Identidad villera. Apuntes para una genealogía (III)
Organización y resistencia
El 29 de junio de 1966 el Gral. Juan Carlos Onganía tomó por las armas el poder y, desplazando al presidente Arturo Illia (electo bajo proscripción del peronismo), instauró lo que llamó la “Revolución Argentina”. El gran capital concentrado obtendría pronto lo que buscaba: la aplicación de políticas de ajuste y un fuerte disciplinamiento a una sociedad altamente movilizada.
Respaldado por la Cámara Argentina de Comercio, la Bolsa de Comercio de Buenos Aires y los organismos financieros internacionales, en 1967 el gobierno aplicó el Plan de Estabilización y Desarrollo. Las consecuencias negativas no se hicieron esperar. La devaluación del 40 % de la moneda nacional (para intentar reducir la fuerte inflación), la disminución de los aranceles de importación y el establecimiento de las retenciones a las exportaciones agropecuarias, no alcanzaron para hacer frente a la crisis económica. Además, la suspensión de los convenios colectivos de trabajo y el congelamiento de los salarios (luego de un aumento del 15 %) profundizaron aún más el malestar social.
Junto a la pobreza, las villas miseria de la ciudad de Buenos Aires continuaron creciendo. El número de habitantes aumentó vertiginosamente. La llegada de inmigrantes de países limítrofes se intensificó, en particular de Paraguay y de Bolivia. Llegaban exiliados políticos con diversas experiencias de lucha en sus países de origen, que se encontraban bajo dictaduras o bajo gobiernos civiles controlados por las fuerzas armadas. Lo que en los años cincuenta era una realidad incipiente, adoptaba rasgos más permanentes en las décadas del 60 y 70. El guaraní, el quechua, el aymara y el castellano circulaban, se superponían y convivían –al igual que los grupos identificados con esas lenguas- en los barrios y suburbios del área metropolitana.
Población en las villas de la ciudad de Buenos Aires entre 1962 y 1976*
VILLA |
1962 |
1976 |
1-11-14 BAJO FLORES |
4467 |
35515 |
3 FATIMA |
846 |
46737 |
15 MATADEROS |
1946 |
14579 |
20 LUGANO |
4322 |
21305 |
21-24 BARRACAS |
344 |
12120 |
31-31 BIS RETIRO |
6731 |
24324 |
Fuente: Cravino, 2006: 47.
La historia de Carmelo Sardías, delegado del Barrio Güemes de la Villa 31, es ejemplo de lo vivido por miles de inmigrantes en esta etapa. Nacido en Potosí, en octubre de 1966, llegó a Buenos Aires. Recuerda del aquel momento:
… era estudiante de la Universidad de San Simón de Cochabamba (…) después de haber hecho una gran movilización, un día cae el Ejército a la Universidad y nos empezó a marcar; nos dieron 48 hs. para irse del país, caso contrario son muertos. (…) Fue muy duro para los docentes, estudiantes y para los mineros (…) Los universitarios estábamos en la mira. No nos quedó otra que agarrar el viaje al lugar más cercano (…) Pude llegar a San Salvador de Jujuy y, luego, con el tren llegué a Buenos Aires. Cinco vinimos para acá, tres se fueron a Chile1.
Escapando del autoritarismo, Sardías llegó a un país inmerso en la lucha y la resistencia política. El mismo año de la aplicación del Plan económico de “estabilización”, el gobierno de facto había dictado la Ley Nacional 17.605 “Plan de Erradicación de las Villas de Emergencia de la Capital Federal y del Gran Buenos Aires (PEVE)”2. La primera medida tomada fue la prohibición para ampliar y construir nuevas viviendas o aceptar a nuevos pobladores. La idea del gobierno se puso en marcha luego de las inundaciones de 1967, cuando se desbordaron los ríos Reconquista y Matanza. La ley se justificó mediante distintos argumentos tales como el peligro que significaba vivir en zonas inundables y la necesidad de usar los terrenos ocupados para obras públicas. Sin embargo, las primeras villas en erradicarse no fueron aquellas afectadas por las inundaciones sino las que interrumpían los lugares de acceso a la Capital, fundamentales para la realización de las autopistas.
Conjunto habitacional Lugano I y II, Parque Almirante Brown, Buenos Aires. Primera etapa: 3800 viviendas. Segunda etapa: 2640 viviendas. Comisión Municipal de la Vivienda de la Ciudad de Buenos Aires, 1968 -1971. Fuente: Revista Semana, Nº 85, Buenos Aires, enero de 1975, p.55.
El mecanismo consistía en tomar por la fuerza a las familias, transportarlas en camiones del ejército -previa desinfección- y reubicarlas en los “núcleos habitacionales transitorios” sin tener en cuenta los lazos comunitarios existentes. Las pertenencias quedaban por lo general en las antiguas viviendas, las cuales eran destruidas por las temibles topadoras. Si se identificaban inmigrantes de países limítrofes llegados recientemente, se los expulsaba a sus lugares de origen.
Los núcleos habitacionales transitorios se construyeron en distintos puntos, como el de Los Perales, en Av. Del Trabajo y Lisandro de la Torre; el de Barracas, sobre Alcorta y Zabaleta o el Santos Vega en San Justo, sobre Provincias Unidas. Muchos de estos lugares se convirtieron en futuras nuevas villas. Esto provocó, además, que numerosas familias se reubicaran en otras villas. Este es el caso de Villa Fátima en Villa Soldati, donde del 18 al 27 de octubre se sumaron 350 familias3, provocando graves enfrentamientos con la policía por la “ley de congelamientos”.
En estos operativos, el Estado desconocía a las organizaciones villeras preexistentes, en particular a la Federación de Villas (FVBE) y a las Juntas Vecinales. La embestida oficial debilitó estos espacios generando que las Comisiones vecinales y los Clubes de Madres se convirtieran en los nuevos interlocutores, renovando la presión sobre los organismos públicos (Ziccardi, 1977: 132). Pudieron llevar adelante reclamos diversos para gestionar obras de mejoramiento de las villas tales como la instalación de grifos, luz eléctrica, piletas, construcción de escuelas, etc. Cuantos más servicios e infraestructuras existieran en los barrios, más difícil sería la erradicación, por eso cada pequeña conquista era concebida como un gran logro. Organizaban reuniones con los vecinos y, en pos de lograr la inviolabilidad de las viviendas, comenzaron a buscar ayuda en organizaciones de bien público, en los sindicatos de la zona y en las capillas de la Iglesia católica que, por aquellos años, comenzaron a ser construidas dentro de los barrios.
Ser cura y villero
Un nuevo actor socio-religioso entró en escena: los “curas villeros”. A mediados de la década de 1960, varios sacerdotes comenzaron a realizar tareas pastorales en las villas miseria de la ciudad de Buenos Aires. La renovación postconcilar, la conformación del tercermundismo y el llamado a la “opción por los pobres” –que caracterizaba a la corriente que comenzaba a gestarse en América Latina conocida luego como Teología de la Liberación- convocó a estos curas a radicalizar sus prácticas e ir más allá de la asistencia ocasional a las villas.
El primero en tomar la decisión de ir a vivir a la villa fue Héctor Botán, sacerdote diocesano ordenado en 1959 que se mudó a Villa 20 (Lugano). El mismo identifica al Concilio Vaticano II como un punto de inflexión no sólo para la historia de la Iglesia sino también para la reafirmación de su opción sacerdotal. Recuerda que se preguntaba: “Yo, ¿soy católico o no soy católico?” -y agregaba- “…tenía la idea de que caminaba por la cuerda floja […] Cuando acabó el Concilio Vaticano II la reacción mía fue de una gran alegría porque dije, soy católico”4.
El padre Carlos Mugica colabora con alimentos en la villa Comunicaciones de Retiro. Fuente: Bellota, A. (1997). El cura de las villas. Todo es Historia, Nº 361, Agosto, Buenos Aires, p. 8.
Buscaban vivir el “auténtico cristianismo” y, para ello, comenzaron a trabajar –y muchos a vivir- en las villas. Fue una opción pastoral acompañada de una fuerte sensibilidad social. La opción por los pobres los llevó a los barrios. Si bien se encontraban en un proceso de debate y formación política, sería en aquel territorio, habitando dicho espacio, donde se profundizaría su politización y, también, su peronización.
La mayoría de los “curas villeros”, tal como comenzaron a ser conocidos, eran sacerdotes diocesanos. Habían estudiado en el Seminario de Devoto donde se transmitían las ideas de renovación teológica imperantes en la época. Tal era el caso de Héctor Botán, Ricardo Ricciardelli, Carlos Mugica, Jorge Goñi y Jorge Vernazza. Pertenecían, además, a la misma generación (Vernazza era el mayor y se había ordenado en 1951)5 y habían presenciado sucesos históricos claves para comprender el devenir de cada uno de ellos: la ruptura de la Iglesia con el peronismo y el apoyo de la institución al golpe de Estado de 1955; este conflicto, había sido vivido intensamente por estos jóvenes que, en aquel momento, profesaban el antiperonismo6.
Una vez instalados en las villas, los sacerdotes tercermundistas “se convirtieron en los referentes máximo de laicos, religiosas, grupos de estudio, obreros, estudiantes que se identificaban con la opción revolucionaria de parte de los cristianos” (Touris, 2010: 145). Los curas contaban, además, con una presencia en los medios de comunicación de la que carecían el resto de los grupos villeros.
Aprovechando su popularidad planificaron acciones de impacto mediático para denunciar el accionar de la dictadura. El 20 de diciembre de 1968 llevaron a cabo, por ejemplo, un acto público que llamó la atención del conjunto de la sociedad: se presentaron en la Plaza de Mayo para entregarle al presidente una carta firmada por 68 sacerdotes reclamando por los atropellos perpetrados en el marco del Plan de erradicación. La carta denunciaba al accionar del régimen militar citando los documentos de Medellín y explicitando su opción por lo pobres. Así lo recuerda el padre Botán:
…Estábamos para dejar una queja. El gran slogan de la dictadura era “Feliz Navidad” y nuestro lema era “¿Feliz Navidad para quién?” […] El asunto era caer de “sopetón” antes de que llegara la policía, llamar al periodismo y dos que entraran a la Casa de Gobierno con el fin de hacer tiempo para que los periodistas tomaran nota de este hecho. A mí me tocó entrar junto a Roberto D´Orta y me acuerdo que nos decían (la guarda de seguridad), “esto es una revolución”. Y esa noche en todos los lugares de Buenos Aires, los curas y los laicos comprometidos haciendo pública la situación […] ¿Qué clase de felicidad tenían nuestros pobres?... (Documental Padres Nuestros).
La acción de los curas se articuló con el trabajo que venía haciendo la Federación de Barrios y Villas de Emergencia y su órgano de difusión oficial, La Voz de las Villas. En la edición de agosto de 1969 se puede leer:
…El gobierno militar nos engaña diciendo que en estas villas viviremos durante un año para luego ser trasladados a departamentos más cómodos. Pero la realidad nos muestra que los compañeros villeros que fueron trasladados a estas villas transitorias todavía no vieron los cimientos de sus confortables departamentos y sólo ven cómo se les vienen abajo las paredes de las casillas a donde los llevaron (La Voz de las villas, agosto de 1969).
Además, en la publicación afirmaban la necesidad de darse una organización política, afirmando que “el verdadero objetivo es […] desorganizar a la clase obrera y romper todos sus órganos representativos” (La Voz de las Villas, agosto de 1969). En forma simultánea, los villeros comenzaron a organizar campañas de concientización a partir de la elaboración de volantes donde presentaban consignas cortas tales como: “Luchemos contra los campos de concentración. Luchemos contra el estado actual de las villas de emergencia. Luchemos por la transformación de nuestras villas en verdaderos barrios obreros” (La Voz de las Villas, agosto de 1969).
Los curas se involucraron no sólo en acciones de denuncia sino también en la mencionada búsqueda de organización política. Cuando las juntas de delegados tomaron protagonismo, los curas promovieron la participación de los vecinos. En la Villa 31 –donde trabajaban Mugica y el padre “Pichi” Meisegeier-, por ejemplo, en 1968 convocaron a los responsables de pasillo y de manzana para elegir a los delegados vecinales. Las “juntas de delegados” de todas las villas miseria de la ciudad convocaron –a su vez- a un plenario que, si bien no logró articular una instancia organizativa superior, dejó como legado la institucionalización y legitimación de las Juntas de Delegados en varios de los barrios de la ciudad. Creada el 4 de abril de 1968, la Junta de Delegados de la Villa 31 tenía llegada al conjunto de la población villera de la Capital, tanto por su ubicación geográfica como por su historia previa de militancia y organización.
Los esfuerzos de los curas y laicos/as villeros/as, que se concentraban en evitar los desalojos en el marco del plan de erradicación, los llevó a articular con otras organizaciones del campo popular tales como los sindicatos. En marzo de 1968, la CGT de los Argentinos (CGTA) en una de las resoluciones aprobadas afirmaba: “Para que cesen los desalojos y el drama de las villas de emergencia y se garanticen planes de tierra y vivienda” (citado en Ziccardi, 1977: 143). En el mensaje del 1º de mayo volvieron a reivindicar la lucha villera y a denunciar a los planes de erradicación.
En julio de 1968 la Junta de Delegados se reunió con la comisión directiva de la CGTA a fin de lograr un pronunciamiento público contra el plan de erradicación. Hacía poco tiempo que dentro de la central obrera se había creado la “Comisión de villas”: quienes habitaban las villas eran trabajadores y, como tales, parte del movimiento obrero organizado. Muchos de los dirigentes villeros tenían, además, militancia sindical. Comenzaron, entonces, una campaña de junta de firmas y en la conferencia de prensa del 5 de julio presentaron una carta al Presidente de la Nación con la adhesión de 13.000 personas para exigir públicamente la entrega de viviendas definitivas. La relación con la CGTA fue consecuencia del crecimiento de la influencia del peronismo en las organizaciones villeras y la pérdida de protagonismo del Partido Comunista que, hasta ese momento, había sido la fuerza política hegemónica dentro de la FBVE.
En septiembre del mismo año, el Semanario de la CGT de los Argentinos sostenía:
…las villas se multiplicaban junto con el proceso de monopolización en el campo por la oligarquía y el éxodo de trabajadores rurales hacia las nacientes industrias de las ciudades. Aquellos hombres que bajaban del norte […] no estaban en condiciones de asumir tareas como obreros especializados. De ahí que se convirtieran, primero, en mano de obra barata y segundo, en obreros de industrias de bajos salarios, como la carne, construcción o portuarios (Semanario CGT de los Argentinos, N° 21, 19 de septiembre de 1968).
"Once curas villeros -algunos adscriptos al movimiento del Tercer Mundo- oficiaron la misa concelebrada en la basílica de Luján. Carlos Mugica tuvo a su cargo el sermón...". Fuente: Revista Semana, 16, Buenos Aires, 2 de enero de 1970, p.8.
Otro hito fundamental en la gestación del movimiento villero de la Capital Federal fueron las peregrinaciones villeras a Luján, una de las primeras acciones donde participaron todos los barrios en forma articulada con el acompañamiento de los curas villeros, en un acto religioso pero también político ya que frente a la Basílica leyeron un documento con los reclamos hacia el Estado. Así, el día de la primera peregrinación el Equipo de Pastoral de las Villas Miseria realizó una declaración denunciando la inexistencia de viviendas definitivas y la ley de congelamiento que dejaba cientos de familias en la calle. También indicaba que los datos oficiales hacían referencia a que existían 280.000 personas con dificultades habitacionales cuando en realidad, según sus fuentes, el número se elevaba a 800.000 o un millón. Afirmaban así, que la solución al problema de las villas no era sólo edilicia:
Las villas son una consecuencia inevitable y síntoma manifiesto del inhumano sistema social imperante. Sistema que condena a grandes sectores de la población a bajísimos ingresos, que no planifica su producción de acuerdo a las necesidades de la sociedad, sino en razón del lucro de las grandes ciudades; que no impide la injusta apropiación de grandes extensiones de tierra, mal aprovechadas, con lo que provoca la desocupación y la miseria de la gente del campo (Vernazza, 1989: 27).
Las consignas de aquel peregrinar fueron: “Transformar las villas de emergencia en barrios obreros” y “Por un techo digno para nuestros hijos, por un salario justo y un trabajo humano, por una patria nueva sin miseria ni explotación”. Se reclamaba la asignación de fondos para construir viviendas obreras en los mismos terrenos de las villas con mano de obra de sus habitantes mediante el otorgamiento de créditos accesibles.
Peregrinación villera a Luján, 1970. Fuente: Semana Gráfica, 2 de enero de 1970.
La declaración de la coordinadora villera que había organizado la Peregrinación denunciaba, también, otras problemáticas que afectaban al conjunto de la clase trabajadora: la falta de trabajo y los bajos salarios, la causa de su marginalidad. Responsabilizaban de esta situación al gobierno dictatorial, a la patronal y a la sociedad en su conjunto a la que acusan de ser cómplices:
…nuestra situación –que no es natural, ni ordenada por Dios, ni la Virgen, su Madre- sino por la sociedad de zánganos, representada por el mercachifle, al que Cristo expulsó del templo por especular y vivir del esfuerzo ajeno, venimos con nuestros curas villeros a ofrendar a la Mamá del Divino peleador, nuestra decisión de pelear para liberarnos (citado en Vernazza. 1989: 29).
Volante difundido en las villas de Capital convocando a la Primera Peregrinación de las Villas a Luján. Fuente: Archivo Carlos Mugica, CIAS.
El 28 de diciembre de 1969 -día en el que se realizó la primera peregrinación- se inició una tradición que duraría diez años. Se convirtió en un espacio clave de intercambio, sociabilidad y lucha. El padre Vernazza identifica este hecho como uno de los “...elementos más importantes de alimentación y fortalecimiento profundo en la vida del pueblo (...) Todo lo que lleva a vigorizar ese profundo núcleo cultural, acrecienta la unidad del pueblo y su temple para la lucha. De hecho estas peregrinaciones aumentaron en los villeros los deseos de unirse y constituir lo que luego se denominó el Frente Villero, como también la intención de promover juntos reclamos ante las autoridades” (Vernazza, 1989: 25).
Laicos de adentro y de afuera
De esta manera, los curas constituyeron un punto de articulación con los laicos católicos –pero también no católicos- tanto de adentro como de afuera de las villas. Nuevamente la historia de Carmelo nos sirve para comprender cómo se produjo este fenómeno. En el Barrio comunicaciones, en la Villa 31, conoció al padre Mugica y, como tantos, sin ser católico, se sumó a colaborar con la capilla Cristo Obrero desde donde se acompañó la formación de la Junta de Delegados. Recuerda Carmelo:
…Se estaba construyendo la capilla y detrás de la capilla había una cancha de fútbol, todos los domingos ahí, los paisanos hacían campeonatos. Yo veía a una persona que hacía la misa sobre unos tablones, con unos caballetes y después daba el puntapié inicial a la pelota para iniciar el campeonato. El segundo y tercer domingo se acerca y me dice: vos sos nuevo, vecino nuevo, le digo sí, hace poco que estoy acá, me dice: podés venir a colaborar con nosotros, acá vamos a tener dispensario, estamos construyendo la casa de Dios y acá se van a hacer las misas, ahora la estamos haciendo en la cancha, pero cuando se termine las haremos acá en la capilla. Entonces le digo: cómo puedo llegar en nombre de ese Dios si fueron sometidos mis abuelos, se llevaron todas las riquezas de aquí, cómo puedo yo ir a ese lugar, le dije, mis abuelos fueron masacrados, los templos sagrados fueron saqueados, se llevaron todo el oro en nombre de ese Dios. Me mira, me pone la mano en el hombro y Carlos me dice: hermano mío todos somos hijos de esta madre prostituta señalando la capilla y esas palabras siempre me quedaron, me rompió la cabeza con eso […] Una tarde hubo una reunión, la comisión vecinal me invita, yo veo la lucha desde distintos lugares, desde distintos sectores, había paisanos, había gente de Misiones, de Corrientes, de Chaco, de Tucumán, Salta, Santiago del Estero, de las provincias del noroeste y también paisanos de Bolivia. Todos planteaban que hacía falta agua, luz, arreglar las calles…7
Un momento de la historia particular donde confluyen en un mismo espacio de lucha hombres y mujeres de tierra adentro con jóvenes provenientes de los sectores medios –e incluso altos- de la Buenos Aires “ilustrada”. El proceso de nacionalización de los sectores medios –que también había operado en los curas- fue uno de los factores que permitió esta convergencia.
Era frecuente que los laicos “de afuera” llegaran a las villas a partir del vínculo de los curas en diferentes organizaciones vinculadas a la Iglesia católica (en particular relacionadas con el trabajo de los sacerdotes en las universidades tanto públicas como privadas). El trabajo en las villas generó en ellos también una profunda transformación política. Hugo Ratier, un joven antropólogo que por aquel entonces comenzó a trabajar en las villas, reflexionaba:
…No somos ya los técnicos que venimos a ayudarlos a emerger; tampoco los maestros que los impulsaremos hacia la ´verdadera salida´, desviándolos de su adhesión al populismo. Tampoco meros alumnos dispuestos a ´aprender de las bases´ y marchar detrás de ellos. Somos, simplemente, compañeros, construyendo juntos una alternativa popular8.
En tanto, en el país la situación social se deterioró aún más, al compás del aumento de la movilización y de los levantamientos populares ocurridos en diversas ciudades como Córdoba, Rosario y Mendoza, entre 1969 y 1971. En las calles, se observaba la articulación de sectores medios –en particular de las organizaciones estudiantiles- con el movimiento obrero organizado. Al mismo tiempo, crecían las acciones de las organizaciones armadas de izquierda marxista leninista o guevarista, como también peronistas. Los acontecimientos de violencia política se multiplicaron. En 1970 fue secuestrado y asesinado el general Aramburu por la organización Montoneros, que constituyó así su presentación antela sociedad. Este hecho precipitó el desplazamiento de Onganía del gobierno y su reemplazo por Levingston y finalmente por Lanusse.
Fuente: Bellota, A. (1997). El cura de las villas. Todo es Historia, Nº 361, Agosto, Buenos Aires, p. 19.
“Luche y vuelve” fue la consigna que, en aquel período, hilvanó al conjunto del movimiento nacional. El retorno de Juan Domingo Perón parecía posible. En 1972, en el marco de este proceso, se conformó el Frente Villero de Liberación que desplazó a la histórica Federación de Villas –hegemonizada por el PC- y se movilizó políticamente a favor de la reapertura democrática y el regreso de Perón. Pronto se convertiría en el Movimiento Villero Peronista (MVP), uno de los espacios políticos más importantes de la Tendencia Revolucionaria.
Los habitantes de los barrios que sufrieron una y otra vez las amenazas y los desalojos, compartieron sus anhelos con los curas, los religiosos y las religiosas que con ellos vivían y trabajaban. Aquellos curas pasaron también a ser “villeros”: eligieron el camino de “hacerse pobre con los pobres” y “optar por la pobreza” para luchar contra ella.
El compromiso social y político de los curas los llevará a participar de los conflictos al interior del movimiento nacional. El enfrentamiento entre Perón y la Tendencia Revolucionaria provocó la ruptura del MVP y la creación del MVP Lealtad, grupo en el cual quedarían alineados la mayoría de los sacerdotes. Esto llevó -a muchos de ellos- a realizar críticas públicas a la opción por la lucha armada.
Fuente: Revista Todo es Historia, Nº 287, Mayo de 1991. Buenos Aires, p.27.
Por otro lado, había comenzado a actuar la Triple A, siendo una de sus primeras víctimas el padre Mugica, asesinado el 11 de mayo de 1974, haciéndose realidad las palabras por él mismo enunciadas: “estoy dispuesto a morir pero no a matar”. Era el prolegómeno de la etapa más difícil de la historia de las villas de Buenos Aires donde sus militantes quedaron a merced del terrorismo de Estado que se instauraría el 24 de marzo de 1976.
2. Por este Plan fueron erradicadas numerosas villas entre las cuales se encuentran las siguientes: en 1968 la Villa 4 de Av. Perito Moreno y Ricchieri de 0,04 hectáreas con 299 personas; en 1969 la Villa 5 de Ricchieri, Escalada, Santander Mozart de 3 has. con 2.235 personas; en 1971 la Villa 18 en Av. Ricchieri, Av. General Paz y Piedrabena de 4,76 has. con 1.812 habitantes; en 1972 la Villa 2 de Av. Roca y Lacarra y las vías de FCNGB de 21 hectáreas con 9.305 personas. El órgano encargado de llevar esta política adelante fue la CMV transformado y equipado para tal tarea, hasta contaba con una fuerza de seguridad propia.
3. Vernazza. Op Cit. Pág. 20.
4. Documental Padres Nuestros, Dirección: Roberto Leonardo, 2003.
5. Cabe aclarar que no fueron los únicos, también estuvieron presentes religiosos y religiosas de distintas congregaciones tales como Daniel de la Sierra (claretiano), Carlos Bustos (franciscano-capuchino), Patricio Rice (Hermano de Charles de Foucault), María Bassa (Sagrado Corazón), Alice Domon (Congregación de las Misiones Extranjeras), entre otros y otras.
6. La historia del padre Mugica simboliza la de muchos de su generación. Nacido en el seno de una familia acomodada, siendo seminarista, una noche luego de la caída de Perón caminaba hacia un conventillo ubicado en la calle Catamarca, en el barrio porteño de Once, donde asistía regularmente a los fieles. Se encontró con un grafiti callejero escrito con tiza que enunciaba: “Sin Perón, no hay Patria ni Dios. Abajo los cuervos”. El impacto que aquella frase que tuvo en él, la fuerza de una profecía: “Cuando salí a la calle aspiré en el barrio la tristeza. La gente humilde estaba de duelo por la caída de Perón. Y si la gente humilde estaba de duelo, entonces yo estaba descolocado: yo estaba en la vereda de enfrente”, recordaría años después (Revista Cuestionario, 1973).
7. Entrevista realizada a Carmelo Sardinas por Mara Espasande, Buenos Aires, 7 de octubre de 2015.
8. Ratier, 1972: 98.