La organización sindical en el lugar de trabajo durante el peronismo y la lucha por la liberación nacional

Los autores repasan la configuración de la representación sindical de base en la Argentina y, a partir del estudio de un caso, plantean la pregunta por su incidencia política.
Por Javier Vitale* e Iván Jameson Oberleitner* *

 

En la Argentina, las y los delegados y las comisiones internas son actores centrales en el proceso de construcción y consolidación de la clase trabajadora como colectivo unificado en los lugares de trabajo. Por experiencia histórica y definición jurídica, las comisiones internas constituyen una excepcionalidad político-social en cuanto a organización de las y los trabajadores, en comparación con otros casos a nivel mundial. El modelo sindical argentino –resultante de procesos e innovaciones de la propia clase obrera, con su ratificación normativa en el derecho colectivo– da cuenta de una concentración del poder de representación que obtienen los cuerpos de delegados y las comisiones internas: representan de forma directa la voluntad del colectivo de trabajadoras y trabajadores, centralizando y unificando sus intereses y sus decisiones. A la vez, son sujetos orgánicos e institucionalizados del respectivo sindicato de la rama. Es en esa conjunción de roles donde se origina su poder sindical y se reproduce su legitimidad: representan a las y los trabajadores frente al empleador, a la autoridad administrativa del trabajo y a la asociación sindical; como así también al sindicato ante el colectivo de trabajadores y el empleador. Este mecanismo complejo de representación intenta evitar la dispersión del interés colectivo: a diferencia de otros modelos, no puede haber delegados sin sindicato. Si a esta ecuación se le anexa la amplitud de los fines por parte de las organizaciones y la voluntad de incidencia política, podemos inferir que a nivel de base ocurre algo similar.

 

Abordaje histórico

La consolidación de las relaciones capitalistas de producción encontró su eco, desde un comienzo, en la organización de las y los trabajadores en Argentina. La desmedida explotación patronal, en tiempos de ausencia de derechos consagrados y escasez de sindicatos, originó una reacción de las y los obreros de organizarse en los lugares de trabajo. Primero fue en unidades productivas pequeñas, con dificultades para aunar reclamos y medidas de acción entre los protagonistas; luego en talleres, comercios y fábricas que habían incorporado gran cantidad de mano de obra. Esta masificación del mercado laboral se vio reflejada en la concentración de los medianos y grandes establecimientos fabriles, a la par del crecimiento exponencial del sector de servicios. Las primeras medidas de acción tuvieron por objetivo un incremento de la organización: realización de asambleas, elección de referentes que transmitieran la voz del conjunto, intentos de negociación colectiva y, por último, las primeras huelgas. Sin lugar a dudas, en esas primeras décadas de historia del movimiento obrero argentino el foco estuvo puesto en los lugares de trabajo, donde mayor posibilidad de cohesión y confluencia de demandas y objetivos sindicales había. El dinamismo sindical estuvo más afincado hacia el interior de las empresas, donde se encontraba la disputa directa con las patronales. Sin embargo, no encontraba correlato en la consolidación institucional y orgánica. Era muy común que quienes lograban construir referencia y legitimidad en el lugar de trabajo, fueran despedidos luego de alguna medida de acción colectiva. Las patronales lograban su objetivo de romper cualquier proceso de organización sindical estable y duradera.

 

"Construcción de desagües" de Benito Quinquela Martín, 1937. Fuente: argentina.gob.

 

A mediados de la década de 1920, se empieza a dar un proceso de cambios organizativos al interior del sindicalismo argentino, motorizados por el comunismo: esta corriente apuntó a las bases obreras de la industria e implementó una política específica para su inserción en fábricas y talleres. A su vez buscó fortalecer sólidas estructuras gremiales, con la intención de unificar en un sindicato diversos oficios o actividades; y fomentó, además, la creación de células de fábrica con el fin de traccionar en los propios lugares de trabajo la filiación partidaria. Esta política logró consolidarse y, con el correr de los años, generó su propia impronta y especificidad desde lo sindical, comenzando a modificar gradualmente aspectos troncales de la organización del movimiento obrero argentino. Según Diego Ceruso (2012):

 

Encontramos en el comunismo una política sistemática y específica de trabajo de base que se inició con las células, que luego de modo gradual y transicional se desplazó hacia estructuras más inclusivas como los comités de fábricas y secciones sindicales, para finalizar en el desarrollo e impulso de las comisiones internas fabriles (p. 95).

 

Es así como durante los años ‘30 se delinearon varios de los aspectos que van a nutrir al sindicalismo una década después. Si bien se expandieron conducciones sindicales que fueron forjando vinculaciones y acuerdos con el Estado (propiciando negociaciones salariales y de condiciones de trabajo), nos queremos detener en las características intrínsecas a las formas organizativas. En particular, empieza a ser cada vez más predominante la idea de unicidad y concentración sindical a través de organizaciones que absorban a los otrora gremios de oficios, contándose entre esas iniciativas el surgimiento de la Confederación General del Trabajo (CGT), como un intento de reunir a todas las centrales obreras. Asimismo se desplegaron comisiones internas que fueron reemplazando –con mayor presencia en aquellos sindicatos de extracción comunista– a las células de fábrica. El arraigo de estas se debió a su efectividad en el direccionamiento de la política gremial en el propio lugar de trabajo (con grados de autonomía y a la vez de organicidad con las conducciones sindicales) y a la obtención de resultados, contraponiéndose como real alternativa a la discrecionalidad patronal.

En la segunda posguerra, y tras las transformaciones en la estructura productiva1, el sector industrial se encontró fortalecido, a la vez que los sindicatos de sus respectivas ramas fueron adquiriendo mayor notoriedad. Así fue como la organización sindical de base cobró trascendencia, no sólo en la disputa material por la creciente productividad en las ramas industriales, sino también al interior de los sindicatos.

Previo al golpe de 1943, la representación sindical en los lugares de trabajo todavía no encontraba eco por fuera de la influencia de la corriente comunista. Claramente no era una realidad que atravesara a la mayoría de los gremios y ramas de actividad. Ceruso afirma que la organización del trabajo de base se modificó después de 1943. No obstante, el historiador sostiene que la actuación del movimiento obrero en los veinte años previos sedimentó experiencias que retomó luego el modelo sindical durante el peronismo (Ceruso, 2012, p. 98).

El proceso que se inicia con la llegada de Perón impactó de lleno en la cantidad y la calidad de la organización sindical: generalizó las representaciones directas en los lugares de trabajo; las reconoció desde el Estado y valorizó sus roles como organizadoras políticas y del entramado social.

 

Desenvolvimiento de la organización sindical de base durante el peronismo

El modelo sindical que toma forma durante el peronismo encuentra sus antecedentes entre 1943 y 1945, a partir de la relación que forjaron el entonces coronel Perón y sus equipos de trabajo con una gran cantidad de sindicatos, en especial con grupos de dirigentes intermedios o de base. Esta particularidad se desarrolló en un doble carril de necesidades mutuas. Por un lado, delegados, comisiones internas o dirigentes de segundo orden eran transmisores legítimos de los reclamos y las demandas que esbozaban las y los trabajadores en sus lugares de trabajo. Y para la novedosa Secretaría de Trabajo y Previsión, este carril servía como un vehículo eficaz y directo gracias al conocimiento de los hipotéticos conflictos laborales y la posterior resolución de los casos. Pero por otro lado, comenzó a delinearse un vínculo político estrecho entre Perón y una camada de dirigentes y delegados de base, incluso con varias conducciones sindicales opositoras al proceso iniciado en 1943. La propensión a darles entidad, voz y protagonismo a las dirigencias sindicales generó una novedosa praxis: el Estado institucionalizó un nuevo lugar donde se canalizaron demandas que, hasta entonces, sólo habían encontrado eco en tácticas puntuales y posicionamientos de los "partidos obreros" o de ciertas corrientes obreras, siguiendo los planteos que hiciera el historiador Hugo Del Campo (2012).

Sin lugar a dudas, lo sucedido el 17 de octubre de 1945 ha suscitado grandes debates historiográficos en torno a la espontaneidad o a lo planificado y organizado de la masiva concentración de trabajadoras y trabajadores. Consideramos que de cada hipótesis hay elementos presentes los días 16 y 17, en las dinámicas sindicales y barriales que llevaron a movilizar al centro de la Capital Federal. Hay una mixtura entre la espontaneidad –con los límites que supone este concepto– y lo orgánico. Una aproximación a esta idea fue el testimonio de Sebastián Borro, quien en ese momento era obrero metalúrgico y, una década después, sería un importante dirigente nacional del sindicato de la carne:

 

El 17 estábamos en los talleres. Eran las 10 y media de la mañana. Un grupo de 4 o 5 muchachos entran y conversan con nosotros. En ese momento yo era tornero y delegado gremial. Desde días antes la gente estaba con mucha efervescencia, preocupada por las noticias de que Perón estaba preso, decían, en la Isla Martín García, que estaba enfermo. Los que entran al taller nos dicen: “fue detenido Perón. Hay que rescatarlo, porque nos quieren sacar todas las conquistas sociales y quieren volver a hacer lo que hacían antes”. Yo me paré sobre un banquito y hablé: “Compañeros –dije, más o menos– aquí los compañeros me comunican que vienen columnas de todas partes para tratar de rescatar a Perón. En lo que respecta a mi posición personal, yo creo que hay que ir ya. Los que me quieran acompañar que lo hagan”. La amplia mayoría salió con nosotros a la calle; éramos ciento y pico de trabajadores; sólo dos o tres se quedaron. Ahí nomás, cerca, quedaban las fábricas Dayrico y la fábrica Magnasco, las dos de la alimentación. Varios fuimos a las dos fábricas y se hizo lo mismo: informarle a los delegados y después salieron casi todos (Baschetti, 2015)2.

 

Se vislumbra así la legitimidad con la que contaban muchos delegados de base o comisiones internas en cuanto a la capacidad de entroncar intereses gremiales con decisiones políticas. Este tipo de experiencias de dirigentes sindicales con fuerte representación en los sectores de base se confirma en los casos de Cipriano Reyes y María Bernaviti de Roldán en Berisso, o Anibal Villaflor en Avellaneda.

 

Tapa del cuaderno "Los trabajadores se emancipan", editado por el Servicio Internacional Publicaciones Argentinas en 1952. Fuente: CEDINPE.

 

En este recorte de análisis ya está presente un esbozo de la hipótesis de la presente ponencia: el involucramiento de la práctica sindical en la arena política mediante el rol que cumplieron las y los delegados y comisiones internas en la constitución y el desarrollo de lo que denominamos peronismo histórico. Ahora bien, nos centraremos de aquí en más en el proceso más abarcativo de lo que fue aquel primer peronismo y en la especificidad que significó la organización sindical en los lugares de trabajo como parte de una democratización social y un protagonismo político del movimiento obrero organizado que signó el periodo.

El 2 de octubre de 1945 el entonces coronel Perón firmó el Decreto-Ley 23.852/45 de “Asociaciones Profesionales” (Doyon 1988b, p. 189; James 2010, p. 23). Luego de décadas de lucha, se erigió como derecho consagrado un cúmulo de conquistas por parte de las y los trabajadores en materia de derecho colectivo. Fue la primera normativa que reconoció al sindicato como una asociación de representación profesional. Estableció legalmente el nuevo sistema de relaciones colectivas de trabajo, con base en la unidad de representación de los intereses colectivos por rama de actividad y en la representación unificada en los lugares de trabajo (Corte, 1994). No inventó, como ya hemos dicho, la noción de representación sindical de base. Únicamente reconoció algo existente al interior de las organizaciones sindicales y que ya era parte troncal de las tensiones entre el capital y el trabajo. Esta institucionalización dio un marco relativamente ambiguo para que su expansión y consolidación se desenvuelvan mediante la correlación de fuerzas al interior de los establecimientos de trabajo o en las propias ramas de actividad, como fue el caso del Art. 49, mencionado en la mayoría de los estudios sobre las comisiones internas durante el peronismo (Doyon, 1988b; Basualdo 2010; Ceruso 2012; Torre 2012; Schiavi 2013).

En el interés del Estado por reconocer y regular la actividad sindical también hubo un llamamiento a que la misma trascienda la perspectiva clasista y se reconozca como un actor político con capacidad de abocarse a la integralidad de los problemas de las y los trabajadores. Al decir de Daniel James, el peronismo propuso “una visión distinta y nueva del papel de la clase trabajadora en la sociedad” (2010, 31). Por eso mismo en el Decreto-Ley 23.852/45 se incluye el derecho de las asociaciones de participar de actividades políticas y amplía los fines sindicales más allá de las meras reivindicaciones salariales o de condiciones de trabajo. Es decir, promueve sindicatos que potencialmente tengan vocación política a través de sus peticiones y de la defensa de intereses que sobrepasen lo reivindicativo gremial, como también que apuesten por la vinculación y el trabajo conjunto con el Estado.

Las comisiones internas tuvieron dentro de sus consideraciones y alcances la veta reivindicatoria de clase –que fue lo estrictamente sindical–, y la veta política –que fue el aporte al proceso revolucionario nacional–. De por sí, funcionaron como el principal freno a los intentos patronales de desconocer o afectar las victorias de las y los trabajadores. Y en su reverso ofensivo eran los cimientos desde donde se efectivizaron –y luego se generalizaron– derechos ya estipulados o, en algunos casos, donde surgían nuevos. El Estado necesitó el accionar de la organización sindical en el lugar de trabajo. La capilaridad que tuvieron las comisiones internas se debió a la mayor incidencia y permeabilidad sobre el trabajador raso, el no-militante o activista. Construyeron sobre una red de relaciones sociales desbordando los límites estrictamente partidarios o institucionales sindicales; esto acrecentó su poder de representación y su potencial capacidad de ser actores definitorios. La historiadora Victoria Basualdo describe este punto de vista sobre las comisiones internas:

 

Promovían la organización de la clase obrera a través de representantes directos, protegidos y reconocidos institucionalmente, que podían sostener demandas frente a las patronales y ejercer presión sobre los dirigentes sindicales locales, provinciales y nacionales. Por otro lado, las comisiones internas permitían transmitir directivas de los dirigentes a los representantes más directos y a la base y fortalecer la llegada y la capacidad de organización y movilización, pudiendo convertirse, potencialmente, en una instancia de control y supervisión de los trabajadores de base por parte de los dirigentes sindicales jerárquicos, que a su vez tenían una relación estrecha con el Estado. (…) al tiempo que permitían establecer límites al poder del capital (Basualdo, 2011, p. 242).

 

El caso del frigorífico Smithfield

A la hora de analizar este tipo de organización sindical en el lugar de trabajo durante el período peronista, encontramos ciertos indicios que podrían justificar un estudio de caso concreto. Las y los trabajadores del frigorífico Smithfield localizado en Zárate, provincia de Buenos Aires– constituyeron un grupo de activismo sindical que se remonta a los tiempos de la inauguración de la fábrica. La socióloga Luciana Deledicque (2022) desarrolló en su tesis de licenciatura la historia de este establecimiento, fundado en 1886 a la par de las transformaciones en la matriz agroexportadora de nuestro país y su inserción en el mercado internacional. El Smithfield, así, fue un termómetro sensible a las variaciones en la producción y exportación de carne vacuna en la historia argentina: desde su fundación con capitales anglo-neerlandeses, sus crisis con la ruptura de los mercados tras la primera guerra mundial, el impacto del crack del ‘29, las consecuencias del pacto Roca-Runciman, hasta el ascenso del peronismo y su nacionalización mediante la Corporación Argentina de Productores (CAP). Su historia es sumamente interesante, y excede el recorte temporal de este trabajo; aunque puede mencionarse que, además de ser un fiel reflejo de la economía argentina primarizada, también representa un caso paradigmático de lucha y organización de los y las trabajadoras del gremio de la carne (Deledicque, 2022; Contreras, 2013; Little, 1988).

 

Frigorífico Smithfield en los años '40. Fuente: enlacecritico.com.

 

En este último sentido, la organización gremial de los trabajadores de la carne en este territorio se plasmó en la fundación del Sindicato de Obreros de los Frigoríficos y Anexos de Zárate (SOFAZ), el 6 de noviembre de 1928. Cabe destacar que los obreros del Smithfield constituyeron la mayor representación dentro de este sindicato, en tanto fue el establecimiento que pudo sobrellevar los múltiples vaivenes del mercado agroexportador (Deledicque, 2022, 33). Los delegados de base del Smithfield, entonces, tenían una notable influencia dentro del SOFAZ, a tal punto que incidieron en la adhesión a las diferentes federaciones de trabajadores de la carne y lograron una progresiva participación dentro de ellas: primero en la Federación Obrera de la Industria de la Carne (FOIC), de tendencia comunista y referenciada en el dirigente José Peter; posteriormente en la Federación Argentina de Trabajadores de la Industria de la Carne (FATIC), con la conducción del dirigente de tendencia sindicalista, Cipriano Reyes; y finalmente en la Federación Gremial del Personal de la Industria de la Carne, Derivados y Afines (FGPICDyA), creado en 1944 y en cuya conducción llegaron a incidir luego de discusiones con la FATIC referidas a la autonomía del SOFAZ (Deledicque, 2022, 46).

Como vemos, el sindicato de Zárate tuvo un particular dinamismo en su pertenencia a federaciones nacionales, llegando a abrir canales de diálogo directamente con las autoridades políticas, hecho del que dan cuenta sus entrevistas con Perón entre 1944 y 1947. El punto que más nos interesa a los fines de este estudio emerge durante ese último año cuando, en julio, una comitiva del SOFAZ se reunió con el presidente Perón para llevarle una problemática recurrente en el Smithfield: el vencimiento de los contratos de faenamiento con la CAP. Ante esta situación, los trabajadores del frigorífico le transmitieron a Perón una propuesta que contemplaba una meta de productividad bajo una administración de capitales nacionales, acompañada de la necesidad de rubricar los derechos laborales consagrados con la reciente aprobación del convenio colectivo de trabajo del sector de la carne, en noviembre de 1946 (Deledicque, 2022, 48). En este punto encontramos coincidencias con los planteos que hicieran tanto la historiadora canadiense Louise Doyon (1988c) como el argentino Marcos Schiavi (2013), en cuanto a que la conflictividad sindical durante los primeros años del gobierno peronista tuvo una fuerte impronta de avance de derechos laborales, mediante la demanda y aprobación de las convenciones colectivas de trabajo. Se puede inferir que de parte de los trabajadores del frigorífico y de su representación sindical surgió una determinada interpretación de la realidad en torno al horizonte productivo de la empresa, que decantó en el esbozo de una propuesta que amplió los márgenes gremiales reivindicativos: ¿cuál podría ser el destino propietario de la empresa? ¿Y cuál sería el rol del Estado en el mismo?

El planteo de los trabajadores del Smithfield encontró eco en Perón, ya que a fines de 1947 el frigorífico fue adquirido por capitales nacionales, mediante su compra por el Consejo Económico Nacional. Nuevamente, una delegación del SOFAZ fue a entrevistarse con el presidente, esta vez para felicitarlo:

 

El 17 de diciembre de 1947 una delegación de Zárate se entrevistó con Perón y lo felicitó por la compra del frigorífico Smithfield (...) declarando que dicha compra serviría como punto de partida para una política de progresiva nacionalización de la industria de la carne (...) En ocasión de los actos celebratorios, de los cuales participaron, los dirigentes de la carne aprovecharon la oportunidad para destacar que la nacionalización de los frigoríficos también era considerada una necesidad nacional (Little, 1988, 294-295).

 

Trabajadores del Frigorífico Smithfield en la década de 1940. Fuente: enlacecritico.com.

 

Conclusiones

Este breve recorrido por el caso Smithfield lejos está de ser una comprobación fáctica de nuestro objeto de estudio: la proyección política de la organización sindical en el lugar de trabajo. Sin embargo, representa un rasgo del paradigma indiciario, siguiendo la conceptualización que hiciera el historiador italiano Carlo Ginzburg (1994), en tanto encontramos una huella a estudiar y profundizar en este camino tan particular, que es el estudio de las organizaciones de base. Un estudio que, de más está decir, presenta una serie de dificultades metodológicas, como las que reconoce Diego Ceruso (2012), en tanto un enfoque a una escala tan reducida impide extraer grandes generalizaciones (p. 82), además de la falta de fuentes directas producidas por este tipo de organizaciones; pero, como contracara, nos habilita a introducirnos en un espacio inexplorado por los grandes estudios, y que nos acerca a la experiencia de las y los trabajadores de a pie, aquella masa desapercibida por las grandes anteojeras teóricas del campo de la historia, pero tremendamente incidente en la transformación de ella. Creemos que comenzar a preocuparnos por conceptualizar el campo de la organización sindical en el lugar de trabajo y explorarlo históricamente, nos acerca a una veta que sigue presente en los problemas actuales, e incidiendo en la vida política del país.

 

* Integrante del Centro de Estudios para el Movimiento Obrero y Docente en Formación Sindical / **Profesor en Historia (FFyL-UBA).
Notas
1. Consecuencia, como lo analiza el historiador Norberto Galasso, de un fenómeno autóctono de industrialización por sustitución de importaciones (2011b, p. 231).
2. Otro relato en la misma línea lo da Raico Atanasoff, en ese momento delegado en un taller textil, quien detalla: “Yo era delegado general de la textil Duplex (...) No todas fueron flores porque hubo lugares que se hacía difícil el acceso a la fábrica. Salimos de la textil, cinco o seis personas seríamos. Llegamos a la vuelta, a la fábrica de aceite Gallo. No tuvimos oposición. Dejaron gente que atendiera las calderas y todo el mundo afuera. Seguimos por San Martín y antes de llegar al puentecito de la entrada al radio urbano estaba Woitin y tenía muchísima gente trabajando. Cuando salimos a hablar con los delegados que estaban todos organizados, la guardia de arriba nos disparó unos tiros. Pero ya se había juntado mucha gente; 150 personas. Logramos que se serenara el ambiente, hablamos con los delegados y no quedó nadie en el lugar”.

Bibliografía
- Abós, Álvaro (1977). Delegados de personal. Comisiones internas. Buenos Aires: Ediciones lus.
- Baschetti, Roberto (comp.) (2015). La plaza de Perón. Testimonios del ‘45. Buenos Aires: Ediciones Capiangos-Peronismo Militante.
- Basualdo, Victoria (2010). “Los delegados y las comisiones internas en la historia argentina: 1943-2007”; en Azpiazu, Daniel; Schorr, Martín y Basualdo, Victoria. La industria y el sindicalismo de base en la Argentina. Buenos Aires: Cara o ceca.
- Ceruso, Diego (2012). “La izquierda y la organización sindical en el lugar de trabajo 1920-1940”; en Archivos de historia del movimiento obrero y la izquierda, Año 1, Número 1. Buenos Aires, pp.81-101.
- Contreras, Gustavo Nicolás (2013). “Las tendencias peronistas en la Federación de la Carne. Prácticas gremiales y proyecciones políticas 1946-1955”; en Anuario IEHS 28, Buenos Aires, pp.17-35.
- Corte, Néstor (1994). El modelo sindical argentino. Régimen legal de las asociaciones sindicales. Buenos Aires: Rubinzal-Culzoni Editores.
- Del Campo, Hugo (2012). Sindicalismo y peronismo. Buenos Aires: Siglo XXI.
- Deledicque, Luciana Melina (2022). Un frigorífico a contrapelo de la historia. Del Smithfield a la Cooperativa Martín Fierro. Reconstrucción histórica de una lucha obrera en Zárate. La Plata: Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata (tesis de licenciatura).
- Doyon, Louise (1988). “Conflictos obreros durante el régimen peronista (1946-1955)”; en Torre, Juan Carlos (comp.). La formación del sindicalismo peronista. Buenos Aires: Editorial Legasa, pp. 222-263.
- Doyon, Louise (1988). “La organización del movimiento sindical peronista (1946-1955)”; en Torre, Juan Carlos (comp.). La formación del sindicalismo peronista. Buenos Aires: Editorial Legasa, pp.183-221.
- Galasso, Norberto (2011). Historia de la Argentina. De los pueblos originarios hasta el tiempo de los Kirchner, Tomo II. Buenos Aires: Colihue.
- Ginzburg, Carlo (1994). Mitos, emblemas, indicios. Morfología e historia. Barcelona: Gedisa.
- James, Daniel (2010). Resistencia e integración. Buenos Aires: Siglo XXI.
- Little, Walter (1988). “La organización obrera y el Estado peronista, 1943-1955”; en Torre, Juan Carlos (comp.). La formación del sindicalismo peronista. Buenos Aires: Editorial Legasa, pp.265-321.
- Schiavi, Marcos (2013). El poder sindical en la argentina peronista (1946-1955). Buenos Aires: Imago Mundi.
- Torre, Juan Carlos (2012). Ensayos sobre movimiento obrero y peronismo. Buenos Aires: Siglo XXI.

Fuentes
- Diario de sesiones de la Cámara de Senadores del Congreso Nacional. Sesión extraordinaria del 19 de diciembre de 1946, pp.28-33.