Güemes y Clausewitz

Un estudio de la guerra gaucha liderada por el general Güemes a la luz del modelo de "guerra del pueblo" desarrollado por von Clausewitz.
Por Fabián Brown *

América, desde su mismo descubrimiento y, posterior conquista y colonización, fue parte esencial de un proceso profundo y complejo de transformación de la humanidad conocido como la Modernidad, caracterizado entre otros muchos fenómenos por un nuevo modo de producir bienes y servicios, el capitalismo con centro de gravedad en la llamada Revolución Industrial y un nuevo ordenamiento de las sociedades, a través del surgimiento de identidades nacionales que cristalizaron en una nueva forma de entidad política, el Estado nación.

Renombrados historiadores suramericanos y extranjeros a la región comparten que tanto el Estado virreinal fundado por el Virrey Toledo, como la economía minera potosina, incluida la lamentable explotación indígena a través de procedimientos brutales como la Mita, fueron parte de un contexto moderno.

A principios del siglo XVIII, el acceso al trono de España de los Borbones implicó, en Suramérica, un profundo reordenamiento territorial y político. La creación del Virreinato del Río de la Plata, orientó a la producción minera potosina hacia la salida Atlántica, privando a Lima de la posición estratégica que había detentado hasta entonces. Esta articulación generó una nueva vinculación de intereses entre Potosí y Buenos Aires que tendría una influencia fundamental en el posterior proceso de definición de identidades nacionales.

Como parte de las reformas administrativas borbónicas, ingresaron, a través de las universidades, particularmente de las del Alto Perú, las ideas liberales, funcionales a los desarrollos económicos mencionados, en una versión aggiornada del Iluminismo francés que postulaba un Estado acorde a la razón, altamente centralizado, como factor de progreso. Esta ideología, con sus ajustes, fue el núcleo de pensamiento de las facciones centralistas asociadas a los intereses portuarios del comercio ultramarino que también van a enarbolar las banderas del librecambio económico propiciado por los ingleses para levantar las barreras proteccionistas a sus manufacturas.

A principios del siglo XIX, el conflicto entre las potencias europeas desatado con las guerras napoleónicas, el debilitamiento del Imperio Español y la emergencia de Inglaterra como el gran imperio naval que alcanza el control de los océanos, dieron marco a las guerras de la independencia sudamericana en las cuales confrontaron una diversidad de proyectos e intereses, muchas veces cambiantes. Estas guerras, tanto europeas como americanas, expresaron las transformaciones desatadas por los procesos económicos y sociales mencionados.

En el contexto suramericano, serán dos los conflictos que se plantearon casi simultáneamente: la lucha por la ruptura del vínculo colonial y la lucha por la autonomía provinciana contra las posturas centralistas.

Halperín Donghi denominó a este proceso Revolución y Guerra. La Guerra se instaló en el Río de la Plata en 1806 con la Invasión Inglesa y durante décadas de lucha por la emancipación y por la organización nacional, los pueblos estuvieron en armas y fue la militarización, a través de las milicias rurales y urbanas, la principal forma de expresión política ciudadana.

El Centinela de la Patria, óleo sobre tela de Francisco Madero Marenco.

Dentro de este esquema teórico formulado, se desarrollará la llamada “Guerra Gaucha” conducida fundamentalmente por el general Martín Miguel de Güemes, que responde al concepto “Guerra del Pueblo” formulado por Carl Von Clausewitz, en su obra De la Guerra, elaborada de manera contemporánea a la gesta de la independencia americana.

Clausewitz protagonista y observador de los conflictos napoleónicos y, particularmente, de la resistencia española de 1808 y la posterior invasión a Rusia, infirió que, en los conflictos armados de su tiempo, existía un cambio de naturaleza respecto de aquello que denominaba “la guerra de los reyes”. La nueva guerra era la lucha de los pueblos por derechos que se comenzaban a expresar en términos de una identidad nacional.

En el Capítulo XXVI, denominado “La Guerra del Pueblo”, Clausewitz definía el nuevo fenómeno, sosteniendo que “…ha roto sus antiguas barreras, por consiguiente, como una expansión y un fortalecimiento de todo el proceso fermentivo que llamamos guerra…”1.

Karl Von Clausewitz, óleo de Karl Wilhelm Wach.

También infería que la participación de los nuevos sectores sociales era percibida “…como un medio revolucionario, un estado de anarquía declarado legal, tan peligroso para el orden social de nuestro país como para el del enemigo…”2.

Su agudo análisis sociológico le permitió advertir los cambios que se estaban desarrollando alrededor del arte militar como el sistema de requisiciones, el reclutamiento general y el empleo generalizado de las milicias3, concluyendo que “… La nación que hiciera un uso acertado de este medio adquiriría una superioridad…”4.

Finalmente, como aporte de su análisis proponía la estrategia que debería adoptar un conductor militar para emplear con éxito los instrumentos que planteaba la Guerra del Pueblo.

A) Desde lo estratégico:

a. Que la lucha se realice en el propio territorio y adquiera carácter nacional.

b. Su acción debe ser como “el proceso de evaporación”5. A mayor extensión territorial, mayor deberá ser la dispersión para atacar al ejército enemigo.

c. Que el terreno sea accidentado y la población diseminada: “la resistencia está en todas partes, pero no es visible”.

d. No librar una batalla decisiva.

e. La guerra del pueblo siempre debe combinar las milicias con el ejército regular.

f. Las fuerzas morales son fundamentales, en particular el sentimiento patriótico.

g. Una población pobre se adapta mejor pues está acostumbrada a las privaciones.

    B) Desde lo Táctico:

a. Las masas organizadas sirven para caer sobre las retaguardias enemigas.

b. La mejor forma de organización es la combinación de pequeños grupos de fuerzas regulares con el levantamiento nacional.

c. Los campesinos no son soldados, deben atacar dispersos. Atacar y desaparecer.

d. Combate de “encuentro”: las milicias no deben ofrecer un combate prolongado, deben golpear y salir.

Carga de Güemes y sus Infernales, óleo sobre tela de Juan A. Boero. 

  La Guerra del Pueblo y la Guerra Gaucha

La organización de fuerzas milicianas en el Virreinato estaba reglada por las Ordenanzas de Carlos III, cada ciudad tenía un cupo en caso de peligro y los milicianos se ejercitaban regularmente. Sin embargo, en 1806, tras la Reconquista de Buenos Aires, la Convocatoria de Liniers “…al esforzado y fiel americano…” invirtió el orden de importancia de las mismas respecto de las tropas regladas en Buenos Aires, convirtiéndolas en el elemento central del sistema militar del Río de la Plata.

En el caso de la “Guerra Gaucha”, los milicianos no serían, mayoritariamente, sectores urbanos sino un campesinado particular, el gauchaje, hombres libres de una campaña extensa con relaciones sociales muy laxas, donde el patrón y la autoridad local lograban ejercer una fuerte influencia y, a su vez, el campesino mantenía estrategias propias de apoyo o no al servicio militar.

Desde el gobierno, Güemes se dedicó a organizar cuerpos de línea para tener una fuerza militar casi de carácter permanente con algunos cuerpos de estructura altamente regular como los Infernales, mientras mantenía alistadas las milicias, a través del “fuero gaucho”6 un instrumento que le permitió sostener su capacidad militar.

Así, al concluir la invasión de 1817, Las fuerzas de Güemes ascendían a 285 oficiales, 319 sargentos, 529 cabos y 5.439 soldados, además de 30 tambores, 5 pífanos. En total: 6.610 hombres, según "Lista de los señores oficiales que comprenden en el estado general de la fuerza militar de la provincia de Salta, el 15 de Octubre de 1818", obrante en el Archivo General de la Nación, Lista de Revistas, 1817 - 1819, Legajo Nº 37, Milicias de Salta al mando del General Güemes7.

   La campaña de 1817 y la Batalla del Valle de Lerma.

La independencia declarada el 9 de julo de 1816 por las Provincias Unidas del Río de la Plata y las campañas militares que la consolidaron, fueron el resultado de la visión y lealtad de cuatro próceres que llegaron a un acuerdo estratégico pese a una dinámica y compleja situación social y política. Juan Martín de Pueyrredón, Director Supremo; Manuel Belgrano, a cargo del Ejército del Norte, José de San Martín y Martín Miguel de Güemes, el conductor de un pueblo en armas que realizó una guerra de recursos que pareciera responder, puntualmente, al esquema trazado por Clausewitz.

El 14 de abril de 1815, Güemes derrotó a los realistas en el Puesto del Márquez y un mes después fue elegido Gobernador por el Cabildo de Salta. Este nombramiento le atrajo la desconfianza de Buenos Aires y del General Rondeau, quien estaba a cargo del Ejército del Norte. Luego de complejas negociaciones se firmó entre ambos el llamado Pacto de los Cerrillos (22 de marzo de 1816), hecho trascendente que permitió la reunión del Congreso de Tucumán y el nombramiento de Pueyrredón como Director Supremo.

El Gral. Güemes y sus Gauchos, óleo sobre tela de D. Bourrelly, Francia, 1922.

Ese año de 1816, la Guerra de la Independencia se hallaba en una complicada situación. Los portugueses habían invadido la Banda Oriental, la Guerra de las Republiquetas, prácticamente había cesado con las muertes de Manuel Padilla e Ignacio Warnes y los realistas se encontraban preparando una ofensiva que pretendía alcanzar la victoria total en Suramérica.

El Ejército realista, conformado por 7.000 efectivos, con un fuerte núcleo de tropas europeas, veteranas de las guerras napoleónicas, al mando del general De la Serna, inició sus acciones en diciembre de 1816, con 7 regimientos de infantería y otros 7 de caballería más un importante número de piezas de artillería.

El 24 de diciembre, el coronel Pedro de Olañeta conquistó Humahuaca y el 5 de enero de 1817, De la Serna tomó la ciudad de Jujuy, mientras otras fuerzas realistas ocupaban Tarija y Santa Cruz de la Sierra.

El General Güemes planificó enfrentar la invasión empleando sus fuerzas en un territorio accidentado, en el cual controlaba las vías de comunicaciones y poseía una mejor capacidad de movimientos que su enemigo. El coronel Manuel Arias capitaneaba las partidas en el valle de San Andrés y en Orán. En la Puna oriental se hallaba la División Peruana al mando del marqués de Yavi, reforzada con Infernales. A lo largo de la quebrada de Humahuaca se situaron escalonadamente las partidas al mando de José María Pérez de Urdininea, jefe de la vanguardia de Güemes.

Desde principios de enero, comenzaron a sucederse numerosos combates en todos los frentes, Juan Antonio Rojas derrotó a Dragones de la Unión en San Pedrito, el Marqués de Yavi luchó en el frente de Tarija y el 2 de marzo, el coronel Arias, sorprendió con un golpe de mano en Humahuaca, en dónde se apoderó de la mayor parte del parque del Ejército invasor, el cual escondió para que no fuera recuperado.

De la Serna, ya con su Ejército reunido en Jujuy, inició la marcha sobre Salta, la que ocupó el 2 de abril, pretendiendo avanzar hacia Tucumán lo más rápido posible. El 20 de abril, el coronel Sardina partió hacia los valles Calchaquíes con 1.500 hombres, siendo atacado al otro día por Luis Burela en los Combates de los Cerrillos. El 25 de abril, Juan Rojas lo combatió en el Bañado. Días después, en un nuevo encuentro, Sardina fue herido y decidió regresar a la ciudad de Salta. Entonces Güemes le presentó batalla a campo abierto, donde lo derrotó completamente. A los pocos días falleció Sardina y, el 5 de mayo, De la Serna abandonó Salta.

En su regreso sin gloria, fue hostigado por partidas gauchas que lo desgastaron hasta el Río Desaguadero. La Batalla del Valle de Lerma había concluido con la victoria de las fuerzas milicianas, había durado dos semanas en las que el enemigo fue atacado en numerosos combates, eludiéndose un choque frontal y decisivo. De la Serna, entendió que su retaguardia estaba en peligro por los contingentes de Arias y Campero, más los que acechaban desde la Puna occidental. A su vez, en Tucumán estaba Belgrano; si bien con escasas fuerzas, un Ejército regular sostenía las guerrillas.

El General San Martín afirmó que la batalla del Valle de Lerma había sido tan importante para la gesta emancipadora como la de Chacabuco, librada el 17 de febrero de ese mismo año.

En 1821, Martín Miguel de Güemes murió en combate. La Gaceta de Buenos Aires celebró su muerte como si fuera un bandolero enemigo y la batalla descripta no figura en las efemérides patrias, paradojas de la historia de un general demasiado gaucho para ser un prócer.

El Héroe Gaucho, óleo sobre tela del pintor Roberto Vázquez.

 

* El General retirado Fabián Brown es licenciado en historia (UBA), ex director del Colegio Militar Argentino y ex rector del Instituto Universitario del Ejército. Actualmente es docente investigador de la Universidad Nacional de Lanús.
* Imagen de encabezado: El Gral. Martín Miguel de Güemes y sus Gauchos Oleo sobre tela de A. Struch , Salta, 1912.

1. Carl Von Clausewitz, De la Guerra, Círculo Militar, Buenos Aires, Cap XXVI, Pág 233.

2. Clausewitz, Op. Cit., Pág. 234.

3. Clausewitz, Op. Cit., Pág. 236.

4. Clausewitz, Op. Cit., Pág. 237.

5. Clausewitz, Op. Cit., Pág. 238.

6. Sara Mata, Guerra, Militarización y Poder. Ejército y Milicias en Salta y Jujuy. 1810-1816, Anuario IEHS, Nro 24, 2009, Pág 197.

7. Martín Guemes Arruabarrena, “General Martín Miguel de Guemes, La soledad de la misión y la fuerza de la gloria”, Mundo Editorial, Salta, 2012, Pag 168.