China María Abiaré

La autora reflexiona sobre el papel de la mujer oriental en el periodo de las Independencias a partir del caso de China María Abiaré y su inscripción en el proceso de construcción de la identidad sanducera.
Por Mónica Nicoliello *

El acontecimiento en su contexto político

La tradición sanducera sobre China María es conocida. Al amanecer del día 30 de agosto de 1811, Francisco Bicudo, caudillo artiguista de origen riograndense, tuvo noticias de que una partida de 200 hombres al servicio de Portugal se acercaba a Paysandú.

El 8 de mayo de ese año, el nuevo Virrey del Río de la Plata, Francisco Javier de Elío, sitiado en Montevideo, había solicitado ayuda a las tropas de Diego de Sousa, quien a partir del mes siguiente organizó la invasión. Montevideo adhería entonces al Consejo de Regencia que gobernaba en nombre de Fernando VII, y Buenos Aires, tras la caída de la Junta de Sevilla –según la tradición-, había formado su propia Junta.

Carlota Joaquina, infanta de España, hermana de Fernando VII, casada con Juan VI de Portugal, tras huir en 1808 con su familia a Brasil, había establecido una Corte en Río de Janeiro con sus propios proyectos imperiales. Contaba con el apoyo de un partido carlotista con miembros en Montevideo y Buenos Aires y competía con su hermano por el trono de España.

El 17 de julio 4.000 soldados portugueses salieron en dirección al río Yaguarón. El 23 de julio las fuerzas invasoras tomaron la villa de Melo. En Paysandú, los hombres a las órdenes de Francisco Bicudo pensaron que era mejor estrategia salir al ataque de la ofensiva portuguesa antes que esperarlos. Tomaron por sorpresa a los portugueses, les produjeron algunas bajas y luego se replegaron para la defensa de la plaza.

Los invasores intimaron la rendición y amenazaron que de lo contrario aplicarían las leyes de la guerra, haciendo ver su superioridad numérica. Francisco Bicudo, caudillo leal a su pueblo desde la primera hora de la Revolución Oriental, respondió que había muchos más hombres en sus filas de los que se podían ver, que eran 50. Los portugueses, con superioridad numérica de cuatro contra uno y habiendo matado los caballos de los defensores, arrollaron a Bicudo y a sus hombres.

El testimonio

El cura patriota Silverio Antonio Martínez, párroco de la humilde iglesia sanducera, se acercó para darles a los agonizantes la absolución. Encontró en ese lamentable estado a 18 soldados, mientras otros trataban de restañar sus heridas. Los caídos eran Francisco Bicudo, Javier Fraga, José de la Rosa Videla, Juan Rodríguez, José Mariano Ramírez, Benito Navarro, José Silva, Marcelino Funes, Francisco Redruello, Isidoro Abalos, Fernando Peralta, Felipe Durán, Manuel Álvarez, Manuel Barbosa, Manuel de los Santos, José “el Porteño”, “un tal” Zaragoza1.

[…] [U]n hombre –nos dice Roberto J. G. Ellis-, era una humilde mujer, conocida por ‘la china María’. El sacerdote le preguntó por qué estaba allí, y los labios de la moribunda con un hilo de voz pronunciaron estas palabras dignas de ser esculpidas en la piedra: Mi hombre... está... lejos... con los patriotas... Yo... ocupé su lugar2.

De esta manera se cumplió el anuncio del caudillo Bicudo de que esperaría a los portugueses con más hombres de los que se podían ver.

El historiador Aníbal Barrios Pintos nos dice que la “china” María, “casada con José Abiaré, […] alcanzó confesión, al igual que Ramírez, Silva y Bicudo”3. Los portugueses, ya dueños del terreno, se derramaron en distintas direcciones sobre la Provincia Oriental. Pero el 2 de setiembre, cuando quisieron tomar, en Rocha, Santa Teresa, la fortaleza y el pueblo, encontraron que soldados y pobladores se habían ido tras quemarlo todo, dando inicio, de hecho, junto con los vecinos de San José de Mayo, al Éxodo del Pueblo Oriental hacia el Ayuí.

China María Abiaré, mural en Paysandú, Uruguay. Fuente: El Telégrafo.

Las fuentes

Una serie de historiadores nacionales se preocuparon de que no cayera en el olvido la hazaña de Paysandú. Para mencionarlos en orden cronológico, en la edición del año 1897 de la Librería Nacional de A. Barreiro y Ramos, leemos, sobre la carga de Bicudo del año 1811:

En esa época se verificaron varios hechos de armas entre orientales y portugueses, siendo el más notable el combate de Paysandú, en el que pereció el capitán Francisco Bicudo, de las fuerzas artiguistas, que con cincuenta hombres defendía la población. Este y sus valerosos soldados fueron las primeras víctimas de patriotas orientales que murieron en defensa de la integridad territorial4.

Todavía no se la menciona a ella, pero encontramos su nombre en Estampas sanduceras de 1948, donde leemos un comentario que retoma el relato de Roberto J. G. Ellis:

Y era cierto: José Abiaré, su marido, estaba incorporado a una partida de patriotas; ella, ‘la China María’, como la llamaban, había dado su vida por la Patria, combatiendo a la par de los hombres en la defensa del Pueblo. Los portugueses quedaron dueños del terreno; de los cincuenta defensores, dieciocho yacían sin vida, entre ellos Bicudo, Redruello, Ramírez, la China María […]5.

En 2005, y volviendo sobre el relato de los autores anteriores, Carlos Maggi iluminó con más detalles la escena de la agonizante China María:

Un paisano del lugar reconoció a María Abiaré una india valiente; yacía bocabajo, muerta y con un machete teñido de sangre agarrado en su mano derecha. […] Y tan cierto era que había guerra, que cuatro días después […] se iniciaba desde San José de Mayo, una fuga nunca vista: la emigración en masa de los vecinos orientales en dirección al Salto Grande, el único paso que da el río Uruguay para cruzar a la otra orilla6.

En el mismo año El País editó “Batallas que hicieron historia” donde podemos leer:

Barrios Pintos toma un texto de Ricardo Benavente que la describe de una forma un tanto épica: ‘El campo de batalla agigantó su figura plasmando sus restos varoniles con perfil heroico e infundiendo a sus actos la ternura humanitaria de su femenina condición […]7.

Fue probablemente la primera mujer caída como lancera durante la Revolución Oriental” nos dice Gabriela Fuentes8.

El contexto social

El nombre de María Abiaré completa la lista de lanceras artiguistas que conocemos o creemos conocer. Melchora Cuenca, de origen paraguayo, famosa en la campaña como “la mujer de Artigas”, a la que el caudillo conoció en 1815 en Purificación, -de una familia de carreteros, por medio de los cuales la Junta del Paraguay abastecía en 1811 el campamento del Ayuí-, era célebre por llevar consigo una lanza que dejaba recostada en el árbol más próximo9. Las lanzas cumplieron una función primordial en la Revolución Oriental. Artigas aconsejaba usarlas antes que otros tipos de armas: “Yo creo que con las lanzas los paisanos se hacen respetar más del enemigo […] Armas de chispa no tengo más […] pero las lanzas […] obrarán mejor con nuestra gente”10.

Melchora Cuenca. Fuente:Internet.

Lancera de la Patria Vieja también fue Juana Bautista, oriunda de Córdoba, que insultaba a los paisanos que retrocedían en el combate –nos dice Gonzalo Abella11-; Soledad Cruz, la lancera negra de Artigas, que decía que tenía amores con un lobizón que la protegía; mujeres aguerridas fueron Ana Monterroso de Lavalleja, que estuvo encerrada en prisión junto con su esposo, Juan Antonio Lavalleja; dio a luz en la cárcel, donde perdió a su pequeña hijita; Josefa Oribe, detenida en Montevideo como “tupamara” por el gobierno del Virrey Elío; la charrúa Micaela Guyunusa; y en el plano de las letras, no podemos olvidar la poesía política de Petrona Rosende en el Montevideo artiguista y de Victoria la Payadora durante el sitio de Montevideo por las fuerzas artiguistas. Las coplas de contenido político eran los panfletos y los volantes de los analfabetos, que pasaban de boca en boca.

Otras mujeres hicieron de enfermeras y de curanderas; entre ellas no podemos dejar de mencionar a Felipa Gutiérrez; hubo también mujeres que hicieron de enlaces, de carreteras, de mensajeras, como Sinforosa.

El protagonismo de estas mujeres orientales no es ajeno al que tuvieron en el contexto platense, del lado occidental, mujeres como Juana Azurduy de Padilla, nacida en Potosí en 1780, hoy recordada en Argentina y Bolivia y María Remedios del Valle, “Madre de la Patria Argentina”. La “Parda” María en este caso, combatió en el Alto Perú y participó en el Éxodo jujeño. Se le concedió el sueldo de Capitán de infantería en 1827.

Ana Monterroso Lavalleja. Fuente: Wikipedia.

Los nexos

Paysandú, la estratégica “isla en el paso del río” –luego ciudad portuaria- fue sitiada varias veces por portugueses y brasileños. Los asedios más importantes tuvieron lugar en 1811, durante la invasión portuguesa pedida por el Virrey Elío; en 1846, cuando fue sitiada por Fructuoso Rivera y defendida por Felipe Argentó, y en 1864, cuando fue sitiada por los aliados brasileños de Venancio Flores y defendida por Leandro Gómez. Los testigos, cronistas e historiadores no dejaron de hacer referencia al heroísmo de las mujeres, su altivez y dignidad. En la construcción de la identidad sanducera –por propios y extraños- va implícita la de género.

También hubo “chinas” mujeres sitiadoras de Paysandú. Entre ellas se cuentan Natividad Suárez y Catalina Quintana, capitanas a las órdenes de Venancio Flores que peleaban con indumentaria masculina12.

Discusión

La pregunta que –según la tradición- el sacerdote le dirigiera a China María sigue abierta: ¿por qué estaba allí? Sabido es lo que ocurre con estos episodios de la historia nacional. En los libros de texto, los protagonistas humildes no tienen nombre. No conocemos sus rostros. Los imaginamos.

María Abiaré, entró definitivamente a formar parte de la memoria popular sanducera no solo por la letra que le dedicó el cantor Aníbal Sampayo, sino por la imagen con la que la revivió la pintora Perla Rubiolo, que la imagina a través de sus típicas pinceladas difuminadas en ambientes transparentes de luz. “Así serían aquellas mujeres bravías que tan bien vibran en ‘Ismael’ y en ‘El combate de la tapera’ de Acevedo Díaz –dice Hyalmar Blixen-. Al leer esas narraciones, muchas veces quise verles el rostro, y en ese cuadro, muy bellamente lo vi”.

Basta una exploración inicial para descubrir qué diferente fue la realidad: "a veces parece como que estas fueran revoluciones de mujeres” afirma Germán Arciniegas sobre las rebeliones de comuneros del siglo XVIII, un siglo del cual también formó parte Artigas, que nació en 176413.

En el mismo siglo, hubiera sido diferente la rebelión de Tupac Amaru sin la colaboración de Micaela Bastidas, Tomasa Tito Condemayta, Marcela Castro, Bartolina Sisa, Gregoria Apaza, Cecilia Tupac Amaru, Manuela Tito Condori, Manuela Gandarillas, ajusticiadas con métodos todavía más crueles si cabe que sus sufridos compañeros varones14.

La lista es mucho más extensa porque suma a las mujeres de la panaca o grupo clientelar y de parentesco, que entre quechuas y aymaras era el equivalente del ñemoñaré de los hispano guaraní rioplatenses.

La sociedad mestiza a la que perteneció China María valoraba a la mujer, literalmente hablando, como la compañera del hombre. Más allá de los roles asignados al hombre y a la mujer, y del estatus social de cada uno, estos eran intercambiables en situaciones especiales en que la ausencia de un cónyuge debía ser compensada por el otro. Los roles políticos y militares eran asignados al varón, pero si este no podía cumplirlos por el motivo que fuera, eran asumidos por su esposa, dueña de casa y resguardo del honor y los intereses de la familia. Los hombres podían ausentarse mucho tiempo por cuestiones comerciales o militares y las mujeres quedaban a cargo de la casa. Las guerras civiles acabaron con las vidas de los varones, haciendo que fueran las mujeres las que asumieran estos roles y ascendieran en la jerarquía militar.

Por ese motivo hubo, a lo largo de los siglos, y no solo durante la Independencia, mujeres Adelantadas, Alférez, Capitanes, Coroneles, y una mujer Almirante de los Mares del Sur, Isabel Barreto, que exploró las islas Salomón en el Océano Pacífico. Ya desde el siglo XVI, en lo que es la historia regional platense, es conocido el hecho de que Mencia Calderón se convirtió en la Adelantada del Río de la Plata ante el fallecimiento de su esposo Juan de Sanabria.

En general, las culturas indoamericanas se caracterizan por una interpretación dual de la realidad, basada en la complementariedad de los opuestos. En lo que se refiere a la cultura española del Renacimiento, primera en llegar a la región, en general, la mujer estaba destinada al matrimonio y a las tareas del hogar. En el caso del pueblo llano, sirvientas, costureras, hilanderas, molineras, monjas, taberneras, prostitutas, amas de cría, tenderas, campesinas. Sin embargo, entre las mujeres cortesanas encontramos escritoras, como Juana de Asbaje; artistas plásticas, como Sofronisba Anguissola; profesoras, como Beatriz Galindo; soldados, como Catalina de Erauso; actrices, como María Calderón; empresarias, como Laura Herrera; teólogas, como Santa Teresa; y catedráticas, como Francisca de Nebrija y Luisa de Medrano. La lista, por supuesto, es mucho más larga.

Grito de Asencio (1962), óleo sobre tela de Jorge Calasso, Uruguay.

Estos datos ponen sobre la mesa el debate entre el feminismo y sus críticos, acerca de si las mujeres estaban excluidas de todos o algunos de los ámbitos sociales reservados a los varones, o si se trataba de un problema de estamento social, étnico cultural, o, en todo caso, si no se trata de un tema que ha tenido vaivenes, avances y retrocesos que dependen de contextos específicos. También se podría pensar que oficios que al principio eran típicamente femeninos fueron adoptados por los hombres, quienes excluyeron de ellos a las mujeres, como podría ser el caso de la escritura15 o la cocina profesional16.

Existe una extensa bibliografía sobre las mujeres –de diversas etnias- en la conquista de América y en las revoluciones de independencia, así como durante las guerras civiles del siglo XIX. Pero, en general, libros y manuales de Historia las invisibilizan, a pesar de que los partes militares mencionan su participación por las propias necesidades de la guerra.

En 1985 la investigadora Shulamit Reinharz acuñó el término ginopía para referirse a estas “manchas blancas” femeninas en informes, memorias, leyes, noticias, investigaciones, datos estadísticos, etc. Los historiadores Aníbal Barrios Pintos y Celestina Andrade de Ramos, biógrafa de La Guayreña, Patricia Totorica, Leonardo Fossatti, Zoraya Torres y Verónica Picar, han comentado, con relación a este tema, que “la historia nacional no registra la participación activa de la mujer, salvo contadas excepciones”.

Según Diana Barreto Ávila, el hecho de que la mayor parte de la historiografía haya sido escrita por varones –cada quien mira el mundo desde su propia posición relativa- ha tenido como consecuencia la falta de destaque de los hechos protagonizados por mujeres.

“La tendencia historiográfica denominada ‘historia de las mujeres’ –nos dice Diana Barreto- ha tenido la intención de incorporar a las mujeres dentro de la historia. Sin embargo, este intento ha quedado reducido a estudiar particularidades sobre las mujeres ‘sobresalientes’ o curiosidades acerca de ellas, considerándolas finalmente, como un ente apartado de la sociedad y de la historia. Este intento por integrar a las mujeres dentro de la historia se ha realizado como si esta inclusión significara un tipo de historia distinta o ‘especial’”17.

Conclusión

Poco se sabe sobre María Abiaré salvo la anécdota dolorosa de las condiciones y circunstancias de su muerte. Pero lo cierto es que estas pocas referencias nos guían hacia otras figuras femeninas que se convierten en claves para comprender la urdimbre histórica del 1800. Fue una época de rebeliones, guerras de la Independencia y guerras civiles que –paradójicamente- favorecieron la aparición femenina en escena, en la medida que había una cultura que las veía como compañeras de sus esposos en roles masculinos e incluso para ocupar su lugar cuando se producían las ausencias de ellos.

En segundo lugar, la cultura sanducera, muy marcada por los estragos de invasiones y guerras civiles, tuvo que formarse al calor de estas, y por los mismos motivos construyó las identidades de género en esos contextos, entre otros.

* Profesora de Historia en Educación Secundaria y Formación Docente de la ANEP (Uruguay). Magister en Historia Iberoamericana (España).
1. BARRIOS PINTOS, Aníbal. Paysandú en escorzo histórico, Intendencia Municipal de Paysandú, Paysandú, 1979, pág. 75.

2. ELLIS, Roberto J. G., Evocaciones montevideanas: su pasado, nombres dignos de recordar. Montevideo, Barreiro y Ramos, 1969, pág. 74. Cfr. ELLIS, Roberto J. G., Bocetos Biográficos. Segunda parte de Rescatándolos del olvido, Montevideo, Imprenta Mercur, pág. 96.

3. BARRIOS PINTOS, A., Ibídem.

4. Op. cit., pág. 35.

5. Estampas sanduceras. Baldomero M. Vidal S. D. R., Montevideo, 1948, pág. 28.

6. MAGGI, Carlos. La nueva Historia de Artigas. La guerra de Baltar, Montevideo, Ediciones de la Plaza, 2005, pág. 44. Cfr. Crónicas sanduceras, Cámara de Representantes, Montevideo, 2000.

7. El País, “Batallas que hicieron historia”, Montevideo, 2005, pág. iv.

8. FUENTES ÁLVAREZ, Gabriela, Protagonistas y olvidadas. De la mujer de la Independencia a la Independencia de la mujer, Orbe Libros, Montevideo, 2008.

9. BONAVITA, Luis. Sombras heroicas. Imprenta L.I.G.U., Montevideo, 1949.

10. CAULA, Nelson, Las nueve mujeres de Artigas, Ediciones B, Montevideo, 2015, pág. 187.

11. ABELLA, Gonzalo. “En los libros de Historia nos robaron las mujeres” en Resumen Latinoamericano, 3 de octubre de 2017.

12. TOTORICA, Patricia, y FOSSATTI, Leonardo. Muestra Museográfica Mujeres de la Defensa de Paysandú, Casa del Espíritu de Paysandú, 11 de marzo de 2017.

13. ARCINIEGAS, Germán. Los comuneros, FCE, México, s/d, pág. 330.

14. CAROSIO, Alba (Centro de Estudios de la Mujer). “Las mujeres en el proceso independentista”, en Rebelión, 8 de julio de 2010.

15. ÁLVAREZ, Jorge. “Enheduanna, la sacerdotisa acadia considerada la primera escritora conocida”, en La brújula verde, 2 de noviembre de 2017.

16. RIBEIRO, Ana. “Cocinar y estudiar”, en El País, 13 de diciembre de 2017.

17. BARRETO ÁVILA, Diana. “Invisibilización y violencia contra las mujeres” en El Presente del Pasado, publicación del Observatorio de Historia, México, 25 de noviembre de 2002.