El saldo luego de votar

El autor realiza un balance cauto del proceso abierto en diciembre de 1983. Los viejos ganadores que hallaron la forma de conservar su posición, y una cuenta pendiente: la expansión y el pleno ejercicio de los derechos económicos.
Por Enrique M. Martínez *

 

Como para el resto de Latinoamérica, 40 años ininterrumpidos de democracia en Argentina es un motivo de festejo.

Es necesario, sin embargo, explicitar con el mejor detalle qué festejamos, porque esto tal vez sea el camino más corto para identificar las tareas pendientes.

Emerge de manera inmediata que el logro central es haber podido ejercer el derecho ciudadano de elegir y ser elegidos para administrar los asuntos públicos.

¿Qué lo impedía hasta 1983?

Una alianza explícita entre una fracción de la sociedad y las fuerzas armadas, que definía caminos rápidos para utilizar a estas últimas como instrumento para apropiarse del gobierno, en beneficio de los intereses de aquella.

Esa alianza funcionó en 1930, 1955, 1962, 1966 y 1976, con la particular intercalación del golpe de 1943 que mostró la posibilidad que el instrumento golpista se liberara de su mentor ideológico.

Demasiada inestabilidad para apenas medio siglo.

Suficiente repetición de una metodología anti popular para que llevara al hartazgo social y en parte hasta de los propios uniformados.

Sin embargo, se necesitó una defraudación nacional como la guerra de Malvinas para deslegitimar el procedimiento lo suficiente y abrir la posibilidad de un Nunca Más amplio y prolongado.

La sociedad recuperó mayoritariamente el respeto por la institucionalidad, la división de poderes, las elecciones universales, periódicas y transparentes.

Sin embargo, los intereses que promovían los golpes de Estado, ¿desaparecieron? De ninguna manera.

Solo parecen haber asumido como ineficiente y por lo tanto inconveniente, el camino hasta entonces apuntalado.

 

Tapa del periódico Señales Populares, Nº 47, ene-feb, 2015.

 

En lo que se refiere a la evolución de los derechos civiles desde 1983, cada avance debió ser reclamado y discutido con tenacidad por aquellas fracciones de la comunidad que los necesitaban.

La institucionalidad, aún con sus tortuosos senderos, habilitó los procedimientos para llegar a buen puerto en numerosos casos, especialmente durante las gestiones de gobierno que asociaron su éxito a sumar tales derechos.

Este plano de la realidad sirvió, por exclusión, para dar un poco de luz a una faceta bien oscura: cuáles han sido las motivaciones profundas de los golpes de Estado.

En efecto, los avances en los derechos civiles, se pueden contraponer con el estancamiento en algunos casos y el retroceso en otros, de los derechos económicos de la población.

Allí estaba y está la discusión esencial que 40 años de democracia no han podido resolver, porque la institucionalidad no sólo no cambió la estructura económica argentina y su inercia concentradora e inequitativa, sino que de algún modo permitió que el problema se ocultara detrás de las rutinas formales de gestión, agravándose ante la ausencia de diagnósticos adecuados.

Es decir, como apretada conclusión primaria: A lo largo del período que legítimamente celebramos, los antiguos promotores de golpes de Estado han logrado ampliar la asimetría en el ejercicio de derechos económicos en el tejido social, apelando a nuevas formas de intervención.

La manipulación mediática; la especulación financiera exacerbada por el crónico déficit de la balanza de pagos; la concentración productiva, acompañada de la financiarización de las corporaciones y su avidez por las ganancias de corto plazo; culminando en el diseño de estructuras políticas que se montaron en esa manipulación para administrar las asimetrías desde el propio aparato del Estado, constituyen el herramental alternativo, utilizado por quienes hacen de la inequidad su norte, luego de 1983.

Este proceso ha sido acumulativo, tanto en lo económico propiamente dicho, como en la utilización de elementos para naturalizar la falta de oportunidades y la inequidad, llegando al límite presente, en que por primera vez en el período un candidato presidencial con posibilidades de ser electo niega expresamente la validez de plantear la justicia social como objetivo comunitario.

La consecuencia de este escenario es inmediata.

Es necesario festejar 40 años de democracia continua. A continuación, es imprescindible asumir que respecto del período de golpes frecuentes, se produjo una mutación que permite que los intereses favorecidos a expensas del resto, sigan siendo los mismos que en los años anteriores.

El período que comenzará y por las décadas que seguirán, debería llamarse el Tiempo de la Democracia Económica.

Para que eso suceda será necesario contar con elementos ideológicos y procedimientos de gestión pública de nuevo cuño.

 

La secuencia del futuro

En principio, deberá contarse con la revisión del diagnóstico de la inequidad en la Argentina, superando la limitada explicación de la puja distributiva y los falaces mitos asociados a los altos déficit fiscales o a la exagerada emisión monetaria, que machacan sobre los ciudadanos de a pie, a partir de haberse naturalizado sin fundamento conceptual, como las causas de la alta inflación en el país.

Hay que tener diagnósticos estructurales serios.

Esto implica entender por qué no es de acceso simple la disponibilidad de cada uno de los cuatro factores básicos de la producción, en cualquier escenario productivo de bienes o servicios. La tierra, el trabajo calificado, el acceso a la tecnología y el capital son los elementos que deben estar a disposición de cualquier intento emprendedor para considerar que la igualdad de oportunidades forma parte de los valores básicos del tejido social.

Al presente, hay esfuerzos para facilitar el acceso a la vivienda popular, aunque insuficientes, pero ninguno para acceder a la tierra para producir.

 

Acampe de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) frente al Congreso Nacional en octubre de 2021. Fuente: UTT.

 

Hay esquemas de formación técnica diseminados por el país, de variada calidad, pero todos diseñados en función de fortalecer una oferta cuya demanda luego deben buscar aisladamente aquellos que se han capacitado. En ningún caso hay programas de formación permanente para emprendedores que ya están llevando adelante sus proyectos, lo cual implicaría compatibilizar claramente oferta con demanda.

El sistema de ciencia y tecnología argentino es de alguna potencia, en términos relativos en la región. Sin embargo, el grueso de sus resultados es aprovechado por las corporaciones de mediano y gran porte. No existe un sistema en que los emprendedores accedan gratuitamente al conocimiento tecnológico que necesitan para situaciones específicas de sus proyectos. Especialmente, es grave el sesgo hacia competir en el desarrollo del conocimiento internacional, cuando las tecnologías básicas en muchos casos aún no se aplican en nuestro país.

La disponibilidad de capital, finalmente, está básicamente asociada en forma directamente proporcional al patrimonio de quien lo requiere. No existen formas de financiar ideas valiosas ni esquemas de asociación transitoria con el estado, como están vigentes en buena parte del mundo industrial.

Las pinceladas presentadas muestran la enorme distancia que nos separa de la democracia económica, aún adoptando una mirada elemental que encuadramos en la “igualdad de oportunidades”.

Más complejo aún es el desafío si se agrega al horizonte la vocación de atender las necesidades comunitarias que la inercia de concentración capitalista ha dejado de lado o más grave aún ha dañado expresamente.

La llamada producción social, que es aquella que utiliza al mercado para sus transacciones, que es económicamente sustentable, pero no está orientada a maximizar el lucro, se está extendiendo por el mundo.

 

La Cooperativa de Trabajo Textil, ubicada en Carreras, departamento de General López, provincia de Santa Fe. Fuente: Mirador Provincial.

 

Esto sucede tanto en términos prácticos de emprendimientos que se reconocen, se vinculan, se organizan en ámbitos de construcción de tejido cada vez más potente, como llegando hasta las aulas convertida en disciplina que forma parte de la currícula educativa.

La cuestión ambiental en todos sus frentes; los servicios técnicos personales; el cuidado de personas en situación de vulnerabilidad; la alimentación, la vestimenta y la vivienda consideradas como un servicio social remunerado y no como un negocio; la infraestructura escolar o sanitaria de cercanía; la administración de la cultura, el tiempo libre y el deporte barrial, son solo algunos ejemplos de ámbitos de la vida en comunidad que nunca serán sistematizados y promocionados en tanto la preocupación central de los medios y de quienes acceden a los medios sean los avatares de la especulación financiera.

Esto último seguirá en la escena, mientras sea hegemónica la suerte del capital y el destino de la vida de las mayorías no sea discutido más que como un subproducto de la alta o baja inflación o de la paridad del dólar.

 

La mutación necesaria

Se dijo más arriba que aquellos que han buscado preservar sus privilegios cambiaron desde 1983 la metodología para conseguir su meta. Nunca hasta hoy han aceptado culturalmente que su vocación de maximizar beneficios pueda ser acotada por el bien común.

Los gobiernos populares desde hace muchas décadas, antes y después de la estabilización institucional, han debido por lo tanto concebir sus planes de manera defensiva. En tal contexto, debemos admitir que sus estrategias han tenido más que ver con la utopía de reproducir escenarios del pasado, más que diseñar soluciones imaginativas nuevas a los problemas subsistentes.

Al repetirse esa figura a lo largo de generaciones, se naturalizan dos tipos de subjetividad en la sociedad:

a) Quienes consideran intrínsecamente débil al gobierno y desde una mirada especulativa, eluden el cumplimiento de cualquier norma impositiva, aduanera, laboral o financiera, con mecanismos que van siendo cada vez más intrincados.

b) En el otro extremo, quienes pierden confianza en la capacidad del gobierno de protegerlos y ayudarlos a emerger de su condición de derrotados en el mercado. Empujados por los medios y hasta por la concepción de la dirigencia política, creen que “el poder real” reside fuera de los gobiernos.

Los primeros toman beneficio de cualquier resquicio y agigantan cualquier dificultad estructural.

Los segundos pierden objetivamente el impulso por construir un horizonte de calidad aceptable y aspiran a recibir subsidios de ese Estado que no los cuida, que complementen tareas de subsistencia de baja productividad.

Controlar la rapiña es condición de vida o muerte para nuestra democracia presente o futura.

Recuperar la esperanza para la base social es la contracara necesaria, de manera de no depositar más expectativas de las debidas en el crecimiento productivo y en la orientación a favor de los más débiles de la puja distributiva al interior de ese entramado. Es necesario agregar a esos potenciales logros otros objetivos que sean posibles a partir de la organización en la base social, que atiendan necesidades de manera concreta y objetiva.

 

"Operários", Tarsila do Amaral, Brasil, 1933. Fuente: Historia-arte.

 

Estas cosas requieren claridad en la interpretación de la historia argentina y firmeza en la conducción de los actores.

Si hemos de honrar el restablecimiento irreversible de las instituciones democráticas, será a través de conseguir resultados concretos en cada casa de cada rincón del país. Esos resultados requieren que gobiernen de manera efectiva los elegidos por el pueblo y que lo hagan detrás del interés general.

Las corporaciones multinacionales; las grandes corporaciones nacionales; los propietarios de bienes finitos como la tierra productiva o la tierra urbana; el sistema financiero en su conjunto; deben encuadrarse progresiva pero categóricamente en un sistema de vida nacional en que el interés de las mayorías sea el termómetro de la calidad de vida.

Mientras el ejercicio de la democracia se concrete dentro de ámbitos donde las decisiones surjan de mutaciones instrumentales definidas por quienes provocaron la inestabilidad del siglo 20 y anularon las ilusiones de varias generaciones en ese tránsito, nuestro festejo deberá ser acotado.

La lucidez plena y la expansión armónica de la vida de la comunidad se conseguirán con la democracia económica, a la que aún necesitamos definir con solvencia.

 

* Ingeniero Químico, ex presidente del INTI, coordinador del Instituto para la Producción Social.