Cuando la parroquia ingresa a la historia. El 58 de Methol Ferré.

En una nueva entrega sobre pensamiento oriental, el autor desmenuza la intervención de Alberto Methol Ferré en el semanario Marcha.
Por Emmanuel Bonforti *

 

Hay años en la historia de los países que concentran más de un período almanaque, que sus días arrastran una impronta que es imposible contener en los estándares de tiempo medio. Años que empujan décadas, personajes, historias, que producen quiebres que se expresan en los grandes libros pero que también encuentran en pequeñas biografías motivos de trascendencia. 1958 en Uruguay es un año que contiene todos estos ingredientes.

Raúl Iturria intendente de Durazno y ex Ministro del Interior publicó un trabajo titulado “1958. El año en que cambió la historia”, la tapa del mismo es un retrato de la imagen del caudillo Blanco Luis Alberto de Herrera. Para Iturria, 1958 fue una bisagra en la historia política del Uruguay ya que cierra el ciclo de casi 100 años de hegemonía Colorada. El autor, con mirada apasionada y parcial, consideraba que 1958 significaba el comienzo de un “nuevo tiempo”. Y reforzaba la idea de la centralidad de la juventud uruguaya como partera de una nueva era.

Más allá de la evaluación final sobre los sucesos que siguen a 1958, este año consolidó algo más que un cambio en la historia política como menciona Iturria. 1958 significó la materialización de un proceso que tiene en un colectivo intelectual generacional un rol fundamental y crítico del Uruguay post batllista.

De ese colectivo generacional se desprende el autor trabajado en este breve artículo, estamos hablando de Alberto Methol Ferré, quien durante ese año tendrá una prolífica producción.

 

El elemento generacional

Methol Ferré ingresa en el círculo de intelectuales/pensadores que reflexionaron de manera diferente en relación a los problemas concretos del Uruguay. Es un pensador generacional, categoría compuesta que se atribuye a hombres y mujeres que intentaron incidir en los debates políticos culturales de la década del 50 en Uruguay.

En ese marco la definición acerca de lo generacional formó parte de disputas intelectuales. Por un lado, la idea de Generación del 45 tal como la define Emir Rodríguez Monegal, fundamentada desde el método histórico de las generaciones y la influencia de Ortega y Gasset, sosteniendo que la fecha posee una significación determinante para la emergencia de este grupo de hombres y mujeres de la cultura. Ángel Rama elaboró la respuesta a través de la formulación del concepto de Generación Crítica ya que la fecha no explica ningún acontecimiento puro de la vida nacional, y el adjetivo –crítica- permite caracterizar a esta generación como un nuevo tipo de intelectual con determinados rasgos. Carlos Real de Azúa habla de la “generación de la crisis”, partiendo de que fue la encargada de analizar el desajuste de todos los elementos del convivir social. No contento con esto, y a la hora de analizar el batllismo, el autor deja entrever la posibilidad de caracterizar a la generación como la del “agotamiento”.

 

Ensayo como recurso de la conciencia

Cada generación utiliza un recurso estilístico teórico que le permite trascender y el ensayo es el que caracteriza a la Generación Crítica. Fueron Emir Rodríguez Monegal y Carlos Real de Azúa dos hombres de este colectivo que a su vez tuvieron la tarea de problematizar acerca del ensayo. Para Emir Rodríguez Monegal el ensayo permitió la posibilidad de acercarse de manera coloquial al lector y ampliar la base social de apoyo en relación a los temas críticos del Uruguay. De esta manera, el recurso posibilitaba un efecto de persuasión diferente a las técnicas empleadas por generaciones precedentes caracterizadas por un lenguaje confuso y barroco. La persuasión opera en clave política y apela al sentimiento, diferente al efecto buscado en artículos científicos vinculado a una relación distante y fría que busca únicamente la verdad en términos analíticos.

Así, el ensayo presenta un diálogo con el campo de las ciencias sociales pero no tiene como característica excluyente la objetividad científica, y de esta manera se vincula con la sociología, la historia o la filosofía. De ahí que esta Generación produjo importantes ensayos en clave sociológica e histórica que trascendieron las fronteras del Uruguay. Así aparece Pivel Devoto, historiador clave de la Generación, del que nadie puede dudar en cuanto a la utilización de fuentes en sus trabajos, pero que acude por momentos al ensayo. Lo mismo sucede con Roberto Ares Pons y el propio protagonista de este artículo, Alberto Methol Ferré.

Siguiendo a Martínez Monegal, es interesante el lugar que ocupa el ensayo en el propio Semanario Marcha, donde el crítico señala la utilización del Ensayo-en-sí, fundamental para la función pedagógica que había asumido el propio Semanario y del que Methol Ferré fuera exponente a finales de 1958.

Para Carlos Real de Azúa, el ensayismo de la Generación se encontraba atravesado por una serie de temas, donde aparece la búsqueda del pasado útil, la preocupación por América, el peligro de los Estados Unidos, motivos de preocupación que aparecen asimismo en Methol Ferré. También surge lo que Real de Azúa menciona como el examen de la realidad; las generaciones que irrumpen en la historia como críticas poseen sin duda especial interés por resignificar la realidad o por la construcción de una realidad que realmente atienda los problemas de la nacionalidad.

En ese sentido el ensayo permite la indagación hacia la específica condición del Uruguay y sus verdaderos problemas. Sin embargo, el ensayo no fue un recurso propio de la Generación, el colectivo intelectual precedente acudió al recurso, pero lo tiñó de ideología anteponiendo la ficcionalidad sobre la realidad. Lo novedoso para Real de Azúa es que la Generación de la Crisis incorpora un repertorio de problemas vinculados a una deontología de la cultura (nacional y americana), el ensayo de la nueva Generación se torna una fundamentación ética, política y social, en la búsqueda de un fin y una misión por parte de sus integrantes y el vínculo con el país y la región.

 

Alberto Methol Ferré, ensayo y deontología situada

Si bien el interés del artículo reside en los trabajos de Methol Ferré publicados en Marcha en 1958, es interesante detenerse en un artículo de un año previo en el Semanario, titulado la “Cuestión Nacional”, donde el oriental argentino polemizaba desde la sección “Carta de lectores” de Marcha con el joven socialista Vivian Trías.

Methol Ferré, en el artículo, daba cuenta de la urgencia que tenía Uruguay de reflexionar sobre sus destinos, una forma de mencionar la necesidad de indagar sobre la realidad. Detrás de la tesis de Trías acerca de la deformación de nuestras economías y la falta de tareas de burguesas nacionales, Tucho Methol Ferré proponía profundizar acerca de la conciencia; en ese marco indagaba sobre “lo nacional” y establecía un punto de contacto con la idea de tradición. Conceptos que serán utilizados en varias oportunidades por el autor en este período.

 

 

Methol Ferré toma protagonismo en Marcha una vez sellado el triunfo Nacional, en la edición 940 de diciembre de 1958 escribe una pieza inolvidable de ensayo político titulada “La parroquia entra en la historia”. El artículo permite consolidar una serie de temáticas que ya vienen formando parte del ideario del autor, entre ellas la recuperación de la pradera oriental marcando una clara diferencia con la ciudad de Montevideo batllista y cosmopolita. Sentencia de ese sentimiento es el siguiente párrafo: “Es la primera vez en la historia del país que Montevideo no entiende nada, absolutamente nada de lo que ha ocurrido”1. Ese Montevideo hacedor de la historia y del destino del país, por primera vez en mucho tiempo, no logra ser el protagonista. En ese sentido uno podría establecer un paralelo con Raúl Scalabrini Ortiz cuando hablaba metafóricamente del 17 de octubre en relación al subsuelo de la patria sublevado.

El artículo es un legado del joven militante político, quien utilizando un lenguaje llano y cargado de coyuntura llega a sostener: “Les voy a contar todo lo que he aprendido en el largo y pesado silencio de muchos años”2. Methol se siente parte de un colectivo que lo excede y que no tenía voz en Montevideo. Algo similar a cuando Alfredo Zitarrosa, para colectivizar sus letras, hablaba de los miles de compañeros almas.

La idea de las masas en la política uruguaya era una rémora del siglo XIX. En ese marco, Methol Ferré viene a poner en primer plano la emergencia de un actor colectivo ajeno a los doctores de Montevideo. El regreso del Partido Nacional al poder era asimilado como un 17 de octubre a la uruguaya, sin grandes industrias y sin gran proletariado, pero que posibilitaba la aparición de un actor social silenciado.

La esperanza, a finales del 58, era sepultar una modernidad excluyente, inmigrante, Colorada y asentada en el puerto de Montevideo y con actividad comercial en el frigorífico. Para Methol, el 58 no anulaba esas características, sino que las enriquecía con la emergencia de la ruralidad. Es que si Batlle Ordóñez llegó al poder con los inmigrantes, Herrera recuperaba la centralidad con los hijos de aquellos. La lectura de Methol Ferré, más allá de la euforia, no cancelaba la modernidad, sino que tendía a la incorporación de aquellos sectores que aquella intentó anular.

 

 

Dos semanas después escribía “Terciarios y Moralismo”, era el momento de discutir la matriz productiva uruguaya. Por último, cierra el año con el artículo “Otra vuelta de tuerca” donde recuperaba el espíritu renovador y esperanzador del primer artículo de 1958. El triunfo Nacional era una posibilidad de pacificación. Partía de la idea de que antes de Uruguay estuvo Montevideo, es decir, que la nación fue primero capital para luego convertirse en país. Sin embargo, en una discusión sobre la génesis, consideraba que si la ciudad fue próspera se debió al trabajo de la ruralidad. Y así, llegando a la modernidad y junto al viejo Batlle y a los frigoríficos, es que para Methol Uruguay era un pueblo que no era nacional. Montevideo no solo daba la espalda a América Latina, sino al resto del país. Con este artículo el autor problematizaba la idea de excepcionalidad uruguaya, tensionando el argumento, considerando que el núcleo de la excepcionalidad fue Montevideo y no el Uruguay.

 

 

El autor utilizaba estos tres artículos a modo de tribuna, para dejar en claro su posición. Hablaba por momentos como intelectual censurado, agradeciendo la generosidad del director de Marcha, Carlos Quijano. Este ensayismo en clave periodística, encuentra su anclaje teórico de mayor profundidad en noviembre de 1958 en el texto “¿A dónde va Uruguay?” publicado en Tribuna Universitaria, reducto de la intelligentzia montevideana donde Methol Ferré era claramente visitante. Allí desarrolló una serie de tesis que serán utilizadas dos años después en “La Crisis del Uruguay y el Imperio Británico”. El triunfo del ruralismo nacional le permite al autor no solamente hablar en clave presente -al calor del escrutinio definitivo-, sino también explicar 1958 a través de lectura del pasado, un rasgo típico del ensayismo de la Generación Crítica. Comprender el Uruguay de la crisis significaba periodizar su origen, y sobre todo la dependencia, elemento tan poco mencionado por la anterior generación de intelectuales.

 

 

La crisis es señalada también en plano ontológico. En el llamado a la realidad que implora el texto de Methol Ferré transita la idea de que la crisis es generadora de confusión. El mensaje se tornó por momentos desgarrador a tal punto de recuperar la frase: “El Uruguay no hace la historia, simplemente está en ella”3. Recobraba el dinamismo del tradicionalismo que en algunas regiones dependientes como las nuestras puede ser un factor progresivo. En esa búsqueda, Methol Ferré será señalado como arcaico o de pensamiento provinciano, cuando en realidad él viene a discutir la inmovilidad de la modernidad batllista. Como siempre a la hora de analizar la conformación de nuestros Estados nacionales, conviene preguntarse acerca de la forma en que se edificó la modernidad dependiente. En ese 1958, seguramente inmerso en críticas académicas, el autor problematiza las modas escolásticas, diferenciándose de intelectuales de cabotaje vinculados a modas repetitivas.

Como todo texto de la Generación tiene varios interlocutores con los que decide polemizar, y en esa línea sigue la discusión con Vivian Trías acerca de la colonización capitalista desarrollada por Gran Bretaña en Uruguay. Enhebra cuatro factores que se derivan de la modernización, los frigoríficos, la federación rural, la inmigración y Batlle, elementos que explican el siglo corto uruguayo de la excepcionalidad, pero que en 1958 se encuentran más vigentes que nunca en las discusiones políticas e intelectuales.

Estos elementos que aparecen como causas internas son los que explican una parte de la crisis, que es donde el autor decide poner el foco. La particularidad en este análisis es que no se centra en la crisis de partidos, sino en una forma de representación determinada, con lo cual, sigue habiendo una expectativa en las instituciones.

La modernidad batllista consiguió polarizar al Uruguay a través de un movimiento propio de las expresiones progresistas de carácter dualista, en donde la ruralidad fue lo ajeno a la ciudad. El batllismo, en parte, es la aplicación política e institucionalizada de la antinomia sarmientina civilización y barbarie. El 58 de Methol significó también la posibilidad de presentar teóricamente a las clases que habían sido marginadas de la alianza anglo-batllista; en ese sentido aparece el viejo patriciado rural y los sectores medios representados por la Liga Federal, movimiento de masas de expresiones rurales.

Esa ruralidad era señalada por el autor como el auténtico generador de divisas del Uruguay for export, como diría Alfredo Zitarrosa. Es interesante la recuperación que realiza del proceso político que posibilitó la emergencia de Benito Nardone a través de su programa radial el Chico-Tazo, pero también de las supervivencias emocionales donde aparecía la figura del viejo caudillo Luis Alberto de Herrera.

La crisis, en el texto, adquiría también los sinónimos de tragedia y drama, lo cual se explicaba por el ocaso comercial inglés posterior a la finalización de la Segunda Guerra Mundial. El texto tiene pretensiones fundantes ya que el propio autor consideraba que a partir de la elección de 1958 comenzaba el deshielo del estar uruguayo, en ese sentido se encuentra un juego de palabras entre el ser y el estar.

El ser aparecía como un estado momentáneo de la nacionalidad que surgía de la ficcionalidad de creer en la permanencia del acuerdo semicolonial. El estar interpelaba el pasado y se preguntaba fundamentalmente sobre el futuro.

Por último, el autor invitaba a reflexionar acerca de la característica de la crisis, donde descartaba una explicación univoca: la crisis no era económica ni política, la crisis era del espíritu y la superación no se debía realizar con un cambio de signo que ofrezca una nueva polaridad, sino que debía terminar en la medida que las masas rurales se urbanizaran y se ruralizara la intelligentzia de Montevideo.

Methol Ferré fue un hombre que buscó la unidad en la diversidad sin caer en un esquema hegeliano. En el autor, la síntesis será incompleta ya lo que debe imponerse es la diversidad.

Cierra así sus reflexiones en torno a la elección de 1958, fundamentalmente a través de sus intervenciones en Marcha, espacio periodístico crítico del ruralismo, pero a su vez profundamente democrático que respeta y da lugar a la pluma del autor. El triunfo del ruralismo fue una excusa para introducir discusiones mucho más amplias que las electorales, disputas en donde el autor decidió intervenir con un enfoque novedoso desde lo teórico que lo acercó a la mejor tradición del Pensamiento Nacional y Latinoamericano.

* Sociólogo (UBA), Periodista (UAI), Maestría en Historia en proceso (UNSAM). Profesor Adjunto Seminario Pensamiento Nacional y Latinoamericano (UNLa).
1. Semanario Marcha, edición 942. Página 6.

2. Semanario Marcha, edición 942. Página 6.

3. Tribuna Universitaria. Noviembre 1958. Página 138.