Volver a las bases (II)

Aportes del Movimiento Obrero Organizado al Pensamiento Nacional: la resistencia peronista. A 65 años del Programa de La Falda.
Por Daniela DAmbra *

Los años de la Resistencia Peronista son habitualmente recordados por las historias de lucha y heroicidad que marcaron la etapa. Aún así, no podemos pensarlos como tiempos venturosos. La violencia política que los caracterizó fue una imposición de los sectores dominantes que interrumpieron un proceso popular y democrático con el objetivo de cercenar las conquistas de trabajadores y trabajadoras. El golpe de Estado de 1955 demostró en su tenacidad represiva la importancia que el movimiento obrero organizado tenía para el proyecto que pretendían destruir. “Desperonizar” al país tenía como objetivo último, por supuesto, desandar el entramado de justicia social que el peronismo había forjado y para lograrlo era fundamental romper la resistencia obrera.

Así es que una de las primeras misiones que se propuso la autoproclamada “Revolución libertadora” (y los gobiernos que siguieron también) fue tratar de destruir el modelo sindical que se había erigido durante el peronismo. Las primeras modificaciones tendientes a desarmar esta estructura se implantaron a partir del decreto 9270 de 1956. Significativamente, entre las medidas se incluía la prohibición de la participación política y la promoción de la atomización, detrás de la consigna del “pluralismo sindical”, que rompía la lógica del sindicato único. A su vez, se llevó adelante la intervención de la CGT y la inhabilitación de una enorme cantidad de sindicalistas identificados con la militancia peronista.

Estas medidas, de la misma manera que las tomadas en los demás ámbitos con el decreto 4161, se apoyaban en una premisa que aún hoy resuena: la adhesión de los sectores populares al peronismo se habría construido sobre la demagogia y el control de los recursos estatales. Eliminado ese velo que mantenía engañado al pueblo, la sociedad se reencauzaría en lo que debía ser un recorrido “normal” y “civilizado”. El peronismo sería apenas un mal recuerdo, un trago amargo para aquellos que habían visto con horror cómo los “cabecitas negras” tomaban control de los destinos de la patria. Sin embargo, nada de esto sucedió. La “resistencia peronista” fue la expresión histórica de las diferentes formas de organización popular para combatir los regímenes autoritarios que, disfrazados de democracias o no, socavaron conquistas históricas.

Este “error de cálculo” respondía a una sencilla razón. Las clases dominantes y sus representantes gubernamentales asumían que trabajadores y trabajadoras no tenían autonomía de pensamiento dentro de ese sistema que supuestamente los había engatuzado. Desmintiendo esos supuestos, vamos a analizar una de las expresiones del pensamiento popular de la época, la que desde el movimiento obrero organizado fue construyendo propuestas, programas y proyecto. La resistencia, la de las calles y las fábricas, tuvo su potencia histórica también por sus aportes constantes al pensamiento nacional. Con la violencia no alcanza para robarle sus ideas al pueblo. La letra con sangre no entra.

 

Los programas del Movimiento Obrero

 

1959. El año arrancaba de forma tumultuosa con una América Latina expectante por el triunfo de la Revolución Cubana y por estas tierras la toma del Frigorífico Lisandro de la Torre movía las estanterías en nuestro país. Mucha agua había corrido desde el golpe de Estado: el reordenamiento del movimiento popular, si bien había tenido múltiples trabas, apeló constantemente a la recuperación de las instancias de organización y de representación de las bases trabajadoras.

En el plano gremial, la reconquista de los principales sindicatos industriales en 1957 inclinó la balanza de las decisiones gremiales hacia las nuevas conducciones, que llevaron adelante el congreso plenario nacional realizado en La Falda en noviembre de ese año. Su programa ampliamente conocido nos remite a una primera aproximación de cuáles eran las ideas que construían las organizaciones obreras. Los planteos se ordenaban detrás de las tres banderas de la doctrina peronista proponiendo: intervención del Estado en la economía, control del comercio exterior, desarrollo industrial y fomento del consumo interno, nacionalizaciones y un posicionamiento latinoamericanista como estrategia, pero también por fuerte convicción antiimperialista.

 

Programa de La Falda. Fuente: Internet.

 

Sin embargo, a causa de la composición plenamente popular en la que el peronismo había derivado posterior al golpe, algunas de las propuestas demuestran el carácter netamente obrero de sus postulados. Desde la idea de la “expropiación del latifundio y extensión del cooperativismo agrario” hasta la propuesta del control obrero de la producción, la radicalización de las medidas económicas planteadas señala la intervención sindical como un ariete central en el debate económico. Esto va más allá de que esas medidas hayan sido aplicadas o no, lo importante es ver cómo la construcción de un ideario peronista en la resistencia tuvo entre sus principales protagonistas al movimiento obrero organizado.

La toma del Frigorífico Lisandro de la Torre significó en este contexto un momento de quiebre muy importante. Esta acción demostró varias cosas: 1. que la política antipopular trascendía a los gobiernos militares, 2. que la capacidad organizativa de la clase obrera se había recuperado hasta el punto de poner un barrio entero a disposición de una medida gremial, 3. que esas medidas gremiales tenían en todo una proyección política (por eso el punto anterior era posible) y 4. que los programas establecidos no eran meras enunciaciones (en el programa de la Falda se habla de la nacionalización de los frigoríficos como un punto destacado para alcanzar la independencia económica).

 

 

Ferraresi y Galasso recuperan el testimonio de Sebastián Borro, uno de los más destacados referentes de la resistencia sindical, que en conversaciones con Arturo Frondizi durante el proceso de la toma del frigorífico le habría planteado lo siguiente:

Usted tiene en el cajón un proyecto en el cual nosotros les damos soluciones al problema y a usted le interesa entregar la carne a una empresa privada antinacional (...) Lo lamentable es que usted habrá leído mucho, tendrá mucha intelectualidad para traicionar al pueblo y no para defender los intereses del país y nosotros, que somos simples trabajadores, con una mediana cultura, tenemos eso que le falta a usted. (citado en Ferraresi, Galasso, 2018, p. 148)

Es interesante remarcar la capacidad propositiva del sindicalismo, que, ante un gobierno que retrocedía cada vez más en las conquistas adquiridas, se presenta con un proyecto y lo argumenta con la lógica del conocimiento de la realidad. Más adelante veremos en palabras de Andrés Framini cómo esa misma fundamentación vuelve a aparecer siendo parte no de un pragmatismo puro, sino de una línea de construcción de pensamiento que se rehúsa a quedar enmarcada en los límites de lo que se reconoce como intelectualidad.

Más allá de todo esto, la toma del ‘59 terminó siendo una derrota en términos gremiales: si bien para la historia siempre se recuperó la cuestión insurreccional, se perdieron 5000 puestos de trabajo, muchos más de los que estaban en juego al inicio. Pero aún así, la trascendencia del proceso dejó importantes aprendizajes y avances en términos organizativos. Quedó claro que la recuperación del Estado era una condición sine qua non para poder transformar la situación económica, y aún cuando esto siempre fuera algo sabido, implicó un nuevo desafío para los gremios que incluso se empezaron a plantear la participación en las elecciones para ejecutivos y legislativos.

Sobre estas cuestiones se volverá luego con mucha más contundencia en el programa de Huerta Grande (1962), en particular en los puntos: “3. Nacionalizar los sectores claves de la economía: siderurgia, electricidad, petróleo y frigoríficas”; “7. Expropiar a la oligarquía terrateniente sin ningún tipo de compensación” y “8. Implantar el control obrero sobre la producción”, con el agregado del desconocimiento de los compromisos financieros que se habían adquirido en este período. Una de las cosas que se puede apreciar es que en un contexto tan complejo como el de 1962, el sindicalismo está cada vez más sólido en su proyección política y en su posicionamiento en torno a las medidas económicas a tomar. El programa es escueto, pero retoma las declaraciones de La Falda y las profundiza.

 

Programa de Huerta Grande. Fuente: Internet.

 

En el plenario de delegados, las palabras de Framini, como ya mencionamos, nos sirven para seguir profundizando en estos aspectos. Las críticas al frondizismo y al desarrollismo como propuesta de la burguesía claudicante, fueron de la mano de una identificación clara sobre: el enemigo principal, las condiciones de necesidad para poder establecer una política nacional y los riesgos que las alianzas de clase estaban generando para los sectores trabajadores desde los últimos años del peronismo. Teniendo en cuenta que parte de la base doctrinaria del peronismo señalaba esto último como un mandato, es interesante ver cómo la clase obrera desde la experiencia concreta no aceptaba tal condición en cualquier tipo de circunstancia.

Framini planteaba la responsabilidad empresarial en la crisis que estaba atravesando el país, indicando además que se escudaban detrás de la misma para absorber cada vez mayores tajadas de la tasa de ganancia. Su discurso, además, retomaba la denuncia del robo que implicaba la plusvalía para los trabajadores y la reivindicación del control obrero en la producción y en la definición de la estructura económica. Además denunciaba claramente la voluntad de reducir a los/as trabajadores/as a la reivindicación gremial cuando hay una voluntad y una línea de construcción intelectual que se propone con autonomía:

He aquí otra de las grandes trampas de la burguesía. Confinar las reivindicaciones obreras al campo de las migajas salariales. Y esta es una trampa en la que todavía están apresados grandes sectores de la clase trabajadora. Liberarlo de ella es una de las principales tareas que nos incumbe a los dirigentes. (citado en Calello y Parcero, 1984, p. 204)

En sus palabras también se observa el registro antiimperialista que sigue la línea de construcción política de los movimientos nacionales: todos los sectores oprimidos por la oligarquía y el imperialismo deben unirse para defender sus derechos. Eso sigue dejando la puerta abierta para la burguesía nacional, pero claramente en esta etapa de resistencia no se la está esperando demasiado en la alianza. En efecto, sólo la movilización popular se ve como salida y sabemos que las burguesías habitualmente se alejan de esos procesos:

Este método de lucha es el que nos permitirá recorrer el camino, entre el papel escrito y la transformación efectiva de la realidad, en nuestra experiencia de los últimos años hemos aprendido que existe un solo camino que nos conducirá al triunfo. La movilización popular (...) no debemos imponer ninguna forma específica, ninguna concreción rígida en la lucha, que no surja de la realidad. (Andrés Framini citado en Calello y Parcero, 1984, p. 207)

 

Fuente: Internet.

 

"Es la calle la que trota"

 

En esos años, la crisis social iría tensando las posiciones y agudizando las internas propias del debate político. El documento “El cambio total de las estructuras” que había sido aprobado por el Congreso ordinario de la CGT de 1963 hablaba específicamente de la necesidad de incorporar a los/as trabajadores/as a la conducción de la política económica del país y se volvía sobre la idea de la reforma agraria bajo el concepto implícito de “la tierra para quien la trabaja”. En este aspecto continúa siendo una cuestión clave la identificación del enemigo principal en términos económicos y no solo políticos: la oligarquía terrateniente es la base del poder en la Argentina, por lo que la distribución de la tierra siempre constituyó el nudo gordiano de la justicia social.

Más allá de que en este aspecto no pudo avanzarse a lo largo de los años más de lo que había logrado el gobierno de Juan Perón, no puede negarse que el cuestionamiento a la propiedad privada de los medios de producción estaba latente en términos concretos durante todo el proceso de ocupación de fábricas que se desarrolló en aquel momento, pero mucho más aún el ya mencionado control obrero de la producción.

Aún así, lo que nos parece importante remarcar es que tampoco se percibe la idea de armonía de clases detrás de las expresiones mayoritarias del movimiento obrero. Incluso teniendo en cuenta las diferencias ideológicas, lo importante es poder abordar los aportes concretos del sindicalismo argentino, con todas sus contradicciones en aspectos que se hacen presentes en distintos niveles de efusividad a lo largo de su construcción histórica.

Como sabemos, se abrieron distintas líneas de conducción dentro del sindicalismo y la protagonizada por Augusto Timoteo Vandor tuvo siempre la etiqueta de conservadora o participacionista. Sin embargo, la táctica de presionar para negociar, que tan bien manejaba el metalúrgico, entraba perfectamente en la lógica que estamos comentando y, en efecto, cuando se enfrenta a Perón y se acerca a la dictadura de Onganía es cuando va perdiendo su lugar como referente indiscutido. Más allá de que mantuviera la conducción de las estructuras institucionales, su falta de proyección política lo distanció del resto del sindicalismo y le fue haciendo cada vez más arduo el mantenimiento de su hegemonía.

En ese sentido, es interesante la apreciación que hace Amado Olmos, en una entrevista de 1967, en una etapa en la que ya se encontraba mucho más distanciado del referente de la UOM:

El obrero no quiere la solución por arriba porque ello hace 12 años que lo sufrimos y no sirve. Acá se ha hecho ya esa experiencia; el trabajador quiere el sindicato de la época peronista, es decir, el sindicalismo integral que se proyecta hacia el control del poder, que asegura en función de traer el bienestar del pueblo todo. Lo otro es el sindicalismo amarillo, imperialista, que quiere que nos preocupemos de los convenios y las colonias de vacaciones (...) el obrero advierte que ese sindicato no le sirve y por lo tanto no le interesa; le interesa lo otro, el Sindicato de grandes proyecciones, el del futuro, que llega al poder, que implanta su ley, inclusive sindicatos que puedan superar los gobiernos que a medias quieren gobernar por nosotros. (citado en Calello y Parcero, 1984, p. 225)

Ya para esos años, las contradicciones internas del sindicalismo peronista eran mucho más pronunciadas, lo cual se verá con claridad con la emergencia de la CGT de los Argentinos y su famoso programa. En el mismo, se retoman las grandes líneas de pensamiento que venimos planteando desde un inicio: la función social de la propiedad, el control obrero de la estructura económica, la nacionalización de la economía, la reforma agraria, el antiimperialismo y el latinoamericanismo.

En confluencia con la CGT de los Argentinos se pudo ver a muchos intelectuales del campo nacional más vinculados con la militancia de las clases medias y muchas veces se planteó que en verdad ese programa los reflejaba a ellos. Sin embargo, si vemos la construcción en su conjunto de una corriente de pensamiento desde el movimiento obrero de nuestro país podemos ver que ninguna de las líneas contenidas en ese texto es ajena a la historia del sindicalismo. Si bien expresa a un sector que está especialmente radicalizado, también refleja una etapa de agudización de las contradicciones y de pérdida de derechos mucho más flagrante desde el punto de vista económico de lo que se había vivido hasta ese momento. También, como mencionamos previamente, es parte de un momento donde las contradicciones al interior de los gremios se habían intensificado claramente. Pero si cerramos el análisis de esta etapa con lo que fue el Cordobazo y su acción insurreccional, que contuvo a múltiples corrientes internas del sindicalismo conduciendo a otros sectores oprimidos de la sociedad, podemos ver que probablemente esa línea de pensamiento que tantas veces fue adjudicada a pensadores, intelectuales o conducciones, en verdad tuvo su fundamento y su construcción dentro de lo que fue el ideario de la clase obrera argentina.

 

Programa de 1º de mayo de 1968, CGT de los Argentinos. Fuente: Internet.

 

No coincidimos con que el camino establecido haya sido desde la cúpula (Perón percibiendo una necesidad de radicalización y entonces promoviendo a referentes más identificados con esa tarea), sino que partimos de la consideración de que en todo momento el sindicalismo tuvo una postura autónoma que fue leída por la conducción del movimiento nacional y que hizo síntesis en un ida y vuelta dinámico que cristalizó en propuestas políticas. El problema consiste en solo mirar a los dirigentes: estas posturas se construyeron desde la base y tuvieron su presencia tanto en momentos de auge como en momentos de crisis de los sectores populares. Pensar la polarización Vandor - Framini/Olmos - CGT de los Argentinos como extremos contrapuestos del movimiento obrero es no ver que todos esos dirigentes surgieron al calor de la lucha popular y que expresaron el camino que desde las bases se establecía. Los programas, la ocupación de fábricas, las huelgas generales, incluso procesos insurreccionales como el del Frigorífico Lisandro de la Torre y como el Cordobazo, la puesta en jaque constante del sistema electoral fraudulento… Todo esto nos señala una participación en la construcción de un marco de pensamiento autónomo, que no solo se percibe en programas o declaraciones, sino en acciones concretas, en refrendos electorales, en el día a día de los espacios de trabajo.

No son los mismos tiempos, pero creemos fundamental continuar trabajando sobre estas líneas porque si hay algo que queda claro en este breve recorrido es que el sindicalismo argentino hizo su propio aporte al pensamiento nacional y entendemos que lo seguirá haciendo. Porque desde esa base popular es que se va escribiendo el camino, como diría Arturo Jauretche por aquellos años: “Porque ‘burro viejo no agarra trote’, salvo cuando la calle entera trota y arrastra al burro, porque la verdad del refrán también se condiciona a la vida. Y ahora es la calle la que trota”.

* Profesora de Historia (UBA). Docente investigadora de la Universidad Nacional de Lanús e integrante del Centro de Estudios de Integración Latinoamericana “Manuel Ugarte”.
Referencias bibliográficas

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- Calello, Osvaldo y Parcero, Daniel (1984). De Vandor a Ubaldini. 2 vols. Buenos Aires: CEAL.

- Ferraresi, A.; Galasso, N. (2018). Historia de los trabajadores Argentinos (1857 - 2018). Buenos Aires: Colihue.

- Galasso, Norberto (2005). Perón. Buenos Aires: Colihue.

- James, Daniel (1981). “Racionalización y respuesta de la clase obrera: contexto y limitaciones de la actividad gremial”. Desarrollo Económico, 21 (83), pp. 321-349.

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- Programas históricos del Movimiento Sindical Argentino. La Falda, Huerta Grande, Programa del 1 de mayo de 1968 (CGT Argentinos).

- Salas, Ernesto (2015). La resistencia peronista. La toma del frigorífico Lisandro de la Torre. Buenos Aires: Punto de Encuentro.

- Senén González, Santiago (1971). El sindicalismo después de Perón. Buenos Aires: Editorial Galerna.

- Senén González, Santiago y Bosoer, Fabián (1993). El hombre de hierro. Buenos Aires: Corregidor.

Imagen de portada: Ricardo Carpani, Desocupados (boceto). Fuente: Estimarte.