Las Ciencias Sociales y la Filosofía en la perspectiva popular Latinoamericana

En el marco del lanzamiento de la obra colectiva “Pensamientos nuestroamericanos en el siglo XXI. Aportes para la descolonización epistémica”, Allá Ité pone a su disposición el artículo escrito por la socióloga, política y ensayista Alcira Argumedo.
Por Alcira Argumedo *

El debate acerca de la legitimidad de una epistemología y una matriz de pensamiento autónoma de Nuestra América, impone ante todo la necesidad de incorporar una mirada de amplio alcance y analizar los condicionantes histórico-culturales, las perspectivas políticas y los sujetos sociales a los cuales promueven, las distintas concepciones teóricas de la Filosofía y las Ciencias Sociales del Occidente central. Es imprescindible incorporar la historia, en tanto los condicionantes más profundos del pensamiento en las diferentes latitudes tienen influencias de larga duración, más allá de las transformaciones económicas o políticas que se fueran procesando en sucesivos períodos históricos.

Una distorsión que suele presentarse en las Ciencias Sociales, es considerar que las ideas parecieran flotar en el aire, sin preguntarse cuándo y en qué condiciones fueron elaboradas -además de la tendencia a descuartizar a los autores, leyendo capítulos aislados- de modo tal que, para elaborar conocimientos, solamente cabe cazarlas y aplicarlas.

A ello se suma la creciente segmentación de las Ciencias Sociales y la Filosofía: se supone que los antropólogos no deben estudiar Historia o Filosofía; la Filosofía y la Sociología no requerirían conocimientos de Historia y Antropología; las Ciencias Políticas sólo tangencialmente requieren de algunas de las anteriores; y la Economía tiende a prescindir del conjunto, utilizando su consigna “ceteris paribus”, que de este modo elude los conocimientos susceptibles de dar cuenta de las condiciones necesarias para la orientación de la dinámica económica en determinado momento histórico y político.

En esta perspectiva, daría igual que Carlos Marx haya elaborado su concepción en la Europa de mediados a fines del siglo XIX o hace una semana en Lomas de Zamora; y que Max Weber no haya desarrollado su crítica a Marx -explícita o implícita- en la Alemania de fines del XIX y comienzos del XX, sino hace dos años en Singapur. Al mismo tiempo, tanto Marx en su crítica al liberalismo económico y a la filosofía jurídico-política liberal, como Weber en su crítica a Marx desde la filosofía jurídico-política liberal, dan cuenta de que el pensamiento crítico es integral, transdisciplinario, abarcador: cada uno de ellos fue al mismo tiempo filósofo, antropólogo, historiador, economista, sociólogo y politólogo. Un desafío para ese profundo e imprescindible debate acerca de la formación universitaria en Ciencias Sociales y Filosofía en las aulas latinoamericanas.

El ejercicio de situar las diferentes corrientes teóricas y autores en el contexto histórico-cultural en el que desarrollaron sus concepciones, estableciendo además cuáles eran los grandes proyectos en disputa en esa determinada coyuntura histórica y cuáles las propuestas políticas que implícita o explícitamente se sustentan, así como los sujetos históricos a los cuales promueven, nos permite acercarnos a la fundamentación de una matriz autónoma de pensamiento nacional y popular en América Latina, de una epistemología latinoamericana.

Carlos Marx y el proletariado europeo

A modo de ejemplo, en grandes rasgos y sin desconocer la brillantez de su pensamiento,  Marx escribe en el contexto histórico-cultural de la Europa de la segunda mitad del siglo XIX, durante las décadas iniciales de la Revolución Industrial y el surgimiento masivo del proletariado. Se trata de sociedades autónomas y con un universo étnico-cultural relativamente homogéneo -Inglaterra, Alemania, Francia- donde la clave es la explotación social mediante la extracción de plusvalía. Su proyecto histórico es la construcción del socialismo como una sociedad libre de explotación, donde predominen los intereses del sujeto histórico que promueve:

“El Capital” es el fundamento científico de la necesidad histórica del triunfo del proletariado europeo. Sin duda, se trata de la concepción más avanzada y revolucionaria del Occidente central; no obstante, también Marx estará inmerso en las influencias ancestrales de esa cultura, considerada la “cultura universal” excluyente, con sus ideas de “civilización o barbarie”.

Bajo esa influencia cultural, la concepción más avanzada y revolucionaria del Occidente central, tiene su contracara en la visión de las áreas coloniales. Principalmente en sus escritos periodísticos, Marx va a plantear como una constante -sin desconocer sus dolorosas consecuencias- el carácter civilizatorio y en última instancia revolucionario, del accionar de las potencias occidentales en las áreas periféricas. Apoya a Estados Unidos en la guerra contra México por los territorios de Texas; considera positiva en última instancia la colonización inglesa en la India; cuestiona duramente a Bolívar; frente a la Guerra del Opio de 1848, afirma que “el bajo precio de las mercancías va a derrumbar las murallas de China erigidas por los bárbaros más fanáticamente hostiles a los extranjeros”; y en su crítica a la deportación a Argelia de los obreros de las barricadas de París, ignora que esos mismos deportados se habrán de transformar allí en los brutales colonos pied noires.

En el mismo sentido, la clave de su teoría es la explotación del proletariado mediante la extracción de plusvalía; mientras las riquezas obtenidas de las áreas coloniales solamente se consideran en el proceso de acumulación primitiva del capital, que nace “cubierto de sangre y lodo”. Si bien en la famosa carta de Marx a Vera Zazulich en 1881, señala que no puede opinar sobre la especificidad del posible pasaje de las comunas rusas al socialismo sin necesidad de atravesar el capitalismo, dado que su teoría se refiere a la situación de Europa, el grueso de su obra se desarrolla en momentos de expansión colonial europea, incrementada durante la Paz Armada a partir de 1871, con la penetración en África y en países menores de Asia. Aunque es posible considerar que su obra está inconclusa, todo indicaría que el lugar epistemológico desde el cual concibe al mundo, condiciona su mirada por encima de su inteligencia y erudición.    

Max Weber y la gran burguesía alemana

Es posible hacer un ejercicio similar con referencia al pensamiento de Max Weber, cuya producción se elabora en la Alemania de fines del siglo XIX y principios del XX. Una Alemania que, en términos políticos, parecía enfrentar hacia el futuro una disyuntiva de hierro. Por una parte, si bien la Socialdemocracia de influencia marxista se había dividido hacia 1891, entre el sector mayoritario volcado hacia el reformismo de Eduard Bernstein y la fracción de Rosa Luxemburgo y Karl Liebnecht, la propuesta política sustentaba el objetivo de alcanzar el socialismo con el triunfo del proletariado y promover el internacionalismo proletario. En contraste, la vertiente liberal-nacional con la cual simpatizaba Weber, planteaba la unidad social de la nación bajo dominio burgués, para consolidar el capitalismo y transformar a Alemania en una potencia mundial. 

Partiendo de la matriz jurídico-política liberal, cuyo núcleo esencial es el individuo con voluntad y conciencia, que establece distintas relaciones en la conformación de las sociedades, en “Economía y Sociedad” Weber va a desplegar una crítica a todas y cada una de las categorías marxistas, cuyo punto de partida es la “acción social con sentido mentado”: el individuo con voluntad y conciencia. En otros trabajos, como “La Ética Protestante y el espíritu del capitalismo” o en sus artículos sobre metodología de la investigación social, la concepción weberiana sustenta una opción drásticamente diferenciada del marxismo, que incluye desde los orígenes del capitalismo hasta las formas de abordar la producción de conocimientos científicos en el campo de las Ciencias Sociales.

No obstante, Max Weber coincide con Marx en el carácter civilizatorio que cumple la expansión colonial europea. En el abordaje del concepto de imperialismo afirma que, en tanto las sociedades civilizadas llevan a las sociedades atrasadas los beneficios de la civilización, las convierten en deudoras.

Por lo tanto, las riquezas que las sociedades acreedoras obtienen de ellas, no son sino el pago por esos beneficios de la civilización; y advierte a los trabajadores europeos que, de no recibir tales contribuciones, sus ingresos, al igual que los del conjunto de la sociedad acreedora, se verían seriamente afectados. Un fundamento científico que explicita las líneas de continuidad de la cultura occidental dominante, cuyo rasgo esencial es el desprecio hacia las culturas y comunidades de los pueblos considerados inferiores, así como la legitimación del carácter depredador de sus dominios coloniales o neocoloniales. Un ejercicio similar puede hacerse con Kant, Hegel y otros autores occidentales; del mismo modo que en Aristóteles subyace la democracia esclavista griega.  

Pintura de la serie "El Camino del Llanto", del ecuatoriano Oswaldo Guayasamín. 

Los desafíos en América Latina

En contraste, la matriz de pensamiento popular en América Latina, concibe al mundo desde la perspectiva de “los bárbaros más fanáticamente hostiles a los extranjeros”; desde los pueblos supuestamente “deudores” de los dominios imperiales del Occidente central.

Un espacio epistemológico que se alimenta de otras historias y otras raíces culturales ancestrales; y una producción teórica donde la explotación social de Marx, se conjuga y complejiza con la problemática de la autonomía nacional y la composición étnico-cultural de estas sociedades.

Es significativo que los autores marxistas que escriben en sociedades autónomas -Marx, Engels, Rosa Luxemburgo, Lenin, Gramsci, Lukács- se centran principalmente en el problema de la conciencia, en especial de la conciencia enajenada del proletariado, que le impide percibir su carácter de explotado. En contraste, en los marxismos de las naciones periféricas, el problema de la conciencia, del pueblo como sujeto revolucionario, de las identidades étnico-culturales y de la liberación nacional, se acercan significativamente a las concepciones populares latinoamericanas. Para Mao, el sujeto revolucionario es el pueblo, con contradicciones en su seno, enfrentado a las potencias que lo subyugan, con sus aliados locales; y en “Los condenados de la Tierra” Frantz Fanon  afirma, con referencia a la conciencia enajenada, que sólo por el color de su piel, el colonizado argelino puede percibir la explotación.              

No obstante, dadas las condiciones de producción en las que se ha ido forjando el pensamiento popular latinoamericano -que desde sus orígenes escritos se manifiesta como pensamiento político de los líderes de la Independencia, bajo la influencia de la composición de sus tropas de negros, mulatos, indígenas, mestizos y blancos pobres- el desarrollo de su potencial teórico requiere del ejercicio inverso al del pensamiento del Occidente central, que predomina en nuestras universidades.

Por lo general, en el pensamiento popular latinoamericano, los condicionantes histórico-culturales, el proyecto político y el sujeto histórico al cual promueven, están explícitos.

También es posible rastrear sus raíces ancestrales en las culturas indígenas, todas ellas consideradas “sociedades de amparo” en las que no existía el concepto de “pobre”, ya fueran estratificadas o igualitaristas, con un fuerte sentido comunitario y valores de cooperación, solidaridad y reciprocidad, que perduraron entre los derrotados. Lo cual no supone desconocer los aspectos negativos, debilidades y distorsiones de esas civilizaciones originarias.

En la primeras etapas de la Independencia, se forjaron en Nuestra América las ideas humanistas más avanzadas del mundo: el Haití de los esclavos rebeldes creó en 1806 la primera democracia integral, política, económica y social, sin esclavitud y con el reconocimiento como ciudadanos plenos de seres hasta entonces -y durante un siglo y medio más- serán considerados menos que humanos por las concepciones del Occidente central. En 1815, Artigas impone una democracia integral, con eliminación de la esclavitud y la servidumbre indígena y el reconocimiento como ciudadanos plenos de las llamadas “castas inferiores” de indígenas, mestizos, negros y mulatos. En la gran democracia del Norte -que suele utilizarse como ejemplo de democracia- la esclavitud fue anulada en 1865; pero los afrodescendientes recién pudieron votar como ciudadanos plenos en 1965, 150 años más tarde. Para la Revolución Francesa, “la libertad, igualdad y fraternidad” se restringía a los europeos blancos; a los únicos seres verdaderamente humanos que portaban la cultura universal y la civilización frente a la barbarie.

El desafío de elaborar propuestas teóricas en la Filosofía y las Ciencias Sociales desde la perspectiva popular latinoamericana, no es menor: requiere un trabajo colectivo y transdisciplinario, que nos permita superar la “taylorización” de nuestras Universidades; porque es preciso abordar esta tarea desde miradas integrales y abarcadoras.

En términos de Thomas Khun en “La Estructura de las Revoluciones Científicas" se trata de construir un paradigma autónomo, a fin de no quedar entrampados en continuar alimentando una “ciencia normal” desde los paradigmas eurocéntricos. Formulación de conceptos propios de análisis y fundamentación, capaces de afrontar un debate riguroso con las concepciones oficializadas en los espacios científicos predominantes, partiendo de la reivindicación de la dignidad humana y de los derechos inalienables de nuestros pueblos y naciones. Lo cual supone conocer en profundidad esas concepciones oficializadas, dado que la elaboración crítica se enriquece al trabajar con contrastes. Al mismo tiempo, es un desafío imprescindible, ante las amenazas del calentamiento global y de una profunda crisis social a escala mundial, que golpea duramente a nuestros “condenados de la Tierra”.

 

Descargar obra completa:

http://www.unla.edu.ar/centros/centro-de-estudios-de-integracion-latinoamericana/publicaciones-ugarte/pensamientos-nuestroamericanos-en-el-siglo-xxi-aportes-para-la-descolonizacion-epistemica?fbclid=IwAR3dAQGvf_WwWHWcoQRHruNe2kF6j4meI-8mv0E1Oxy6qMcWYgTQq41Xuz8

* Exdiputada nacional, socióloga, docente e investigadora universitaria. Entre 1968 y 1974, integró las cátedras nacionales en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Secretaria de Cultura de la provincia de Buenos Aires entre 1973 y 1974.