Volver a las bases (I)
El movimiento obrero argentino tiene un protagonismo en la historia de nuestro país poco comparable con otras experiencias. Objeto de numerosos estudios, aún así casi no aparece relacionado a la construcción del proyecto nacional desde el punto de vista del pensamiento. Su identificación como fuerza social insustituible a la hora de analizar los efectos pragmáticos de su accionar, en especial durante la etapa peronista, no ha tenido un correlato sobre los aportes centrales que tuvo el movimiento obrero a la conformación de un sistema de ideas que parece solo reservado a los individuos resaltados como pensadores o intelectuales. Es entonces que nos parece fundamental subsanar al menos parcialmente esas ausencias haciendo un aporte que, aunque humilde, pretende recuperar la importancia de los sectores populares en la construcción del pensamiento nacional, pero desde una posición activa.
Nuestro objetivo es indagar las características del pensamiento del movimiento obrero organizado en Argentina para proponer un abordaje de la influencia de ese pensamiento en la política nacional. Buscaremos, entonces, establecer un nexo entre la proyección política de las organizaciones obreras y de los/as trabajadores/as en su conjunto, con la elaboración teórica de distintas estrategias en torno a un proyecto político concreto, que influirá a su vez en otros pensadores y políticos del escenario nacional.
Movimiento obrero y pensamiento nacional
El peronismo, como movimiento, transformó estructuralmente la realidad argentina, al punto de convertirse en el eje de oposición de todos los gobiernos que le siguieron. La caracterización del movimiento obrero organizado como columna vertebral del mismo no implicó una mera representación consignista: desde su instancia fundacional jugó un rol primordial tanto en la construcción política del peronismo, como en la proyección de su ideario.
En general, cuando se refiere a estas cuestiones se pasa por alto el aporte de los/as trabajadores/as en la construcción del pensamiento, aún desde pretendidas ópticas de análisis populares. Y es que, incluso cuando tengamos un acuerdo sobre el rol del pueblo en las luchas nacionales, es común que se sostenga la visión tradicional de ir a buscar las ideas a los libros. Sin embargo, como señala Alcira Argumedo (2011), las “otras ideas” latinoamericanas tienen canales de construcción y expresión que no quedan reducidos a los términos eruditos.
En las tradiciones de las clases subalternas no solo existen sentimientos o intuiciones, sino herramientas de fundamentación capaces de cuestionar muchos de los supuestos que guían los saberes predominantes en la política y en las ciencias sociales… Si millones de hombres y mujeres durante generaciones las sintieron como propias, ordenaron sus vidas alrededor de ellas y demasiadas veces encontraron la muerte al defenderlas, esas ideas son altamente relevantes para nosotros, sin importar el nivel de sistematización y rigurosidad expositiva que hayan alcanzado (pp. 9 y 10).
Reunión (1957), Abraham Vigo, Óleo sobre tela, Argentina.
La cuestión, entonces, no es solo poder rastrear esas “otras ideas”, sino jerarquizarlas dentro de nuestros análisis de manera de ver cabalmente cómo las líneas del Pensamiento Nacional se construyen desde las bases populares.
Es un planteo recurrente el de observar el vínculo entre praxis y teoría, pero en los hechos concretos esto se suele simplificar en la concatenación que presenta a la praxis como una consecuencia o una ejemplificación de la teoría. Nuestra propuesta es romper esa modalidad secuencial que deriva las acciones de los sectores populares del pensamiento de intelectuales o dirigentes, pero también corrernos de la idea de que esas acciones no tienen un desarrollo inteligible hasta que son textualizadas. En ese sentido, podremos abordar la cuestión específica que rodea al movimiento obrero argentino desde una perspectiva que revaloriza sus aportes y le da un sentido distinto a las acciones llevadas adelante, que muchas veces se plantean como estrategias defensivas, verticalidad a la conducción o incluso hasta desviaciones individuales de sus dirigentes.
El peronismo, como expresión popular latinoamericana, desarrolló un pensamiento particular en torno a los distintos temas nacionales que abrevó en las tradiciones propias y pudo construir a partir de eso un proyecto de desarrollo cimentado sobre una matriz de pensamiento autónomo. En ese marco, el movimiento obrero organizado tuvo un rol destacado en la gestación del proyecto en sus aspectos concretos, como también en las ideas-fuerza que expresaron su desarrollo teórico. Esto, sin embargo, solo podremos comprenderlo cabalmente si observamos y entendemos al pensamiento popular en un cúmulo de interacciones más amplia de las que el pensamiento letrado nos permite analizar.
La construcción de la “Nueva Argentina”
El ascenso del peronismo al poder fue un punto de quiebre para los/as trabajadores/as en Argentina. La modificación del posicionamiento del Estado ante las luchas gremiales permitió incorporar a las políticas públicas una dimensión de transformaciones que sumó la óptica de un actor social que había sido abordada hasta ese entonces solo desde una postura represiva o, en su mejor versión, asistencialista. El paso inicial estuvo dado con la incorporación de una legislación que sancionó y protegió derechos de los/as trabajadores/as durante la gestión de Perón en la Secretaría de Trabajo y Previsión, cuestión que no se puede escindir del diálogo abierto con los gremios en esa instancia estatal. El hecho de que esa legislación y las acciones del Estado hubiesen ido en consonancia con las necesidades concretas del movimiento obrero no se puede adjudicar meramente a una capacidad intrínseca de Perón en la lectura de las mismas, sino que necesariamente responde a su vez a la construcción de un nuevo ideario en el que la voz de los/as trabajadores/as comienza a tomar protagonismo. Perón, en ese sentido, oficia como síntesis en una elaboración teórica con múltiples afluentes, pero que también se construyó en la propia acción. La alta valoración de la fuerza de las ideas va en contra de lo que podría enunciarse como un pragmatismo extremo, esa deducción apresurada que se demuestra como falaz rápidamente.
El proyecto de una Argentina industrial demostrará a su vez la incidencia de la composición social del proyecto peronista, que cambió de signo la tendencia industrializadora que había tenido desarrollo en la década previa. La reorientación de ese proyecto productivo tuvo un fuerte anclaje en los sectores populares y una vinculación profunda con una idea de soberanía y de dignidad, concepción que repercutirá directamente sobre la realidad del movimiento obrero.
Mucho se ha debatido en torno a la concurrencia de trabajadores y trabajadoras al proyecto político de esa época. Desde el trabajo icónico de Gino Germani, la discusión rondó sobre la naturaleza del vínculo con Perón, en general con una incidencia muy fuerte en el sentido común sobre los conceptos de verticalidad del peronismo o sobre la idea de obediencia/obsecuencia hacia la figura del líder. Si bien consideramos que ese vínculo no se puede pensar ni lineal ni unidireccionalmente, nos interesa poner el foco sobre las condiciones de posibilidad que la acción del movimiento obrero abrió para poder pensar el proyecto económico peronista. Como señala Victoria Basualdo (2010), “la clase obrera adquirió un papel central en la economía y en la sociedad, por su inserción en la producción y como consumidora de los productos industriales, así como un papel inédito en la vida política, no exento de tensiones, altibajos y contradicciones” (p. 85-86).
El modelo sindical fue un factor esencial en la construcción del poder del peronismo, que amplió la base de sustentación de la CGT al convertirla en central única y a partir de la sindicalización masiva. Esto permitió una mayor capacidad de negociación para los/as trabajadores/as, la cual fue parte del empuje del proyecto más amplio que incluía esa Argentina industrial. En especial porque dentro de esa estructura se abrió el espacio para la conformación de las comisiones internas (Basualdo, 2010). Una crítica común al modelo sindical peronista fue que estas no fueron incluidas dentro de la estructura oficial. Sin embargo, esta realidad posiblemente les haya dado más plasticidad y libertad de acción en el marco de las negociaciones de los convenios colectivos y en la actuación concreta en el día a día de las fábricas. A su vez, les brindó una posibilidad de supervivencia mayor luego de 1955, cuando toda la estructura oficial de la CGT fue intervenida y avasallada (Salas, 2015).
En ese sentido, corriendo la mirada de las primeras líneas del entramado sindical, que es donde probablemente fuera más palpable la verticalidad, es en el plano de las comisiones internas donde se puede evidenciar la acción de “afianzar la seguridad de la clase obrera y limitar las prerrogativas de la patronal en la esfera productiva” (Basualdo, 2010, p. 88).
Fuente: CEDOC.
¿Armonía de clases?
El rol de las comisiones internas reflejó la función del sindicalismo en la lucha económica a la vez que expresó un nivel importante de poder obrero al interior de los espacios de trabajo. La conflictividad obrera durante los años 1946 - 1955 también fue ilustrativa en el mismo sentido: las numerosas huelgas que se desarrollaron vuelven a desmentir la caracterización verticalista que enunciamos al principio, pero además por su incidencia progresiva en la distribución del ingreso nos demuestran una vez más, en la acción, a los sindicatos como agentes activos en la proyección de la misma. En el interior de los espacios de trabajo, las comisiones internas eran las responsables de hacer cumplir los convenios colectivos, que incluso las contemplaban en su letra, y, a través de la figura del delegado, generaban una representación concreta de la voz obrera en un momento de empoderamiento social que hacía imposible que sea soslayada.
Entonces, y más allá del discurso doctrinario de la comunidad organizada y la armonía de clases, desde la base de la estructura gremial incluso en los primeros años del peronismo emerge un posicionamiento explícitamente obrero: este explica en buena medida los enormes avances en términos de políticas distributivas, que sin la fuerza social que la motoricen jamás hubiesen adquirido el alcance que tuvieron. A esto Daniel James (1981) lo analiza como un “desafío implícito a ciertos aspectos fundamentales de la organización de la producción capitalista” (p. 332): el contenido anticapitalista, si bien no llegó a conformar una corriente de pensamiento de general cuestionamiento del sistema, nos permite apreciar un aporte propiamente obrero al ideario peronista, que fue mucho más evidente en períodos de mayor crisis, cuando los sectores empresarios se alejaron del proyecto político.
Esto a su vez se vio reflejado en contenidos doctrinarios de la propia central sindical, como se muestra en el Estatuto de la CGT que recoge en su prólogo no sólo la adhesión al peronismo, sino también un reflejo de esta concepción ideológica: “Que el proceso de realización tiende hacia la gradual socialización de los medios de producción y en cambio impone al proletariado el deber de participar y gravitar desde el terreno sindical para afianzar las conquistas de la Revolución Peronista, para consolidarlas en el presente y ensancharlas en el futuro” (Estatuto de la CGT, 1950). El reconocimiento del camino de cambio del modelo económico en términos estructurales cuestiona la propiedad privada de los medios de producción, así como plantea el protagonismo obrero en la construcción de ese camino como un factor imprescindible.
La Patria que San Martín soñó
Estas grandes líneas también se hicieron evidentes en el posicionamiento latinoamericanista del sindicalismo argentino durante la década peronista. La idea de realización nacional-popular tuvo en la lucha contra el imperialismo la otra cara de la posibilidad de la emancipación económica. América Latina se percibió como el ámbito posible de esa lucha, fundamentando esta concepción en la propia historia de la región y en la confluencia de intereses basada en una identidad común, luchas compartidas y también en los roles productivos:
tiene nuestra Revolución popular, en sus relaciones con los pueblos de América, la raíz de fraternidad que deriva de la identidad de origen, la identidad de historia, la identidad de ideales de autodeterminación y la identidad de destinos de este continente que llega a su mayoría de edad en un mundo dividido y convulsionado. Esta fraternidad se apoya en la amistad histórica y tradicional, en la comunidad de intereses, en la diversidad de la producción y en las condiciones ideales de complementación de nuestras economías. Considera nuestra Revolución popular, y lo demuestra con sus tratados y convenios últimamente firmados, que la grandeza y esplendor de una Nación americana es razón determinante y categórica de grandeza y esplendor para todas las demás (citado en Panella, 1996, pg 62).
La huelga (1960), Ricardo Carpani, Óleo sobre tela, Argentina.
En esta declaración se puede percibir con claridad la concepción nacional detrás de la construcción programática del movimiento obrero organizado que analiza el escenario geopolítico y establece: 1. Que Argentina no integra ni en términos de destino histórico ni en términos políticos ninguno de los dos polos de la época; 2. que la posibilidad de emancipación real va de la mano de la emancipación latinoamericana en su conjunto y, 3. que de ese destino depende la realización productiva del país que debe pensarse en complementariedad y no en competencia con los demás países de la región.
En esta misma declaración se deja entrever a su vez el cuestionamiento al sistema capitalista hegemónico, aún sin abdicar del mismo, pero si objetando los que son sus principales fundamentos. Estos aspectos distintivos son muy importantes para entender a qué tipo de formación económico-social se está apelando, especialmente cuando se destaca la necesidad de superar las tensiones entre capital y trabajo en el camino de la justicia social implicando la nacionalización de las empresas extranjeras y la distribución de la tierra sostenida necesariamente por la participación popular.
Es interesante ver como en la dimensión latinoamericana la proyección político-económica del movimiento obrero cobra vital trascendencia dejando en claro que se está en contra de “todos los imperialismos”: se cuestiona a un modelo de dependencia económica que oprime a toda América Latina y en la unión para enfrentar esa dependencia es que los trabajadores asumen un rol central a partir de sus propias organizaciones. Incluso se asume como problemática propia las “falsas tutelas” en las que había caído el sindicalismo, pero a quienes se identifica como conducciones no independientes.
En ese sentido, se ve cómo el posicionamiento obrero formará parte de la concepción geoestratégica de la Tercera Posición en sus múltiples aristas: la unidad latinoamericana como ámbito de desarrollo cultural, político y fundamentalmente económico, y la denuncia de los imperialismos (el de Wall Street y el de Moscú) como parte estructurante de la participación obrera en el proyecto nacional.
Fuente: Internet.
La política de no alineamiento tuvo en términos organizacionales consecuencias muy importantes. El surgimiento del ATLAS en 1952 fue de la mano de una política internacional que desde 1947 comenzó a incorporar referentes obreros en la representación diplomática a través de las agregadurías obreras y las escuelas de capacitación específicas. Pero lo más importante en relación a nuestro planteo, es cómo la incidencia de la organización obrera es parte fundamental para pensar la política económica peronista. La única manera de sostener en ese momento el avance distributivo del peronismo (en términos estrictamente económicos, pero también en relación a la correlación de fuerzas que esa puja distributiva implicaba) era a través de la unidad latinoamericana.
A modo de cierre
El análisis que proponemos no pretende bajo ningún punto de vista agotar reflexiones que merecen espacios más amplios de investigación y debate, pero queremos cerrar con estas ideas haciendo énfasis sobre las líneas que se abren a partir del tema trabajado. El movimiento obrero organizado en su historia de lucha construyó un protagonismo histórico que podemos ver presente en la actualidad aún habiendo atravesado la violencia sistemática al que fue sometido bajo el neoliberalismo dictatorial y democrático. Fue tan profunda la huella marcada en toda esta etapa que podemos ver aún hoy la recuperación de estas grandes líneas de acción y la vocación de un aporte propiamente obrero a las encrucijadas nacionales.
- Argumedo, A. (2011). Los silencios y las voces en América Latina. Bs. As.: Ediciones del Pensamiento Nacional.
- Basualdo, Victoria (2010). “Los delegados y las comisiones internas en la historia argentina: 1943-2007”. En: Schorr, Martín. (2010). La industria y el sindicalismo de base en la Argentina. Buenos Aires, Atuel.
- CGT: Estatuto, aprobado por el Congreso General Extraordinario en su Reunión de los días 17, 18 y 19 de Abril de 1950, Buenos Aires, CGT, 1950.
- Ferraresi, A.; Galasso, N. (2018). Historia de los trabajadores Argentinos (1857 - 2018). Buenos Aires: Colihue.
- Galasso, Norberto (2005). Perón. Buenos Aires, Colihue.
- James, Daniel (1981). “Racionalización y respuesta de la clase obrera: contexto y limitaciones de la actividad gremial”. Desarrollo Económico, 21 (83), pp. 321-349.
- ----------------- (2010). Resistencia e Integración: El peronismo y la clase trabajadora argentina, 1946-1976. Buenos Aires, Siglo XXI.
- Panella, Claudio. (1996). Perón y ATLAS. Historia de una central latinoamericana de trabajadores inspirada en los ideales del justicialismo. Buenos Aires: Vinciguerra. Primer Apéndice documental.
- Piñeiro Iñíguez, Carlos. (2010). Perón: la construcción de un ideario. Buenos Aires: Siglo XXI (editora Iberoamericana).
- Salas, Ernesto (2015). La resistencia peronista. La toma del frigorífico Lisandro de la Torre, Buenos Aires, Punto de Encuentro.
- Urriza, Manuel. (1988). CGT y ATLAS. Historia de una experiencia sindical latinoamericana. Buenos Aires: Legasa. Cap. II, III y IV.