El espíritu de la Raza Cósmica

El Proyecto Educativo de José Vasconcelos (1920-1924). Primera parte.
Por Facundo Di Vincenzo *

“He revisado, por ejemplo, los programas de esta nuestra Universidad [UNAM] y he visto que aquí se enseña Literatura francesa, con tragedia raciniana [alude a Jean Racine1] inclusive, y me hubiese envanecido de ello, si no fuese porque en el corazón traigo impreso el espectáculo de los niños abandonados en los barrios de todas nuestras ciudades, de todas nuestras aldeas, niños que el Estado debiera alimentar y educar, reconociendo al hacerlo, el deber más elemental de una verdadera civilización. Por más que debo reconocer y reconozco la sabiduría de muchos de los señores profesores, no puedo dejar de creer que un Estado, cualquiera que él sea, que permite que subsista el contraste del absoluto desamparo con la sabiduría intensa o la riqueza extrema, es un Estado injusto, cruel y rematadamente bárbaro”2.

El texto corresponde al “Discurso de la Universidad” (1920) pronunciado por el filósofo humanista, educador, político (llegó a candidatearse como Presidente de México en 1929), ensayista y funcionario público (Secretario de Educación Pública de México, Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México y Director de la Biblioteca Nacional de México) José Vasconcelos (Oaxaca, 1882-1959).

En este trabajo me interesa revisar algunos aspectos significativos de su proyecto educativo en un intento por demostrar que entre los años 1920 y 1924 José Vasconcelos procuró implementar un programa de transformación profunda a nivel educativo en México con dos objetivos centrales: por un lado, romper con el círculo vicioso de la colonización cultural y pedagógica de las potencias del Atlántico Norte; por otro lado, promover, difundir, motivar y expresar la cultura, identidad y valores propios de la cultura iberoamericana, mestiza, sincrética y sincretista, que él llama: Raza Cósmica.

Volver sobre la vida y obra de José Vasconcelos es explorar un pensamiento que pareciera estar siempre despierto, en cada párrafo el lector o lectora actual puede sentirse interpelado/a. Probablemente por tener la particularidad de ser un pensamiento integral, que mientras pensaba su tiempo, lo transformaba. Un impulso creativo y creador que generó otra relación con los tiempos pasados, presentes y futuros. Por sobre todas las cosas es un pensamiento de un hombre que intentó revivificar la esencia, identidad, espiritualidad y mística de Iberoamérica en los momentos de la embestida más radical de la matriz de pensamiento positivista eurocéntrica.

En parte, algunasde las nociones e ideas fundamentales de su obra se pueden ligar con las vivencias que Vasconcelos tuvo desde sus primeros años como hijo de una madre abocada a la práctica de la fe católica y un padre que trabajaba de funcionario de aduana. El joven Vasconcelos, mientras recibía una instrucción y crianza empapada en la espiritualidad y sensibilidad cristiana, se traslada a diferentes regiones de México por el tipo de trabajo de su padre. La familia se mudó a la ciudad fronteriza de Piedras Negras, Coahuila, donde asistió a la escuela en Eagle Pass, Texas. Se hizo bilingüe en inglés y español, abriendo las puertas para la lectura de textos de habla inglesa. La familia también vivió en Campeche durante un período en que el área de la frontera norte era inestable. Como señalan varios estudiosos4, la frontera de Texas probablemente contribuyó a fomentar su idea de la “raza cósmica” como el rechazo a la cultura Anglosajona.

Jose Vasconcelos.


Según lo señalado por sus biógrafos5, José Vasconcelos tenía la intención de estudiar Filosofía, no obstante, no era una época propicia para la indagación de temas esenciales para los humanos. Más bien, Vasconcelos creció en un México en donde los humanos eran aniquilados, desplazados, descartados en pos del capital privado e internacional. Eran tiempos del “Porfiriato”, llamado así por Porfirio Díaz (Oaxaca, 1830-1915), un político y militar que con los más diversos artilugios (fraudes / asesinato de opositores / golpes de Estado) gobernó México durante más de tres décadas (1876-1910).

En el área cultural, académica, política y científica la corriente positivista era hegemónica, probablemente por cumplir con el complejo e impugnable objetivo de dar explicaciones para todas las atrocidades cometidas sobre el pueblo de México (indígena, mestizo, católico, comunitario) en nombre del progreso. Uno de los principales estudiosos del tema, Abelardo Villegas (Ciudad de México, 1934-2001), señala: “El positivismo se introdujo en México como filosofía, como sistema educativo y como arma política”6. Villegas explica que los liberales positivistas veían como un estorbo para el desarrollo de la riqueza del capitalismo (única vía hacia el afianzamiento de una Nación próspera desde su concepción) la existencia de tierras comunitarias, ya indígenas y/o católicas. Al mismo tiempo, cualquier creencia metafísica era considerada como signo del atraso de México.

Los Liberales Positivistas en el Gobierno de México buscaban resolver el déficit económico generado por las Guerras Civiles entre Liberales y Conservadores y por las luchas contra las invasiones imperialistas francesas y estadounidenses. Los hacendados, por otra parte, buscaban obtener más tierras para posicionarse como el sector más rico de México. Villegas afirma: “La nacionalización [expropiación de las tierras de las comunidades] demostró lo quimérico de tales propósitos para los Positivistas. […] el liberalismo triunfante no pudo financiarse con ellos, sin duda fue ese fracaso lo que abrió la puerta al Capital foráneo, operación que fue uno de los rasgos salientes del Porfirismo”7.

Vasconcelos combatió el proyecto liberal iniciado a mediados del siglo XIX durante la Presidencia de Benito Juárez (Oaxaca, 1806-1872) y continuado luego por “Los Científicos” de Porfirio Díaz, fundando en 1909, con otros jóvenes como Antonio Caso, Alfonso Reyes y el dominicano Pedro Henríquez Ureña, una agrupación Iberoamericanista, humanista, espiritualista, antipositivista y juvenil llamada: “Ateneo de la Juventud”8. Por críticas agudas al Porfiriato, Vasconcelos debió exiliarse en Estados Unidos. A pesar de las persecuciones que sufrieron quienes combatían al régimen, la batalla académica, cultural, política e ideológica que habían emprendido Vasconcelos y sus amigos impulsó y acompañó una serie de manifestaciones que llevaron al estallido de la Revolución Mexicana en 1910. En aquel desenlace, que será violento, entre un sector que no se quería ir del poder y otro que se dividía entre quienes pretendían recuperar lo perdido durante los años de hegemonía liberal desde los tiempos de Benito Juárez (campesinos y pequeños propietarios), y los descontentos de las ciudades (profesionales y letrados) quienes soñaban con forjar una República a imagen y semejanza de los países democráticos de Europa y Norteamérica. Vasconcelos se decide por estos últimos al principio, y por los líderes de las masas populares campesinas (Francisco “Pancho” Villa y Emiliano Zapata), después.

Francisco "Pancho" Villa, Emiliano Zapata, José Vasconcelos y Eulalio Gutiérrez durante banquete en Palacio Nacional. Fuente: Mediateca INAH.

Entre 1909 y 1911 se acerca a las filas del Partido Antirreleccionista fundado por Francisco Madero (Coahuila, 1873-1913), primer Presidente del México Revolucionario (noviembre, 1911 - febrero, 1913). La violencia de una Revolución que desborda todo lo previsto desencadena el asesinato de Madero. Bajo aquel escenario, Vasconcelos decide unirse al Ejército Constitucionalista liderado por Venustiano Carranza. Inicia una tensa relación con Carranza, que empezaba a consolidarse en su afán por dejar de lado a las fuerzas sociales surgidas durante la Revolución. Escribe Vasconcelos: “La falta de programa preciso y el ejercicio del mando fuera de las normas constitucionales y de acuerdo con las conveniencias personales de quien, de hecho, se había constituido en nuevo dictador, dieron pretexto para la discordia”9.

En uno de los momentos más trágicos de la Revolución Mexicana, signado por la fragmentación entre los bandos revolucionarios (los Carrancistas, Villistas y Zapatistas) Vasconcelos, que buscaba ocupar un espacio como maestro y educador del México Revolucionario, decide apoyar a los líderes de las grandes masas campesinas de México formando parte de la Convención de Aguascalientes en octubre de 1914. Dice Vasconcelos: “En estas condiciones y en último esfuerzo para evitar el derramamiento de sangre, un grupo de patriotas ideó la celebración de una Convención Nacional Revolucionaria. Pese a la resistencia opuesta por Carranza se celebró esta Convención en Aguascalientes. […] Estuvieron representados en esta Convención todos los Villistas, todos los Zapatistas y la mayor parte de los Generales de Carranza que públicamente desobedecieron a su Jefe, tomando parte de las deliberaciones de la Asamblea. Redactó la Convención el primer programa revolucionario, un poco más avanzado en materia agraria y en materia obrera que el viejo Plan de San Luis de Potosí”10.

En aquella convención, Vasconcelos intentó cumplir un rol como instructor, hombre de cultura y conector de los revolucionarios con los sectores letrados. Según los narradores de aquel acontecimiento, al momento de tomar la palabra desplegó un discurso místico, habló sobre buscar “en el conocimiento nuestra revelación”, haciendo alusión a un momento épico y espiritual que necesita de un esfuerzo épico y espiritual para el México del futuro”11. El efímero gobierno de la Convención lo nombra como Ministro de Instrucción Pública. Unos meses después se desatan los enfrentamientos armados entre Carranza de un lado, Villa y Zapata del otro; en medio de aquellos conflictos, Vasconcelos es enviado al extranjero en busca de lograr el reconocimiento diplomático del Gobierno Revolucionario. Tras la victoria definitiva de Carranza y la sanción de la Constitución de 1917, Vasconcelos se aleja de la vida política mexicana y dedica su tiempo a viajar, estudiar y escribir una serie de libros.

Venustiano Carranza. Fuente: El Heraldo.

La tormentosa revolución se cruza con las complicadas relaciones amorosas que Vasconcelos tenía con su primera mujer, Serafina Miranda, a raíz de una relación extra matrimonial que mantendrá durante varios años con Elena Arismendi. Frente a estas tensiones, Vasconcelos decide refugiarse en el conocimiento. Se radica en Estados Unidos y dedica largas horas al estudio de la Historia, pensamiento y cultura de distintos pueblos del mundo en la Biblioteca de Nueva York. Se sumerge en la lectura de los llamados clásicos de la Grecia y Roma Antigua. Revisa algunos aspectos de la Revolución Mexicana, probablemente en un intento por comprender aquellos turbulentos tiempos. Estas exploraciones y aprendizajes despliegan una serie de ensayos críticos12, filosóficos, sociales, educativos y políticos: Pitágoras, una teoría del ritmo (1916)13, Prometeo Vencedor (1916)14, El monismo estético (1918)15, La caída de Carranza; de la dictadura a la libertad, (1920)16, Estudios Indostánicos (1920)17.

Si sumamos a los libros mencionados otros seis publicados durante los años siguientes: Divagaciones literarias (1922), Orientaciones al pensamiento en México (1922), Ideario de acción (1924), La revulsión de la energía: los ciclos de la fuerza, el cambio y la existencia (1924), La Raza Cósmica (1925) y Tratado de Metafísica (1929); podríamos marcar al menos cinco tendencias o constantes en su propuesta de pensamiento-acción para Iberoamérica:

1) Dar por finalizada la importación de ideas, conceptos y nociones de la vieja Europa, por ser ya obsoletos, antiguos para los seres que habitan y habitarán las Américas;

2) Dejar de trasplantar en nuestra región los modelos educativos-pedagógicos ya existentes en otras regiones del mundo, pues para Vasconcelos en las Américas se encuentra el germen de una civilización nueva que deberá buscar en su espíritu, en su acontecer, un nuevo modelo educativo pedagógico;

3) Estudiar la historia, pensamiento y cultura de la Grecia pitagórica y la India de Buda, cuna de Oriente y Occidente, proponerlos como modelos históricos a ensamblar con el espíritu y energía que fluye en América en pos de alcanzar una personalidad independiente, afirma Vasconcelos: "Sólo las razas mestizas son capaces de las grandes creaciones";

4) Con ideas como el mesianismo cultural o la propuesta de un maestro como misionero/sacerdote de la cultura, la educación y el espíritu de la nueva Raza Cósmica, Vasconcelos proponía realizar una filosofía iberoamericana que, por estar en ciernes, debía inevitablemente ser una filosofía en acción, un pensamiento fuerza: irracionalista, vital, enérgica, colectiva, metafísica, creativa y creadora;

5) Desde su concepción religiosa-espiritual, Vasconcelos resignifica la resurrección de Jesús y el amor de Dios. En su lectura, la vuelta a la tierra de Jesús tras su martirio marca la pauta de que la humanidad debe constituirse a partir de la idea de la trascendencia. Propone una raza metafísica, inmortal, superadora de lo terrenal, y en este sentido, considera que la humanidad debe ir hacia una estética mestiza, que él observa en el continente americano no invasor, ni conquistador sino receptor; afirma Vasconcelos: “El conjunto actúa según armonía y proporción orientadas a un fin. La realización del fin último requiere que cada cual ejercite su función propia, cumpliendo así su destino. El Cosmos no está presidido por el Uno abstracto de Parménides. Lo rige la persona Divina, que en la plenitud de su existencia se nos revela según la Trinidad de Padre, Hijo y Espíritu Santo; el Creador, el Redentor, y el Verbo perenne, que es el sostén de los mundos”.18

Tras viajes por Europa, Estados Unidos y un fugaz paso por Perú, en 1920 retorna a México y logra ser reconocido con el cargo de Rector de la Universidad Nacional de México (UNAM) por el Presidente Provisional Adolfo de la Huerta.

 

 

* Profesor de Historia – Universidad de Buenos Aires, Doctor en Historia– Universidad del Salvador, Especialista en Pensamiento Nacional y Latinoamericano – Universidad Nacional de Lanús, Docente e Investigador del CEIL Manuel Ugarte.
1. Jean Racine, (La Ferte, Milón, Francia, 1639-1699), fue un dramaturgo francés, qué por sus características complejas, evidentemente es considerado como una figura demasiado erudita e ilustrada para aplicar en las escuelas mexicanas para José Vasconcelos.

2. Vasconcelos, José, “Discurso en la Universidad (1920)”, en: Vasconcelos, José, Obra Selecta, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1978, p. 42.

3. León Portilla, Miguel (dir), Diccionario Porrúa de Historia, biografía y geografía de México, México, Editorial Porrúa, 1995, pp. 3680-3681; Musacchio, Humberto, Milenios de México. Diccionario Enciclopédico de México, Tomo 3. México, Hoja Casa Editorial, 1999, p. 3179; Ocampo, Aurora (dir.), Diccionario de Escritores Mexicanos, Tomo IX (U-Z), México D.F., UNAM, 2007, pp. 154-177; AAVV., Enciclopedia de México. Tomo 10. México, Editorial Planeta Grandes Publicaciones de México, 2008, pp. 4386-4387.

4. Ocampo López, Javier, “José Vasconcelos y la educación mexicana”, en: Revista Historia de la Educación Latinoamericana, Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, Boyacá, Colombia, Vol. 7., año 2005, pp. 137-157; Taracera, José, La verdadera Revolución Mexicana. La tragedia Vasconcelista, Editorial Jus, 1960.
5. Skirius, Jhon, José Vasconcelos y la cruzada de 1929, México, Siglo XXI Ediciones, 2002.

6. Villegas, Abelardo, Positivismo y Porfirismo, México D. F., Editorial Sep/Setentas, 1972, p. 12.

7. Ibídem, p. 18.

8. Portilla León, Miguel y otros, Estudios de Historia de la Filosofía en México, México D. F., Universidad Autónoma de México, 1963.

9. Vasconcelos, José, Breve Historia de México, Madrid, Edición Cultura Hispánica, 1952, p. 418

10. Ibídem, p. 484.

11. Documentos Históricos de la Revolución Mexicana, Tomo XXIII, La Convención, Tomo II, Fundadores Isidro Fabela y Josefina E. de Fabela, Jus, México, 1971.

12. Torres, Pilar, José Vasconcelos, México D.F., Editorial Planeta, 2006.

13. Vasconcelos, José, Pitágoras, una teoría del ritmo, La Habana, Imprenta El siglo XX, 1916.

14. Vasconcelos, José, Prometeo vencedor, Madrid, Editorial América, 1916.

15. Vasconcelos, José, El monismo estético, México, Editorial Cultura, 1918.

16. Vasconcelos, José, La caída de Carranza; de la dictadura a la liberta, México, Imprenta Munguía, 1920.

17. Vasconcelos, José, Estudios Indostánicos, México, Editorial México Moderno, 1920

18. Vasconcelos, José, Filosofía Estética, Buenos Aires, Editorial Espasa Calpe, 1952. P. 76.