacia una nueva polaridad o hacia un mundo multipolar? ¿Cuál es el lugar de América Latina en dicho escenario? La abundancia de minerales –en particular de litio–, energía y alimentos en la región hacen de esta, nuevamente, un territorio en disputa. Frente al avance de los intereses chinos –expresados en la construcción de la Ruta de la Seda– los EEUU vuelven a poner foco en el fortalecimiento de los vínculos bilaterales con los países de Nuestramérica8.
Este recrudecimiento de las políticas expansionistas, una verdadera reactualización de la Doctrina Monroe, se profundizó con la llega del republicano Doland Trump en 2017. Expresión de la crisis del globalismo y de la democracia liberal en el país central, el empresario republicano inauguró una era de nuevos liderazgos disruptivos, liberales en lo económico y conservadores en político, que mezclan un discurso nacionalista y nativista atractivo para gran parte de unos pueblo que vivencian la pérdida acelerada de protagonismo mundial.
Fuente: cronicon.net
Mientras tanto, la ortodoxia liberal vuelve a tomar fuerza en América Latina. Nuevos liderazgos políticos en los dos países más grandes de América del Sur –Brasil y Argentina– irrumpen en la escena internacional mostrando –en apariencia– semejanzas con el trumpismo. Pero, como nos enseña la historia, no es lo mismo aplicar el liberalismo en el norte que en el sur. A pesar de la mundialización y las transformaciones globales de las últimas tres décadas, el vínculo de dominación y dependencia entre países desarrollados y periféricos se ha modificado pero no ha desaparecido. Es por esto que las expresiones liberales del Sur no pueden expresar otra cosa que una entrega de soberanía. Más allá de cierta retórica nacionalista, la entrega total de los recursos estratégicos, la reprimarización de sus economías y el aumento, nuevamente, de las deudas externas, son los únicos horizontes posibles en los marcos de estas doctrinas.
¿Nos encontramos, entonces, ante el inicio de un nuevo y largo ciclo liberal? Las condiciones estructurales y coyunturales son, sin dudas, muy diferentes a la de los años de las dictaduras de los setenta y las democracias liberales de los ochenta y noventa. En aquel momento, EEUU estaba en un proceso de plena consolidación de su hegemonía mundial: la consecuencia inevitable era el reordenamiento y dominación de su histórico “patio trasero”. Hoy, en cambio, asistimos a una profunda reconfiguración del orden mundial, en el marco de la mutación del sistema capitalista, donde las incertidumbres son más que las certezas: ¿cuál será el nuevo patrón de acumulación? ¿Qué implica en términos estructurales el desarrollo de las nuevas tecnologías, de la inteligencia artificial y de la digitalización de la vida? ¿A dónde nos llevará la “economía de la atención” y la subjetividad humana como mercado de consumo? Pero más allá de las preguntas aun sin respuesta, está claro que el desarrollo tecnológico continuará acelerándose y la búsqueda de ganancias, de mercados –del tipo que sean– y de recursos naturales llevará a las potencias emergentes a una guerra multidimensional. Nuevamente la disyuntiva es –parafraseando a Stella Calloni y Víctor Ducroit– recolonización o independencia. Pero esta histórica –y actualizada– lucha, en condiciones de profunda descomposición y mutación antropológica, tiene algo de “grotesco”, parece expresar, tal vez, algo de aquella frase famosa de Marx cuando dijo “La historia ocurre dos veces: la primera como una gran tragedia y la segunda como miserable farsa”. En cualquier caso, un recorrido por el mapa nuestroamericano deja claro que esta batalla no está cerrada. La pugna por el destino del continente se encuentra en plena efervescencia. Y será el accionar de los pueblos el que determine hacia dónde marchará.
1. Discurso de Ricardo Alfonsín ante la Asamblea Legislativa, 10 de diciembre de 1983. Disponible en: https://bcn.gob.ar/uploads/adjuntos/Alfonsin-DOSSIER-legislativoAVIN153-Mensajes-presidenciales.-Mensaje-de-asuncion.-Congreso-Legislativo-de-la-Nacion-Argentina--.pdf
2. Entrevista al Ex -Canciller Dante Caputo en 1989, en América Latina/ Internacional. Buenos Aires. FLACSO. v. 6. n°. 21. pp. 260- 268.
3. Jaramillo, A. “la democracia fraudulenta y la pedagogía de las mentiras. Las enseñanzas de Rodolfo Puiggrós y Noam Chomsky”, en Portal No me Olvides, 27 de abril de 2018. Dispoonible en: http://nomeolvidesorg.com.ar/archivo/la-democracia-fraudulenta-y-la-pedagogia-de-las-mentiras-las-ensenanzas-de-rodolfo-puiggros-y-noam-chomsky-por-ana-jaramillo/
4. Mandel, E. (1987). El capitalismo tardío. Méjico: Ediciones Era.
5. Calloni, S.; Ducrot, V. (2004). Recolonización o independencia. América Latina en el siglo XXI. Buenos Aires: Grupo Editorial Norma, p. 107.
6. Jaramillo, A. “La democracia fraudulenta y la pedagogía de las mentiras. Las enseñanzas de Rodolfo Puiggrós y Noam Chomsky”, en Portal No me Olvides, 27 de abril de 2018. Dispoonible en: http://nomeolvidesorg.com.ar/archivo/la-democracia-fraudulenta-y-la-pedagogia-de-las-mentiras-las-ensenanzas-de-rodolfo-puiggros-y-noam-chomsky-por-ana-jaramillo/
7. Brzezinski, Z. (2004). El dilema de EE.UU. ¿Dominación global o liderazgo global? Buenos Aires; Editorial Paidós, p. 239.
8. Cabe aclarar que durante los años de avance de la defensa de la soberanía en el siglo XXI los EEUU no abandonaron la política injerencista. Una vez enterrado el ALCA la potencia del norte comenzó a promover la firma de Tratados de Libre Comercio (TLC) para liberalizar el comercio de bienes y servicios en forma bilateral. Para 2014, una decena de países latinoamericanos firmaron y pusieron en marcha sus TLC, consolidando sus economías orientadas hacia el libre mercado. Además, en 2011 se creó la Alianza del Pacífico (AP), integrada por México, Colombia, Chile y Perú, que se reivindicó como un bloque “desideologizado”, en los hechos en oposición al bloque de gobiernos nacionales-populares. Además, durante todo el siglo XXI la presencia militar estadounidense fue en ascenso. En América Latina y el Caribe hay bases militares estadounidenses que, sumadas al despliegue de la Cuarta Flota que navega el Atlántico Sur desde 2008, brindan una capacidad potencial de intervenir militarmente cualquier punto de la región; esto sin perder de vista que, en América Latina se encuentra presente un enclave colonial en posesión de Gran Bretaña que, desde las islas Malvinas, militariza el Atlántico Sur, región donde Estados Unidos no tiene fuerte presencia.