Ramos, un troyano golpeando en la sensibilidad liberal de Montevideo
El Semanario Marcha para 1951 ya contaba con doce años de vida y en sus páginas se iba gestando la experiencia de la Generación Crítica mencionada por Ángel Rama. Éste sostenía que la Generación se componía por dos promociones, la de 1939-1955 inclinada a temas de agenda internacional y la otra de 1955 a 1969 atravesada por la problemática nacional con inclinación latinoamericana. Sin embargo, podríamos decir que Marcha fue una suerte de vanguardia en su intento por comprender el problema nacional uruguayo en el período de transición imperial, esfuerzo analítico que significó una crítica hacia la sensibilidad liberal y una ruptura con las formas consagradas culturalmente del Uruguay que se resumían en la frase “Uruguay, Suiza de América”.
Cualquier proceso que implique arrojar bibliotecas semicoloniales que construyeron subjetividades dependientes es largo y contradictorio y deriva en construcciones analíticas heterogéneas. Y 1951 nos muestra la heterogeneidad de Marcha en su ascenso en la conformación de una conciencia crítica. En sus páginas las noticias sobre Argentina guardan relevancia; en el período conviven por un lado las preocupaciones por el cierre de “La Prensa” y la crítica al gobierno de Perón, el cual seguía siendo, en el análisis del Semanario, una derivación del fascismo. Por otro lado, es un año donde el Seminario profundiza su desarrollo conceptual en torno al Tercerismo. En paralelo es el segundo año de participación de Jorge Abelardo Ramos en Marcha. El siguiente artículo tiene como objeto, precisamente, los aportes de Jorge Abelardo Ramos en el Semanario durante 1951.
Jorge Abelardo Ramos. Fuente: Internet.
Ramos y la unidad latinoamericana. Entre la táctica política y la estrategia del pensador.
Jorge Abelardo Ramos escribe durante los primeros meses de 1951 tres artículos en Marcha, que son de vital importancia para comprender la coyuntura política de la región y las tareas inconclusas que había que resolver en pos de sostener la industrialización de nuestros países iniciada a partir de la década del 30. La línea teórica de estos escritos no es novedosa para el pensador, sino que da cuenta de preocupaciones que se encuentran en los orígenes formativos de Ramos y que lo acompañarán a lo largo de su producción.
Alberto Methol Ferré señalaba que nuestras relaciones internaciones nacieron con la emergencia del peronismo, ya que éste fue quien logró un cambio de signo en la relación con el Brasil en la Cuenca del Plata. En los artículos de Methol Ferré en relación a la Izquierda Nacional y a la obra de Ramos al promediar la década del 50, el oriental deja entrever la vacancia sobre el tratamiento del Brasil en la obra del argentino. Sin embargo, Ramos comienza bosquejar a partir de 1951 el planteo del Brasil como un problema a resolver en el desenvolvimiento soberano de la cuenca del Plata. Es en este año donde publica en Marcha “Las clases sociales en la política brasileña”. El pensador de la izquierda nacional tenía por delante una tarea difícil, analizar contemporáneamente el lugar de Getulio Vargas en el ciclo histórico brasileño, trabajo que se complejizaba aún más por el terreno editorial donde se publicaba el artículo, ya que para Marcha la aparición de Vargas siempre fue vista con desconfianza a pesar de cierto análisis eclético al finalizar su mandato.
Ramos realizaba un recorrido sobre la historia del Brasil, desde el desarrollo de los fazendeiros, su relación con el imperio del café y la política, su apogeo y el declive con la crisis del 30. Momento bisagra para analizar el presente de América Latina, en los artículos de Ramos la década del 30 y su crisis son puertas históricas para comprender la década del 50. Dentro de los artilugios periodísticos del autor figuraba el análisis del pasado para comprender el presente; en esa línea llega a reflexionar sobre la figura de Vargas, al cual trataba de observar por fuera de los parámetros analíticos que utilizaba la prensa liberal y en los que por momentos el propio Semanario incurría. Para Ramos, Vargas expresaba a las mismas clases que en Argentina eran representadas por Perón, fundamentalmente el proletariado industrial nacido al calor de la sustitución de importaciones. Asimilando a Vargas con Perón, Ramos también se esforzaba por establecer diferencias y evitar caer en interpretaciones coloniales que eran propias de la prensa rioplatense. Al trabajar con las diferencias entre Argentina y Brasil, el autor sostenía que Vargas cometió el error de incorporar corporativamente a los trabajadores en el Estado, generando una caricatura formal del fascismo. Inmediatamente señalaba que no se trataba de un fascismo social, ya que en las semicolonias las representaciones políticas emancipatorias como era el caso de la figura de Vargas debían realizar virajes políticos y concesiones. En este punto el análisis sobre Vargas dialogaba con la categoría de bonapartismo, pero con una connotación positiva.
Al fin y al cabo, el estudio de Ramos sobre el Brasil también daba cuenta de una tradición teórica política, estamos hablando de la del trotskismo. El propio Trotsky en una entrevista con Mateo Fossa caracterizaba al gobierno de Vargas como semi fascista, pero aclaraba de forma imaginaria que en el caso de una eventual guerra entre el Brasil semi fascista y la Inglaterra “democrática”, el conflicto no podría ser analizado bajo el antagonismo del fascismo y la democracia, sino a través de una lógica que involucre la relación imperialismo-semicolonia. A la luz de este análisis de Trotsky, Ramos le agregaba los aportes coyunturales sosteniendo una línea argumentativa que contemplaba la tensión entre el centro y la periferia. De esta manera, Ramos irrumpe en su análisis sobre el Brasil a través de una tradición y una teoría en proceso de formación pero que encuentra un grado de coherencia para 1951 en relación a anteriores escritos del autor. El argentino, al incorporar la cuestión nacional, le otorgaba contenido real a la dominación y agregaba una mirada diferente a los artículos del Semanario en relación a Vargas y al propio Perón.
La transición imperial es tema de interés para Ramos en este período, lo mismo que para Marcha, así publica “EEUU y su destino manifiesto” donde el autor trabaja la paradoja norteamericana, referida a que detrás del momento de esplendor que significaba el período de posguerra se encontraba un futuro sombrío. Análisis que se justificaba por la aparición de los movimientos nacionales de liberación, lo que en ese momento encontraba sintonía con la idea de Tercerismo.
El pensador de la izquierda nacional historizaba los primeros años de Guerra Fría y la irrupción en escena de los movimientos nacionales de liberación los cuales fueron en sus inicios conducidos por las burguesías nacionales, pero estas, al calor de su debilidad histórica, habían encontrado un agotamiento que permitía y obligaba al movimiento obrero a conducir la segunda emancipación. La Guerra Fría internacionalizaba el conflicto entre centro y periferia, y ponía en el análisis de Ramos a América Latina en sintonía con otros procesos de emancipación.
A esta altura la guerra estaba en condiciones de dejar de ser fría para convertirse en caliente, y América Latina ingresaba en la historia universal como puntal en la liberación dejando de lado su histórico y trágico destino de absorción colonial. La cuestión nacional que se latinoamericaniza es acompañada por la cuestión social, donde el movimiento obrero adquiere un nuevo protagonismo; en este punto el análisis de Ramos presentaba ribetes proféticos a la luz de los procesos contemporáneos. La única manera de enfrentar la Guerra Fría era con la unidad de las 20 provincias latinoamericanas, al fin y al cabo, los imperialismos triunfantes en Bretton Woods también utilizaban la lógica balcanizadora para sostener sus privilegios en la región. Hablar de los Estados Unidos no era más que una excusa para analizar los procesos regionales, sobre todo el caso argentino, caracterizado por Ramos como progresivo en la larga lucha latinoamericana. Lectura que el Semanario Marcha aún no lograba comprender o con la que no mostraba coincidencias.
Por último, el artículo más relevante de Ramos durante 1951 fue “140 millones de latinoamericanos buscan un país”, en clara sintonía con su primer gran libro América Latina un país, donde nuevamente el recurso histórico era la puerta de entrada para analizar el presente. La primera oración de la nota agrega la preocupación material del autor: “La economía de América latina no puede desvincularse de su historia” (Semanario Marcha, edición 562). América Latina debía complementar su emancipación en la fase económica, pero esto únicamente era posible bajo la condición de la unidad. Es que la propia economía latinoamericana había sido desfigurada, atrofiada, lo cual se explicaba por la injerencia imperial y su actividad balcanizadora.
Históricamente nuestra actividad económica se puede dividir en dos partes. De un lado, aquellos sectores vinculados a los puertos y actividades comerciales exigidas por el imperialismo al calor de la división internacional del trabajo; de estas actividades deriva la conformación de las clases medias criollas, donde parecen profesionales semicoloniales oscuros seducidos por Rousseau. Por otra parte, Ramos señalaba el aporte productivo de las masas del interior artesanas y un industrialismo primitivo que convivía con la existencia de llaneros y gauchos perseguidos en las guerras civiles. El ascenso del librecambio luego de las independencias políticas junto con la acción balcanizadora tuvo como consecuencia la aparición de economías raquíticas en las veinte provincias latinoamericanas o a lo sumo economías con un grado de desarrollo desigual y combinado, como la Argentina.
Esas economías estructuralmente débiles encontraban para el autor un problema principal, la ausencia de un mercado vigoroso, o al menos la concreción de un mercado de 140 millones de hombres; de acuerdo a la óptica de Ramos las condiciones para que esto sucediera estaban dadas -un idioma, un pasado y una lucha en común-, solo era necesario aceitar el sistema de vasos comunicantes para la libre circulación de bienes a través de una batería jurídica supranacional.
Ramos partía del caso argentino para explicar la necesidad de unidad y de un mercado interno sólido. Para el autor, Argentina había resuelto en 1951 desde un punto de vista burgués el problema agrario, pero el próximo problema a resolver era la profundización de un programa industrial. El límite argentino se encontraba determinado por su escasa población, por tal motivo un programa que se plantee el desarrollo de una industria pesada no tendría viabilidad en un mercado interno débil como el argentino. Ramos enunciaba estas ideas un año antes que Perón establezca los lineamientos del ABC. El autor argentino sostenía que el gran mercado de 140 millones de hombres debía ser complementario, era necesario un diálogo entre productores, y para esto sería importante avanzar con las tareas nacionales en los diferentes países de la región. Una vez hecho esto era posible la concreción del Zollverein (mercado en alemán) que contemplara el monopolio del comercio exterior.
Ramos continuará sus intervenciones con el pseudónimo de Víctor Almagro en 1952. En un artículo en el periódico la Democracia titulado “América Latina en la encrucijada” defenderá el proyecto del ABC de Perón, recuperando fragmentos del mensaje del presidente argentino.
Las intervenciones de Ramos en Marcha deben leerse en una doble clave, en primer lugar, dan cuenta de la amplitud de criterios y de líneas que favorece el Semanario, donde las interpretaciones y las apuestas teóricas de Ramos no eran las defendidas tradicionalmente por el mismo, aunque guardaban cierto consenso en la necesidad de unidad continental, ideario que Marcha rescataba posiblemente producto del origen reformista de muchos de sus fundadores. En segundo lugar, los trabajos de Ramos en el Semanario dan cuenta de una continuidad y diálogo con su marco teórico, donde se destacan las preocupaciones por la causa nacional, la social y la balcanización; a estas inquietudes típicas del trotskismo nacional se le sumaban los aportes y lecturas coyunturales, motivo por el cual se iba generando una matriz original con intersecciones entre lo histórico, lo sociológico y el deseo político del autor.