1950 y el paso de Jorge Abelardo Ramos por el Semanario Marcha.

En la segunda entrega sobre el pensamiento uruguayo, sus aportes y vinculaciones, el autor recupera el paso de Jorge Abelardo Ramos -referente de la Izquierda Nacional en Argentina- por el semanario Marcha de Montevideo.
Por Emanuel Bonforti *

1950 no fue un año más para la Generación Crítica, como tampoco lo fue en la redacción del Semanario Marcha. De acuerdo a lo que analizamos en el artículo anterior, la Generación Crítica tal como la designa Ángel Rama, fue el colectivo de intelectuales uruguayos que impulsó el desarrollo de una conciencia crítica en el período 1939-1969. Generación atravesada por dos promociones de intelectuales: la primera va desde 1939 a 1955, preocupada por temas internacionales y por la discusión entre totalitarismo y democracia. Mientras que la segunda va desde 1955 a 1969, con un interés temático de carácter nacional producto de la crisis sistémica que atravesaba el Uruguay.

Sin embargo, identificamos períodos ventanas que complejizan el enfoque en cuanto al interés temático de las diferentes promociones de intelectuales o al menos nos invitan a reflexionar acerca de momentos de transición entre los intereses temáticos internacionales y nacionales. Y esto lo observamos fundamentalmente por la agenda de noticias del Semanario Marcha, núcleo central de la Generación Crítica.

En ese sentido, destacamos a 1950 como un año clave en términos de transición, ya que implicó una preocupación acerca de la agenda latinoamericana, la cual contemplaba a los gigantes vecinos como Argentina y Brasil, a los sucesos de Puerto Rico y las elecciones en Guatemala. Pero también el Semanario proponía durante ese año un análisis en profundidad sobre toda la región donde la cuestión social era un tema de preocupación. Los años que significaban cambio de década para Marcha implicaban balance y análisis de lo sucedido en la década precedente. 1950 es además el aniversario del Centenario de la muerte Artigas, héroe fundamental de las guerras orientales de la independencia y figura máxima en el proceso de constitución de la identidad nacional. Por tal motivo, Artigas aparecía como objeto de disputa simbólica en relación al significado de la memoria, situación a la que aplicaba la famosa cita del 18 Brumario de Carlos Marx: La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos”.

En ese marco y para 1950 aparece un joven Jorge Abelardo Ramos en la redacción del Semanario Marcha. El pensador nacional había escrito en 1949 el libro “América Latina un país” al que Norberto Galasso considera como el primer ensayo dirigido a revisar nuestra historia por alguien adscripto al marxismo (Galasso: 2007, 207). Siguiendo con Galasso, la importancia de la obra de Ramos radicaba en la recuperación de la cuestión nacional en Latinoamérica, el diálogo entre San Martín y Bolívar y la denuncia al imperialismo. Por su parte, Enzo Regalli en su trabajo “Abelardo Ramos. La izquierda Nacional y la Nación Latinoamericana” refuerza la idea de cuestión nacional en el trabajo anteriormente citado de Ramos y el análisis acerca de la creación de la unión aduanera o su traducción en alemán de Zollverein. Estos ejes de análisis se traslucen en los trabajos de Ramos durante 1950 en el Semanario Marcha.

Jorge Aberlardo Ramos. Fuente: Revista Haroldo.

La relación entre Ramos y Uruguay excede 1950 y también al Semanario Marcha y a su responsable Carlos Quijano. Durante ese año el argentino también conocía al caudillo Luis Alberto de Herrera y publicaba en el suplemento literario del diario “El Debate” un fragmento de “América Latina un país”. La relación entre Ramos y Uruguay no será objeto de este trabajo, pero a los fines de reforzar la misma, recuperamos la voz de Luis Vignolo, quien en la compilación de Carlos Alberto del Campo “Jorge Abelardo Ramos así lo vieron”, sostiene que Methol Ferré le sugirió al propio Ramos el título de su obra “Historia de la Nación Latinoamericana” como una expresión superadora a la de “América Latina un país

Si bien Jorge Abelardo Ramos escribió en diferentes momentos en el Semanario Marcha, el presente trabajo va a dar cuenta de los cinco artículos que publicó durante 1950.

El pensador argentino es presentado en la edición 531 del Semanario en un recuadro de la página cinco, espacio históricamente dedicado a notas de contenido editorial, el lugar posibilitaba dar cuenta de la centralidad de Ramos para el Marcha. El mencionado recuadro sostenía lo siguiente: “Jorge Abelardo Ramos, el joven y agudo autor de “América Latina, un país” (…) se halla en Montevideo. Con su autoridad en temas sociales y su inquieta inteligencia, colaborará asiduamente en Marcha. Es una conquista que el lector valorará y que anunciamos complacidos1. Un recuadro más arriba el Semanario anunciaba las bases del Concurso sobre Artigas, donde Marcha formaba parte del jurado junto con el Archivo Artigas, el Archivo General de la Nación, el Museo Histórico Nacional, entre otras instituciones.

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El primer artículo de Ramos se publicó una semana después en la edición 532 con el título “América Latina y su Revolución”. El mismo se centraba en el período de transición inter imperial, la decadencia de la corona británica y el ascenso de los Estados Unidos. Transición que de acuerdo a la perspectiva del autor explicaba los procesos sociales de cambio que estaban ocurriendo en América Latina. Ramos consideraba además que el antiguo acreedor de Europa, en relación a los Estados Unidos, se había transformado en su amo luego de la Segunda Guerra Mundial. En lo que se refería a América Latina, las inversiones inglesas fueron absorbidas por Wall Street, con lo cual la cuestión nacional anteriormente expresada en América Latina como un reflejo a la opresión de la corona británica se trasladaba a la esfera de los Estados Unidos. La transición inter imperial abría un período ventana en la dominación metropolitana y derivaba en una crisis de dominación que posibilitaba el punto de partida de los procesos de industrialización latinoamericana.

De este modo, la transición inter imperial posibilitaba la emergencia de nuevos actores sociales en la periferia, como eran las incipientes burguesías industriales y nacionales. En ese sentido, el autor mencionaba los procesos que se abrían en Argentina, Brasil, Chile, México, a los cuales desde Marcha y otros centros intelectuales de la Generación Crítica comenzaba a mirar con atención. Estos procesos alimentaban también nuevas formulaciones teóricas al interior de la Generación Crítica, lo que generaba originales debates en relación a las clases sociales en Uruguay sobre todo a partir de 1955, donde advertimos los trabajos de Vivian Trías en la Revista “Nuestro Tiempo” o “Tribuna Universitaria” o la propia “Revista Nexo”.

Siguiendo con el artículo de Ramos en Marcha, el autor hacía referencia a las tareas nacionales que cumplían estas burguesías en el proceso revolucionario latinoamericano, pero también mencionaba los límites de las burguesías periféricas, lo que era una consecuencia directa del proceso de balcanización que había sufrido la gran Nación Latinoamericana. Ramos comenzaba de esta manera a tejer una de sus principales tesis; la de que América Latina se encuentra dividida no porque es subdesarrollada, sino que es subdesarrollada porque está dividida. En el artículo de Ramos también aparece una crítica sobre el APRA y su fundador Víctor Haya de la Torre donde se señalaban los límites de los sectores intelectuales de las grandes ciudades para comprender la naturaleza de los movimientos nacionales. Aparece una tendencia en la obra de Ramos que puede ser vista como anti intelectualista, pero en realidad encubre una lectura contra cultural que es generada por el intento de releer la dinámica del proceso histórico latinoamericano adjudicándole centralidad a las masas en las luchas históricas contra los imperialismos y sus satélites.

El segundo artículo se publicaba dos semanas después y se desprendía en parte del interés sobre el proceso histórico nacional peruano, que en realidad le permitía a Ramos discutir al interior de la intelectualidad latinoamericana en relación a la cuestión nacional, las lecturas del estalinismo, y el manual de las intelligentzias semicoloniales que encontraba sintonía en los diferentes países de la región. Ramos iba construyendo un perfil de polemista que seguramente despertaba interés y desencuentros al interior del mundo intelectual de Montevideo.

El segundo artículo titulado “La revolución peruana y los falsos profetas del aprismo” de la edición 534, como el anterior trabajo, se ubicaba en lugares preferenciales del Semanario, en este caso en la tapa de Marcha donde generalmente aparecía el primer editorial. El artículo recuperaba los puntos de interés del autor en ese momento, que se vinculaban con la emergencia de nuevos actores sociales que en el caso del Perú también se derivaban de la herencia colonial y la ley de desarrollo desigual y combinado que afectaba la vida económica de aquel país. El nacimiento de las nuevas clases se explicaba de manera dialéctica a través del accionar imperialista y su momento de transición. De esta manera, agrupaba a la oligarquía terrateniente peruana como el agente local de dominación agrícola y al imperialismo yanqui dedicado a la explotación de los recursos naturales del Perú. Así, el ciclo de “modernización” peruana se expresaba por la ley de desarrollo desigual y combinado, lo cual posibilitó la expansión de los resortes económicos modernos encargados de estrangular una economía con poca vocación nacional. Sin embargo, esta dinámica favoreció la emergencia de burguesías urbanas y precisamente de esto se desprenden los dos grandes interlocutores del artículo: Manuel González Prada y Víctor Haya de la Torre.

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El primero, Manuel González Prada, político de notable influencia en el Perú durante la primera parte del siglo XX. Prada es caracterizado como un ácrata liberal con gravitación en la clase media peruana, que encontraba puntos en común con la caracterización que Ramos hará posteriormente sobre la figura de Leandro N. Alem. González Prada centraba sus críticas al orden jurídico peruano lo cual lo ubicaba en el lugar de fiscal de la Patria. Ramos señalaba en la base social que confluía en Prada al incipiente artesanado de Lima. Su muerte coincidía con la finalización de la Primera Guerra Mundial y en la secuencia analítica de Ramos quien recoge el guante de la tradición de Prada fue Víctor Haya de la Torre cuya base eran fundamentalmente los estudiantes universitarios. Ramos destacaba la progresividad del programa del APRA en la lucha contra imperialismo, pero esto también implicaba el límite de aquel movimiento. El cual, al otorgarle excesivo énfasis a la internacionalización antiimperialista, terminaba desnacionalizando la lucha política en el Perú y desconociendo la cuestión nacional. Esos errores teóricos se explicaban para Ramos en el posicionamiento de clase del líder aprista.

Dos números después Ramos incorporaba un personaje más a la tragedia peruana, el artículo se titulaba “De González Prada a Mariátegui. Mariátegui como Marxista”. Para Ramos, el socialista peruano inauguraba la historia moderna de aquel país. Mariátegui fue el intento por unir los hilos de la política que Haya de la Torre se encargó de desunir. Sin embargo, para Ramos la obra de Mariátegui encontraba sus bemoles, en primer lugar, el argentino reconocía el intento por comprender la cuestión indígena y vincularla al marxismo, tarea que no había realizado hasta el momento ningún intelectual.

Pero inmediatamente, Ramos observaba en el análisis del peruano un error a la hora de interpretar el imperialismo, que lo nublaba en su vocación por resolver la cuestión social separada de la cuestión nacional. Esta interpretación de Mariátegui de acuerdo a la mirada de Ramos se debía a la degeneración estalinista que le impedía analizar que la emancipación en nuestro continente se iba a lograr en la medida que prosperara la unificación de los Estados Socialistas de América del Sur. Por otra parte, Ramos señalaba como un error en los tiempos revolucionarios dogmatizar el elemento del proletariado de la revolución futura, reconcociendo en nuestros países el accionar progresivo de las burguesías en la realización de las tareas nacionales. Por último, Ramos identificaba que la teoría socialista de Mariátegui estaba en construcción con lo cual evitaba expresar un juicio final sobre la totalidad de su obra. Años después el propio Methol Ferre en el prólogo de “La izquierda nacional en la Argentina” trazaba una analogía entre la obra de Ramos y de Mariátegui considerando ambas como un intento de ruptura de las escolásticas izquierdistas hegemónicas.

Dos números después, Ramos recibía la primera gran crítica a sus publicaciones a través de un artículo de Luis F. Rodríguez Vildosola, peruano defensor y conocedor del APRA y de Víctor Haya de la Torre quien publicaba “El Aprismo y un comentario”. Los principales elementos del ataque a Ramos se centraban en la utilización de las fuentes y su falta de especificidad, como también en la cercanía de sus posicionamientos teóricos al comunismo criollo peruano que el propio Ramos supo fustigar. Vildosola vinculaba a Ramos con la tradición estalinista, lugar incómodo para el argentino quien dedicó buena parte de su obra a criticar la teoría y la política del Partido Comunista. La polémica terminaba en este artículo, pero demostraba la existencia de una red de intelectuales en Marcha que excede al Uruguay y que aportaba con sus debates y diversas posiciones en relación a la cuestión latinoamericana.

En ese mismo número del Semanario, Ramos publicaba el anteúltimo artículo del año “Corea última advertencia”. La guerra de Corea era uno de los temas que despertaba mayor interés por parte de Marcha y es uno de los últimos ejes temáticos que acompañan la tesis de Rama en relación a la preocupación en torno a temas internacionales por parte de la primera promoción de intelectuales de la Generación Crítica. Con los sucesos de Corea y sobre todo con la ejecución del Plan Marshall se va agotando el interés en los temas internacionales, porque aquello que resultaba exótico se comienza a presentar como una realidad opresora en cercanía y en la cotidianeidad. Corea, pero sobre todo el Marshall, son la puerta de entrada para la nacionalización y latinoamericanización del conflicto social en clave ideológica y comercial.

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En relación a la Guerra de Corea, para Ramos terminaba siendo una excusa para reflexionar acerca de la temática de la transición imperial. Así, identificaba a la burguesía norteamericana como la principal impulsora del conflicto bélico en Corea, establecía cercanías y diferencias con la vieja política de la diplomacia británica, señalando que los Estados Unidos se encontraban en un proceso de aprendizaje imperial. Los viejos imperios, en relación a la guerra de Corea, no mostraban grandes progresos. La bancarrota británica no impidió que la corona mandara tropas al conflicto. Lo mismo que el respaldo tácito del imperio francés; éste, una vez más mostraba que su poderío se debía exclusivamente a sus dominios de ultramar. La Guerra de Corea era también la posibilidad de poner nuevamente en funcionamiento, por parte de la prensa venal funcional al imperialismo, la dicotomía civilización y barbarie. Con la llegada de occidente a Corea los Estados Unidos y sus aliados se mostraban como los garantes de la civilización endilgando al comunismo la posición barbárica. La guerra de Corea implicaba para Ramos desde su exposición teórica la necesidad de reforzar la idea de unidad de mercados internos o de unidad aduanera en América Latina.

El último artículo de Ramos es de diciembre de 1950 en la edición 557 y se titulaba “Otra vez Puerto Rico”. Éste país latinoamericano despertó el interés en Marcha durante 1950, seguramente por la tradición antiimperialista de sus fundadores, Carlos Quijano, Arturo Ardao, Julio Castro, sobre todo el primero, formado por la teoría antiimperialista de la década del 20 y la herencia de José Rodo. Ramos señalaba en el artículo que Puerto Rico era la única ex colonia de habla hispana sometida de forma directa al imperialismo yanqui, la dominación colonial buscaba reforzarse a través de los soportes culturales, en este caso el idioma.

Ramos cuatro años después sostendría en “Crisis y Resurrección de la literatura Argentina” que la formación de la conciencia nacional en los países de dominación colonial se daba como reflejo de la presencia de un ejército de ocupación o la policía colonial, situación que enmarcaba en el caso de Puerto Rico en 1950. Pero también, Ramos consideraba en “Crisis y Resurrección de la literatura Argentina” que en algunos países la literatura británica reemplaza a la policía colonial, lo que generaba un tipo de dominación semicolonial. En 1950, paradójicamente, Puerto Rico aparecía atravesado, según el artículo, por esos dos registros de dominación o al menos Ramos identificaba que la última avanzada imperial de los Estados Unidos se relacionaba directamente con una motivación de carácter cultural, la enseñanza oficial del idioma inglés en las escuelas puertorriqueñas. Por último, en el proceso portorriqueño Ramos marcaba otra debilidad que era la ausencia de un Ejército con vocación nacional, apareciendo uno de los actores centrales en la futura obra del pensador nacional.

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Los artículos de Ramos en Marcha nos permiten ver ejes temáticos que atravesaron toda la obra del autor, desde la cuestión nacional, la caracterización del desmembramiento territorial, la necesidad de unidad continental, el comportamiento de las clases sociales, la crítica a los sectores intelectuales semicoloniales. Su teoría marxista de características nacionales no coincidía de manera homogénea con la línea editorial del Semanario cuya sensibilidad se vinculaba a un liberalismo radical o a un socialismo en formación sin pretensiones partidarias, ya que para ese entonces todavía Quijano pertenecía a un grupo minoritario del Partido Nacional. Estos antecedentes demostraban la apertura táctica de Carlos Quijano en la recepción de Jorge Abelardo Ramos. Es imposible evaluar el impacto y la recepción de los trabajos de Ramos en Marcha y en los círculos intelectuales de Montevideo a pesar del reconocimiento de su obra. Vale destacar que no identificamos críticas acerca de las caracterizaciones progresivas de Ramos sobre del peronismo o el varguismo. Expresiones políticas a las que Marcha en 1950 les endilgaba el mote de totalitarismos.

Hasta acá analizamos el flujo teórico de Ramos hacia Marcha, pero también es importante señalar que la Montevideo intelectual de la década del 50 pudo haber influenciado en la obra posterior de Ramos, fundamentalmente a través de la generación de nuevas relaciones que constituyeron redes intelectuales rioplatenses. De allí se desprende la relación con Alberto Methol Ferré, el vínculo ideológico con Vivian Trías, el acercamiento a la obra de Washington Reyes Abadie o del propio Luis Alberto de Herrera. Pero lo interesante de destacar a modo de hipótesis es la ascendencia de esta red de intelectuales rioplatenses y la posible influencia para la incorporación de la figura de Artigas en la obra de Ramos. Recordemos que el caudillo oriental no aparece de forma clara ni en “América Latina: un país” ni en la primera edición de “Revolución y Contrarrevolución en la Argentina”. 1950 no es un año determinante para la incorporación de Artigas a la obra de Ramos, pero quizás haber escrito en Marcha en el Centenario de la muerte de Artigas y que en ese año se haya publicado durante semanas en las páginas del Semanario “De la leyenda Negra al culto de Artigas” de Pivel Devoto, arrojan la posibilidad de que allí se haya producido el primer acercamiento de Ramos a la figura de Artigas.

* Sociólogo (UBA), Periodista (UAI), Maestría en Historia en proceso (UNSAM). Profesor Adjunto Seminario Pensamiento Nacional y Latinoamericano (UNLa).
1. Semanario Marcha. Edición.

Textos utilizados:

- Galasso, Norberto. Aportes Críticos A La Historia De La Izquierda Argentina. Ediciones Nuevos Tiempos. Buenos Aires. 2007.

- Regali, Enzo. Abelardo Ramos. La Izquierda Nacional y la Nación Latinoamericana..Ciccus-Corredor Austral-Ferreyra-Editor. Buenos Aires. 2012

- Ramos, Jorge. América Latina, un país. Su historia, su economía, su revolución. Buenos Aires: Octubre, 1949.

- Del Campo, Carlos Alberto. Así lo vieron. Jorge Abelardo Ramos. Córdoba. 2000

- Semanario Marcha. Edición 531, 532, 534, 536, 538, 557. Montevideo. 1950.
Methol Ferre, Alberto. La izquierda Nacional en la Argentina. Editorial Coyoacán. Buenos Aires. 1961